La maquinaria aceitada de la partidocracia mafiosa

Desde que Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacional Revolucionario en 1929, luego del asesinato del general Álvaro Obregón, para conglomerar a los diferentes grupos políticos, tanto civiles como militares, que existían en la República con el objetivo de que llegaran a acuerdos para evitar que buscaran el poder a través de las armas, la partidocracia mexicana es una maquinaria bien aceitada que no deja nada a la deriva. Y tan bien aceitada está que, en sus entrañas, sabe desde antes de los procesos electorales qué políticos y qué grupos de poder van a ocupar tales o cuales posiciones. En este contexto, el voto de la ciudadanía solo es tomado en cuenta por la partidocracia cuando le conviene, pero cuando las tendencias están en contra de sus intereses de la manera más fácil revierte cualquier resultado pronosticado, ya sea por la vía del fraude electoral o por medio de matanzas.

Ejemplos de lo anterior hay varios y muy destacados, como la matanza de vasconcelistas en 1929 ordenada por Elías Calles para imponer en la presidencia a su incondicional, Pascual Ortiz Rubio, y la matanza de almazanistas en 1940, realizada en pleno gobierno del general Lázaro Cárdenas, para imponer en la primera magistratura del país, a sangre y fuego, al grisáceo general Manuel Ávila Camacho.

En la historia reciente sigue latente el descarado fraude electoral de 1988, en que al pueblo de México le fue burlada la presidencia de la República que le había dado en las urnas a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Como se sabe, en este robo tuvieron una participación activa el político venal panista Diego Fernández de Cevallos, quien operó en el Congreso de la Unión la quema de los paquetes electorales, y el mismo Cuauhtémoc Cárdenas, quien pactó con Carlos Salinas el control de las protestas para que amplios sectores sociales no se organizaran para derrocar al usurpador priísta.

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Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacional Revolucionario y Lázaro Cárdenas le cambió el nombre a Partido de la Revolución Mexicana, antecedente del PRI, dando origen a la maquinaria de la partidocracia corrupta que hoy nos gobierna.

Posteriormente a estos hechos, las elecciones presidenciales han sido una sucesión de acuerdos menos accidentados entre los integrantes de la partidocracia corrupta, en los que el electorado simplemente no ha sido tomado en cuenta. El caso más sonado, sin duda alguna, fue el del “amasiato”, en el 2006, entre el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y el candidato panista a la presidencia, Felipe Calderón, quienes en una reunión privada y ante el inminente triunfo de López Obrador acordaron que la estructura priísta del Estado de México proporcionaría más de 200 mil votos al candidato panista Calderón Hinojosa para que pudiera aventajar al tabasqueño apenas por menos de un punto porcentual (hechos narrados magistralmente en el libro titulado “El amasiato”, del prestigiado periodista Álvaro Delgado).

Hoy, diversos indicios nos indican que esa maquinaria de la partidocracia corrupta está debidamente aceitada para que suceda lo que a los grupos de poder les conviene sin las consecuencias que el electorado, por lógica, espera.

Uno de esos mensajes lo ha dado reiteradamente desde hace ya más de un año el santón “izquierdista” Andrés Manuel López Obrador al ir integrando gradualmente a su partido Morena a muchos personajes nefastos pertenecientes a esa mafia del poder que tanto dice combatir. Y más recientemente, en entrevistas con medios de comunicación nacionales, el cacique tabasqueño ha manifestado que “no habrá revanchismos” y “perdonará” a políticos verdaderamente peligrosos como Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto.

PÁG. 2 (2). El santón izquierdista Andrés Manuel López Obrador ya ha dado fuertes muestras de querer amnistiar y perdonar a quienes han saqueado y lesionado gravemente el patrimonio
El santón “izquierdista”, Andrés Manuel López Obrador, ya ha dado fuertes muestras de querer “amnistiar” y “perdonar” a quienes han saqueado y lesionado gravemente el patrimonio nacional, dejando a un lado la justicia, las leyes y el Estado de derecho que, aunque precario, todavía tenemos en nuestro país.

En este mismo contexto, han sido reveladoras las desafortunadas declaraciones de la presidenta nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, quien en medio de las diferencias que su partido y el santón “izquierdista” tienen con el gobernador de Chihuahua, el panista Javier Corral Jurado, se atrevió a declarar que el conocido priísta saqueador Alejandro Gutiérrez Gutiérrez (uno de los principales operadores del desvío de más de 200 millones de pesos del erario chihuahuense a las campañas del PRI en los procesos electorales de 2016) era un “preso político” del gobierno de Javier Corral.

Es evidente que esta representante del partido Morena y virtual vocera de López Obrador no tiene ni la más mínima idea de lo que es un preso político, considerando que quienes se ganan esa condición generalmente son activistas políticos, ambientalistas, luchadores sociales, guerrilleros, intelectuales y artistas, quienes por sus ideales y convicciones han sido encarcelados violando sus derechos civiles y humanos. Nada que ver, por supuesto, con los actos delictivos debidamente comprobados y documentados por el gobierno de Chihuahua cometidos por el ex secretario general del PRI, Alejandro Gutiérrez, cercano colaborador del más que conocido y tenebroso político Manlio Fabio Beltrones.

Otra bofetada que Yeidckol Polevnsky le dio a la ciudadanía mexicana fue decir que el ex procurador General de la República, Raúl Cervantes Andrade, el mismo que registró su Ferrari con un domicilio fantasma en el estado de Morelos, “fue un excelente procurador”.

Ambas declaraciones de esta integrante del equipo cercanísimo de López Obrador no solamente causaron indignación en amplios sectores de la sociedad sino también preocupación porque conjuntamente con el perdón y no revanchismo del santón “izquierdista” hacia personajes indiscutiblemente corruptos como Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto, nos dan el mensaje claro de que en caso de que el tabasqueño gane las elecciones el próximo 1 de julio (cosa que parece ya inminente) la verdadera amnistía que el dueño del partido Morena ha anunciado no será para los capos del crimen organizado, específicamente los del narcotráfico, sino para estos delincuentes de cuello blanco que en los hechos y por sus descomunales saqueos millonarios al erario, han sido muchísimo más peligrosos para el pueblo de México que todos los carteles de las drogas juntos. Así, esa parte de la maquinaria que garantiza impunidad a los integrantes de la partidocracia comienza a mostrarse más que bien aceitada.

En este esquema, y ante las más que derrumbadas campañas de los candidatos del PRI, “El fabricante de pobres”, José Antonio Meade, y del PAN, “El Maestro Limpio” o “Lavador de Dinero”, Ricardo Anaya, (al Bronco ya ni tiene caso mencionarlo), López Obrador, el menos peor de los candidatos presidenciales, se encamina en caballo de hacienda hacia la presidencia de la República con una ventaja en las encuestas de más de 50 puntos porcentuales.

Es innegable que el santón “izquierdista” llegará a la presidencia con un fuerte apoyo popular, pero también es innegable que desde el primer minuto de su gobierno deberá comenzar a cumplir sus promesas de campaña puntualmente, pues de lo contrario esa misma masa de votantes que lo llevará al poder podría rechazarlo mucho peor que al mismo Enrique Peña Nieto, y exigirle su renuncia en menos de lo que nos imaginamos.

Y esta reacción popular no podrá detenerla ni la misma maquinaria aceitada de la partidocracia corrupta. Este tigre, que es el pueblo de México, es el felino que López Obrador deberá de tener bien alimentado y atendido pues no sería la primera vez que en el circo de la vida el domador es devorado por sus fastidiadas fieras.