El servilismo de Cuauhtémoc Cárdenas: ¿Fracaso o éxito de la “izquierda” mexicana?

A finales de 1986, al encabezar la Corriente Democrática al interior del PRI junto con Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Rosalbina Garabito, entre otros, parecían genuinos los ideales de Cuauhtémoc Cárdenas en la búsqueda de una alternativa política para cambiar las cosas en nuestro país.

Su expulsión del PRI en 1987 agigantó su figura opositora al régimen antidemocrático ejercido por este partido, medida que provocó la alianza de los partidos de izquierda existentes en esa época para apoyar su candidatura a la presidencia de la República en las elecciones del 6 de julio de 1988.

Y, según los registros históricos que poco a poco fueron saliendo a la luz con el pasar de los años, Cuauhtémoc Cárdenas ganó la presidencia. ¿Quién no recuerda aquella tristemente célebre “caída del sistema” acaecida en pleno conteo electoral siendo secretario de Gobernación y también presidente de la Comisión Federal Electoral el actual senador del PT Manuel Bartlett Díaz? La votación a favor de Cárdenas estaba siendo abrumadora, por lo que el gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid tuvo que echar mano de esta y otras suciedades para no hacer tan evidente la derrota de su candidato, Carlos Salinas de Gortari quien, a la postre, sería declarado “ganador”.

Varios años después, en 1999, supimos, gracias a la denuncia que hiciera Porfirio Muñoz Ledo, que Cuauhtémoc Cárdenas se había entrevistado en secreto con Carlos Salinas de Gortari un día después de las elecciones del 6 de julio de 1988 para convenir “que se bajaran las movilizaciones” para evitar un estallido social ya que la mayoría del pueblo mexicano estaba indignado por el descarado fraude electoral. Hoy, en retrospectiva y revisando el acontecer político de aquellos años, vemos que Cuauhtémoc Cárdenas cumplió al pie de la letra lo convenido con Carlos Salinas, pues fue muy habilidoso para desalentar la intensidad de las protestas que los sindicatos independientes, organizaciones sociales y líderes de la izquierda realizaban, mismos que le pedían ejercer acciones más radicales para revertir el fraude electoral y sacar al PRI de la presidencia de la República.

Con su llegada al poder como jefe de gobierno del D.F., en diciembre de 1997, Cárdenas fue totalmente omiso y complaciente con los actos de pillería que comenzaron a cometer las tribus perredistas, principalmente las que actuaban bajo la protección de René Bejarano y Dolores Padierna, tanto en el gobierno central como en todas las delegaciones capitalinas.

De sobra sale comentar su caciquismo en el PRD, partido del cual fue dos veces consecutivas candidato presidencial, en 1994 y 2000 (la primera vez, en 1988, lo fue abanderado por el Frente Democrático Nacional), atajando las legítimas aspiraciones de Porfirio Muñoz Ledo, quien seguramente hubiera hecho un papel mucho más decoroso que Cuauhtémoc Cárdenas.

Y en este punto la duda queda: ¿habría obstaculizado Cárdenas a Porfirio Muñoz Ledo atendiendo de nueva cuenta algún convenio con los gobiernos priístas de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, en el entendido de que Muñoz Ledo era dueño de una oratoria explosiva y podía convocar a las masas para ganar la presidencia de la República?

Hoy, el servilismo de Cuauhtémoc Cárdenas ha quedado abiertamente comprobado con la publicación de los cables del gobierno de Estados Unidos dados a conocer por la página web WikiLeaks, de Julian Assange, en los que se revela que el 7 de diciembre de 2006 Cuauhtémoc Cárdenas acudió a la embajada de Estados Unidos en México para manifestar ante integrantes del cuerpo diplomático estadounidense su repudio hacia los bloqueos que en ese momento estaba haciendo Andrés Manuel López Obrador en la avenida Paseo de la Reforma, como medida de protesta por el fraude electoral del que fue objeto por parte del gobierno del presidente priísta Ernesto Zedillo para favorecer al panista Felipe Calderón y darle el triunfo en las elecciones presidenciales de ese año. También, en dicha reunión con los diplomáticos estadounidenses, Cuauhtémoc Cárdenas defendió a Felipe Calderón “otorgándole el beneficio de la duda” y argumentando que podría ser mejor presidente que Vicente Fox.

Lázaro Cárdenas Batel, de bongocero y santero a gobernador de Michoacán.
Lázaro Cárdenas Batel, de bongocero y santero a gobernador de Michoacán.

Estas actitudes, incongruentes y reprobatorias por ser un aparente líder de la izquierda, le han traído beneficios personales y familiares a Cuauhtémoc Cárdenas, como el hecho de haber conseguido en el año 2002, durante el sexenio de Vicente Fox, la gubernatura de Michoacán para su hijo, Lázaro Cárdenas Batel, quien políticamente no tenía ningún mérito para ocupar tal cargo ya que sus principales habilidades eran (y son) tocar las percusiones y practicar la santería cubana.

Ahora, a los 80 años de edad, Cuauhtémoc Cárdenas se apresta para volver a ser, de nueva cuenta, candidato presidencial del PRD en el 2018.

Pero a estas alturas, y poniendo en la balanza histórica las actuaciones de este político, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que son más los costos políticos y sociales negativos que Cuauhtémoc Cárdenas le ha conferido al pueblo de México al servir, de alguna u otra manera, como eficaz muro de contención de las luchas sociales para evitar la caída de los regímenes oligárquicos de derecha del PRI y del PAN.

Cuauhtémoc Cárdenas, incongruente y contradictorio líder de la “izquierda” mexicana.
Cuauhtémoc Cárdenas, incongruente y contradictorio líder de la “izquierda” mexicana.

En este sentido, la “izquierda” mexicana ha fracasado con esta clase de “liderazgos” en sus supuestos “intentos” por llegar al poder, o más bien ha tenido éxito al cumplir cabalmente esos convenios secretos con la derecha para “bajar las movilizaciones”. En cualquier caso, el único perdedor ha sido el pueblo de México que una y otra vez ha visto truncadas sus aspiraciones a una vida mejor.

Así las cosas, si la derecha depredadora no es el camino, tampoco la “izquierda” cómplice de esta.

La única vía es la de las candidaturas independientes, a través de las cuales podamos elegir a ciudadanos ajenos a cualquier tipo de compromisos sucios.