Morena, ¿la esperanza de México o la decepción nacional?

[dropcap]L[/dropcap]as campañas políticas de este año 2016 ya van a la mitad del camino en los doce estados en donde el próximo 5 de junio la ciudadanía elegirá a nuevos gobernadores, presidentes municipales y diputados locales.

En estos días, los mexicanos estamos siendo testigos de ejemplos lastimosos de miseria humana interpretados tanto por algunos dirigentes nacionales de los partidos políticos como por infinidad de dirigentes locales y militantes de estas instituciones que conforman la partidocracia corrupta.

Así, no deja de sorprendernos la cadena de rupturas, deslealtades, traiciones y emigraciones individuales y colectivas de un partido a otro que se están dando, siempre a conveniencia personal o de grupo, pues ya de todos es bien sabido que estas facciones solo procuran salvaguardar sus intereses, mientras los intereses del pueblo bien pueden irse por la borda.

En estos estados (Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas), quizá los espectáculos más grotescos los está dando el partido que se suponía iba a ser la esperanza de México, el partido Morena, de Andrés Manuel López Obrador, que por lo menos en siete de estas entidades, Durango, Sinaloa, Quintana Roo, Chihuahua, Tamaulipas, Aguascalientes, Veracruz y Oaxaca, ha tenido conflictos vergonzosos con su militancia por las imposiciones descaradas que el jerarca de la izquierda ha hecho de los candidatos de su partido a las gubernaturas de estos estados, violando la mayoría de las veces los estatutos de su propio partido.

Muy lamentable y vergonzoso que el periodista Guillermo Favela, candidato de Morena a la gubernatura de Durango, lleve como compañeros de fórmula electoral a candidatos vinculados con el gobierno estatal priísta, a otros relacionados con la ultraderecha y algunos abiertamente homofóbicos.
Muy lamentable y vergonzoso que el periodista Guillermo Favela, candidato de Morena a la gubernatura de Durango, lleve como compañeros de fórmula electoral a candidatos vinculados con el gobierno estatal priísta, a otros relacionados con la ultraderecha y algunos abiertamente homofóbicos.

En Durango López Obrador impuso a su amigo, el periodista Guillermo Favela Quiñones; en Sinaloa, contra la voluntad de la mayoría de la militancia morenista, impuso a Jesús Estrada Ferreiro diciendo que había ganado el primer lugar en las encuestas, mientras los militantes de Morena denunciaron que Estrada Ferreiro había obtenido el cuarto lugar; en Quintana Roo, designó también de manera unilateral a José Luis Pech Varguez, ex priísta relacionado con actos de corrupción durante la administración estatal de Joaquín Hendricks, en la que ocupó el cargo de secretario de Hacienda estatal; en Chihuahua, nuevamente por decisión personal e ignorando a las bases de su partido, impuso al ex panista Francisco Javier Félix Muñoz, primo del dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero Muñoz; en Tamaulipas, igual, violando los estatutos de su partido nombró a Héctor Martín Garza González, uno de los principales proveedores del gobierno estatal priísta y pariente del connotado empresario de la rama petrolera, Ramiro Garza Cantú, gritándole a los militantes en un acto público: “¡Si no les gusta váyanse al PRI!”; en Aguascalientes designó a la presidenta estatal de Morena, Nora Ruvalcaba Gámez, acusada por la militancia hidrocálida de cometer actos de nepotismo.

Así mismo, el santón izquierdista ha sido fuertemente cuestionado en Veracruz por los supuestos tratos que la dirigencia estatal de Morena y el mismo López Obrador hicieron con el nefasto gobernador saliente Javier Duarte de Ochoa, para apuntalar a Morena como segunda fuerza electoral en este estado y entorpecer la campaña del candidato panista a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Linares.

En Oaxaca también fueron numerosos los reclamos que el dirigente nacional de Morena recibió por la imposición de candidatos. Y Durango quizá sea el ejemplo más claro y lastimoso de la alianza tácita que Morena tiene con el PRI, por la cooptación y filtración que el corrupto gobierno estatal priísta llevó a cabo en el partido lopezobradorista, en donde el dirigente estatal, el tlahuaquense Rosendo Salgado Vázquez, designó a candidatos a alcaldes y a diputados estrechamente relacionados con el gobierno estatal priísta y con la ultraderecha, a otros que son prácticamente desconocidos aún para la misma militancia morenista duranguense, y a algunos con tan escasa o nula preparación académica y cultural que hasta públicamente han mostrado sus actitudes discriminatorias hacia la comunidad homosexual. Hoy, la fractura de Morena en Durango, provocada por la corrupción que el mismo López Obrador ha solapado, es más que evidente pues el presidente del comité estatal, Rosendo Salgado Vázquez, prefiere atender los llamados de los personeros del gobierno estatal priísta que acudir a los pronunciamientos y actos de campaña de su candidato a la gubernatura, Guillermo Favela Quiñones, un candidato solitario, abandonado por los dirigentes estatales de su partido, a quienes por razones muy particulares no les interesa apoyarlo para nada en esta contienda electoral.

En este contexto, el PRI, por desgracia, es el único partido a quien benefician las corruptelas cometidas por los dirigentes estatales de Morena que han sido cooptados por los gobiernos priístas de los estados en donde habrá elecciones; cooptaciones y corruptelas de las que López Obrador debe o debió haberse enterado, pero por determinadas razones no hizo absolutamente nada para evitarlas o revertirlas.

Así las cosas, si Morena representaba la esperanza de México, en estas elecciones fueron sus propios dirigentes nacionales y estatales quienes derrumbaron esa esperanza dándole la espalda a la ciudadanía, ya que en estos 12 estados en los que habrá comicios fueron miles de ciudadanos, militantes de Morena y externos, con historiales políticos y académicos impecables, los que se acercaron a este partido para solicitar sus registros como aspirantes a candidatos a gubernaturas, alcaldías y diputaciones, pero la mayoría fueron rechazados.

Y la duda queda: ¿Por qué Andrés Manuel López Obrador y sus dirigentes estatales tomaron esta actitud de jugar a perder eligiendo en la mayoría de los casos a ciudadanos de muy bajo perfil como candidatos si estas elecciones de 2016 son la antesala de las elecciones presidenciales de 2018? ¿Será que, al fin de cuentas, López Obrador está siguiendo el mismo camino que desempeñó Cuauhtémoc Cárdenas como “muro de contención” de la oligarquía?

El pueblo es sabio, y no por nada casi lapidó a tortazos a Cuauhtémoc Cárdenas cuando erróneamente se atrevió a acudir a aquella manifestación por los 43 de Ayotzinapa, en la Ciudad de México, así como también despidió a jitomatazos al mismo Andrés Manuel López Obrador en marzo pasado, en Rosarito, Baja California, por las imposiciones arbitrarias que hizo de candidatos, violando, por enésima vez, los estatutos de su mismo partido.

Así las cosas, son muy pocas las opciones serias que tiene la ciudadanía para votar por los candidatos de la partidocracia, que a todas luces se ve que están coludidos unos con otros para obtener beneficios pingües después del 5 de junio y dejar al pueblo de México igual o peor que como está. La única alternativa que le queda al electorado es votar cuidadosamente por esos candidatos partidistas e independientes en los que tenga confianza absoluta de que verdaderamente lo va a representar; luego, vigilarlo, reclamarle duramente y exigirle su renuncia si no cumpliera con sus funciones. Por eso hoy más que nunca urge que los ciudadanos exijamos la figura jurídica de la Revocación de mandato.