Álvaro Carrillo, de Cacahuatepec al mundo entero

De la redacción de raza cero.

 

“Pasarán más de mil años, muchos más, yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá tal como aquí en la boca llevarás sabor a mi”.

El dos de diciembre de 1919 nace en Cacahuatepec, un poblado de la Costa Chica de Oaxaca, Álvaro Genaro Carrillo Alarcón, quien a la postre sería conocido simplemente como Álvaro Carrillo, el genial compositor que con sus canciones le daría prestigio a nuestro país en todo el mundo.

Álvaro Carrillo con su esposa Ana María Incháustegui Guzmán.
Álvaro Carrillo con su esposa Ana María Incháustegui Guzmán.

Siendo adolescente, luego de las peripecias de una vida precaria y haber quedado huérfano de madre desde la infancia, Álvaro Carrillo ingresa a la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, en donde se titularía como Ingeniero Agrónomo en 1945. Para entonces, Álvaro Carrillo ya se perfilaba como un creador de gran calibre pues era ampliamente conocido en la región por sus composiciones musicales. Pero el éxito rotundo lo alcanzaría en la ciudad de México, en donde llegó a principios de la década de los años cincuentas a trabajar en la Comisión Nacional del Maíz, y a la par comenzó a conocer a personajes relacionados con el mundo de la música. Es así que entabló relación amistosa con el trovador costarricense Carlos Madrigal, quien le presentó a Antonio Pérez Mesa y a Pepe Jara, integrantes del trío Los Duendes, que a la sazón serían los primeros intérpretes de Álvaro Carrillo al grabarle su canción Amor mío, que inmediatamente tuvo éxito en la radio. Y este sería el parteaguas en la vida de este extraordinario compositor ya que a partir de este momento Álvaro Carrillo deja su profesión de ingeniero agrónomo para dedicarse de lleno a componer canciones, realizando años más tarde una de sus más acabadas obras maestras: Sabor a mi. Al respecto, su hijo Mario Alberto Carrillo relata en su blog titulado Con sabor a mi padre:

“Fue en diciembre de ese año, 1957, cuando en la cena de Navidad, ya estando comprometidos, mi padre tomaba whisky, y entre trago y trago le depositaba un beso a mi mamá. Mi madre, como casi toda mujer, le empezó a reclamar que estaba tomando mucho, sugiriendo que dejara de hacerlo. Pero mi padre hacía “mutis” para servirse otro whisky, y así, sorbo tras sorbo y beso tras beso, los reclamos se hicieron rutina. En una de esas, cuenta mi tía que mi mamá le dijo a Álvaro Carrillo que de tanto beso ya la estaba emborrachando, que ella sin tomar nada ya tenía en la boca el sabor a whisky. Mi padre, tras una breve pausa, le reviró y le dijo: ‘lo que tienes en la boca no es sabor a whisky, es sabor a mí’. Ambos, cómplices de la poesía, entendieron en ese momento que la frase suscitada de ese reclamo era una sentencia poética que debería convertirse en canción. Mi madre la anotó como tarea para mi padre y, rompiendo su sobriedad, tomó un trago del vaso de mi papá y brindaron por el que sería, probablemente, el éxito más grande que Álvaro Carrillo haya compuesto”.

Y en efecto, Sabor a mi ha sido grabada en casi todos los países del planeta por prácticamente la totalidad de intérpretes de música romántica, desde los más modestos que entretienen a los parroquianos en los bares de los barrios bajos de cualquier ciudad del orbe hasta las máximas figuras del canto en los principales escenarios del globo terráqueo. Fue Yoshiro Hiroishi, el célebre intérprete japonés, quien inmortalizó este tema en su país, y la enorme cantante estadounidense de origen hispano-turco, Eydie Gormé, hizo lo propio con su inigualable versión, acompañada del trío Los Panchos.

Álvaro Carrillo, su esposa Ana María Incháustegui y su chofer mueren el 3 de abril de 1969, alrededor de las 7 de la tarde, en un trágico accidente automovilístico en la carretera Cuernavaca-México, luego de que la conductora de una vagoneta invadió el carril contrario para impactarse en el vehículo del compositor. Milagrosamente, sobreviven al accidente sus dos pequeños hijos que los acompañaban, Pedro Álvaro y Mario Alberto. Álvaro Carrillo y su familia regresaban de Chilpancingo, Guerrero, a donde habían asistido al informe de gobierno del entonces mandatario estatal Caritino Maldonado Pérez.

Con su esposa, de espaldas, y sus hijos, Mario Alberto, con gorrito, y Pedro Álvaro.
Con su esposa, de espaldas, y sus hijos, Mario Alberto, con gorrito, y Pedro Álvaro.

Álvaro Carrillo tuvo el mérito de triunfar con sus canciones y su guitarra en una época en la que dos monstruos dominaban todo el panorama musical en México y Latinoamérica: Agustín Lara y José Alfredo Jiménez.

Hoy, Álvaro Carrillo, al igual que aquellos, sigue vivo en los corazones y los oídos de todos los mexicanos y los ciudadanos de todas las latitudes que alguna vez han escuchado y cantado alguna de sus melodías: Sabor a mi, Luz de luna, El andariego, Amor mío, Como un lunar, Dos horas, Un poco más, Puedo fallar, Cancionero, Sabrá Dios, Seguiré mi viaje… son auténticos himnos del romanticismo que han quedado para siempre grabados en la memoria colectiva de muchas naciones tan distantes y diferentes como Grecia y Japón o México y Rusia.

Álvaro Carrillo… nuestro Álvaro Carrillo, fue un regalo que Cacahuatepec, Oaxaca, quiso darle al mundo entero.