La educación en la globalización

Luis Leija.

Las reformas hechas al vapor en nuestro país fueron delineadas desde las más altas esferas empresariales de los corporativos transnacionales para favorecer intereses ajenos a nuestro pueblo y conforme a la globalización neoliberal, cuyo objetivo primordial es lucrar encima de cualquier otra circunstancia.

Para lograrlo fue necesario colapsar todo el esfuerzo realizado durante tantos años para proteger los anhelos revolucionarios que intentaron socializar la economía y con ello la salud, la educación, la alimentación y los transportes de nuestro país.

Las instituciones que salvaguardaban estos vitales temas siguen siendo colapsadas desde dentro por la corrupción y la traición de los seudo políticos al servicio de los planes emanados del exterior, por lo que podemos concluir inequívocamente que nuestros gobiernos no obedecen la voluntad ciudadana nacional.

La división de poderes en México no existe, no son independientes, están subordinados a la dirigencia partidaria y al Ejecutivo, y éstos sometidos a las directrices dictadas desde Washington a través de sutiles mecanismos, como el cabildeo. Quien debe estratosféricas cantidades de dinero no le queda otra que obedecer a sus acreedores: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Las reformas estructurales emprendidas por su operador, el iletrado Peña Nieto, son producto de un pacto partidista firmado en la opacidad y aprobadas “fast track” por el poder Legislativo, sin consultar al pueblo, al cual se aplicarán las famosas reformas, mismas que le perjudican dolosamente.

La educación es quizá la parte medular de estas reformas. Las corporaciones mundiales, en su obsesivo afán de lucro, no dudan en pisotear toda resistencia que se oponga a sus medidas expansivas y han ordenado que los planes de estudio de los países subordinados obedezcan las instrucciones que convienen a las corporaciones dueñas del mundo, haciendo de los sistemas educativos escuelas de esclavos modernos, abnegados, resignados y conformistas, negando toda consulta con académicos,  profesores, padres de familia y alumnos para diseñar y construir el contenido de la educación.