CONSULTA AL ABOGADO

El poder, la soberbia y la hipocresía, las enfermedades más destructivas que padecen los políticos.

Sócrates Campos Lemus.

La vida tiene muchas vueltas y no hay nada como entender que lo que decía José Martí es una realidad: “Portarse bien es la mejor manera de ser feliz y ser culto es la mejor manera de ser libre”. Así que cuando recuerdo aquella anécdota que muestra el lado humano o deshumanizado de la justicia o aquello que señala que el que ríe al último ríe mejor, me pongo a reflexionar sobre muchos temas.

Cuentan que un día un carnicero acudió al despacho de un abogado para hacerle una consulta:

-Abogado, dígame usted, ¿se puede demandar al dueño de un perro que entra a mi carnicería y se lleva un filete?

-Claro -contesta el abogado.

Y le vuelve  a preguntar el carnicero: -¿Y cuánto sería la multa que pagaría este dueño del perro, porque su perro se llevó un gran filete de la carnicería?

Contesta el abogado:

-Pues cuando menos, sería una multa de tres mil pesos.

El carnicero, con cara de felicidad, le dice al abogado: -Pues váyame pagando los tres mil pesos, porque tengo testigos de que su perro es el que se llevó el filete, y si no quiere que lo demande mejor págueme.

El abogado, sin chistar, entendiendo lo que había dicho en la consulta, sacó el dinero y le pagó al carnicero, quién se fue muy contento porque creía haber jodido al abogado.

Al día siguiente, al llegar a la carnicería, le esperaba un propio del abogado con una nota que decía: “Honorarios de consulta al señor abogado por parte del señor carnicero: Seis mil pesos. Como tengo testigos de que ocurrió a mi despacho a consultar del tema y se pasó varias horas en el mismo, motivo de la consulta, le ruego que cubra los honorarios para que no tenga que demandarle y llevar a los testigos a la corte”.

Como ven, el que ríe al último, ríe mejor… o así parece. En verdad, yo no puedo entender la nueva “lógica” utilizada por Andrés Manuel López Obrador en el sentido de que manda mensajes y hace declaraciones respecto a que tiene  “informes de que el presidente, Enrique Peña Nieto está enfermo y que, por tal motivo, debería dejar el poder”, esto me hace pensar en la historia del carnicero con el abogado. Hace algunos meses, cuando sus huestes rodeaban las instalaciones del Senado y se creía que se iniciaba una intensa jornada de protestas, encabezadas por él, para denunciar la venta del petróleo y los recursos del país, de pronto apareció la noticia de que López Obrador, tuvo que ser trasladado de emergencia a uno de los hospitales más caros del país, porque había sufrido un infarto de corazón. Hasta allá se trasladaron muchos simpatizantes que rogaban y rezaban por su salud, llegaban los eternos grillos de la izquierda y de la derecha para manifestar ante los medios de comunicación, que todo lo registraban, su apoyo y solidaridad con el enfermo. Se hicieron rondas para que los principales funcionarios de Morena y su hijo se turnaran para hacer las guardias en el bloqueo de las instalaciones del Senado, y se llamaba  a los medios para que registraran que la “lucha continuaba” a pesar de que el líder estaba en cama con graves dolencias. El mismo presidente Peña Nieto enviaba mensajes deseando su pronta recuperación, y los miembros del gabinete hicieron lo mismo. Hoy, parece que las cosas se voltearon, en el buen sentido, ya que López Obrador asegura que tiene información “confiable” de que el presidente sufre una grave enfermedad y que lo mejor que puede hacer es “abdicar al trono de la presidencia de la República” o que renuncie. Y hablamos de trono en México porque los gobernantes tienen ese comportamiento de reyes y de virreyes en todo el país. Ya explicaron por todos los mecanismos que lo que señala López Obrador sobre la salud del presidente no es correcto, salieron boletines y declaraciones, se le ve en las giras y los viajes internacionales con fortaleza y salud. No creo que esta sea una buena forma de tratar de replicar: “Efectivamente, a mí me dio un infarto y es por esa razón que muchos militantes de Morena y de la “izquierda domesticada” piensan que ya estoy viejito y enfermo y que no debo contender nuevamente por la presidencia de la República, así que distraigo la atención y digo que el que está enfermo es el presidente, para que la gente vea que hasta los ‘enfermos’ nos pueden gobernar”, como explica aquella canción que decía: María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo, le sigo la corriente…”. Y con declaraciones y distracciones políticas, los mexicanos estamos jodidos, porque entre los dimes y diretes de los políticos, que de eso viven, nos suben el precio del gas y de los combustibles, y a pagar, porque ya estamos domesticados, de tal suerte que pagamos para que nos chinguen… los unos y los otros.