Julio Cortázar; 100 años del Cronopio Mayor

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Por Nayely Reyes

Saltillo, Coah.- Un cronopio es un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas”. Julio Cortázar nombró así a sus peculiares personajes, sin embargo, el término fue utilizado antes por algún naturalista argentino para bautizar a un mamífero extinto encontrado a orillas del tío Negro. Conocidas ya las dos acepciones de la palabra, es fácil afirmar que el Cronopio Mayor tiene mucho de “fuera de margen” y nada de extinto.

El nacimiento de Julio Cortázar se produjo accidentalmente (en el sentido de que pudo ocurrir en cualquier otra parte del mundo) en Bruselas, el 26 de agosto de 1914. Justo ese día las tropas del Kaiser entraban a Bélgica. En palabras de Cortázar, el suyo fue “un nacimiento sumamente bélico que dio origen a uno de los hombres más pacifistas que ha conocido la humanidad”.

Pronto los Cortázar se alejaron de la guerra y se acomodaron en un cómodo barrio argentino llamado Banfield, del que Julio siempre habló con nostalgia y que retrató en “Todos los Venenos” y “Final del Juego”. Ahí pasó su infancia enfermo de libros y de amor. Cuando tenía 9 años, un doctor le dijo a su madre que Julio debía leer menos, ese mismo año escribió su primera novela, una obra “lacrimosa y fatalista”.

Julio debía tener 12 años cuando descubrió que su sentimiento de lo fantástico no era como el de los otros. Después de leer la historia de Wilhelm Storitz, el hombre invisible planteado por Verne, quedó maravillado y decidió compartirla con uno de sus compañeros de clase. “Es demasiado fantástico”, le dijo desdeñosamente al regresársela. El Cronopio no lo creía, para él, si estaba escrito en un libro, era irrefutablemente posible la existencia de un hombre invisible.

Lo mismo ocurría con todo lo demás. “Descubrí, y era un poco penoso, que yo me movía con naturalidad en el territorio de lo fantástico, sin distinguirlo demasiado de lo real. Que sucedieran cosas fantásticas en los libros y que pudieran sucederme a mí en la vida, eran hechos que yo asumía sin protesta y sin escándalo”, confesó alguna vez en una entrevista.

De ese sentimiento nació “Bestiario”, una recopilación de seis cuentos que refutan la realidad aceptada y gritan con voces fantasmales que todo lo que conocemos nos miente. “Bestiario” es la puerta de entrada al universo cortazariano. En él, las casualidades, coincidencias y excepciones no son otra cosa que las máscaras que le ponemos a lo fantástico para evitar que nos amenace.

Insólito-Cotidiano

Amante confeso del jazz y del box, de los gatos y de Glenda Jackson, de los libros y las palabras, de París y de Argentina (porque las ciudades son cómo las mujeres y se puede amar a muchas a la vez), Julio Cortázar fue, citando a Federico García Lorca, “sólo un pulso herido que rondaba las cosas desde el otro lado”.

En lo insólito-cotidiano navega la obra del Cronopio. A cien años de su nacimiento, su prosa breve y apasionante ha sumado cada vez más lectores habidos y desestructurados que saben que el mundo no tiene nada que ver con las apariencia actuales.

Leer a Cortázar es aceptar que nada será igual después de abrirle la ventana, de jugar con él a la rayuela, de meterlo en una pecera convertido en pez, de dejarlo vomitar conejitos en una maceta de trébol. Al igual que lo fantástico, Cortázar existe y párale de contar.