Fracaso electoral
Con un país convulsionado política, social y económicamente, el Instituto Nacional Electoral, ya totalmente desprestigiado, se apresta a llevar a cabo las elecciones de este 7 de junio.
Muchas son las acusaciones que la ciudadanía tiene en contra del INE, desde haber impedido de manera ilegal el registro de la mayoría de candidatos independientes hasta solapar los abusos de todos los partidos políticos, específicamente del Verde “Ecologísta”, a quien este instituto procuró la información confidencial de los ciudadanos, registrada en el padrón electoral, para que realizara su reparto masivo a domicilio de cientos de miles de tarjetas de descuento en tiendas departamentales y de boletos de la empresa Cinemex.
Con una reforma Político-Electoral que contempla leyes que en los hechos no son aplicadas y restricciones que tampoco son respetadas por los partidos políticos, este proceso electoral quizá habrá sido uno de los más desaseados en toda la historia de nuestro país. A esto se agrega el nulo papel que tiene ese elefante blanco denominado Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE), que a los ciudadanos jamás nos ha servido absolutamente para nada. Y la prueba de ello es el ascenso al poder del mismo presidente de la República, Enrique Peña Nieto, quien flagrantemente violó el tope de gastos de campaña más de diez veces de lo establecido.
Hoy, lo que los ciudadanos hemos visto en estas elecciones ha sido un festín de corrupción, impunidad y violencia protagonizado por los integrantes de la partidocracia, muchos de los cuales forman parte del crimen organizado.
Así, enormes cantidades de dinero de las instituciones públicas han sido sustraídas por funcionarios saqueadores para solventar los gastos de campaña de los partidos a los que pertenecen y que detentan el poder en los estados de la federación, principalmente el PRI, y el PRD en la capital del país.
Recursos financieros, materiales y humanos que deberían destinarse para atender las necesidades de la ciudadanía han sido puestos al servicio de la mayoría de los candidatos de estos partidos políticos para realizar sus actividades proselitistas, la compra de votos y organizar el acostumbrado acarreo de ciudadanos a las casillas electorales.
La tan cacaraqueada reforma electoral no ha servido para nada, pues quienes deberían de respetar las leyes que de ella emanaron, es decir, los políticos y sus partidos, son los primeros que las violan manteniendo los procesos electorales en el mismo estado de primitivismo que siempre han tenido.
Hoy, luego de tantos atropellos, engaños y fraudes electorales, la ciudadanía ya sabe que esta forma de “elegir” a nuestros gobernantes a través de los partidos políticos nunca ha sido funcional, pues son los integrantes de la clase política y los representantes de estos institutos mafiosos quienes, tras bambalinas, nos imponen a quienes nos gobiernan, aun desde antes de que se lleven a cabo los procesos electorales.
Este cansancio social, en este proceso electoral, ha sido más que evidente pues a lo largo y ancho de la República la ciudadanía ha manifestado su abierto rechazo a las campañas electorales de los partidos políticos, ya sea ignorando a sus candidatos, increpándolos airadamente e inclusive hasta quemando sus banderas y propaganda.
Y es que ya son demasiadas las cuentas pendientes que la partidocracia tiene con la ciudadanía, como por ejemplo mantener al país hundido en la desesperanza económica con un aumento alarmante del desempleo y la miseria, así como haber convertido nuestro territorio en un auténtico campo de guerra entre los carteles de las drogas y las mafias que detentan el poder, mafias de gobernantes que, por su incompetencia y ambición desmedida, han perdido el control de nuestra seguridad nacional y han entregado totalmente nuestra soberanía a los aviesos intereses del imperio drogadicto estadounidense.
En este contexto, la clase gobernante mexicana, compuesta por la partidocracia y los poderes fácticos, léase oligarquía, son un verdadero gremio delictivo que se protege a sí mismo elaborando leyes que no se aplica… impunidad que le ha permitido enriquecerse ilícitamente con nuestro dinero, como lo han hecho casi todos los presidentes de la República (con excepción de Benito Juárez), siendo el más notorio este que actualmente tenemos, Enrique Peña Nieto, y los principales integrantes de su gabinete, y como lo hacen la mayoría de los gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores y magistrados, de cuyas fechorías y felonías nos enteramos a través de las grabaciones de sus conversaciones telefónicas, producto del espionaje que entre ellos mismos se practican dentro de sus disputas obscenas por el poder.
Aparte de estas orgías de corrupción, esta partidocracia y la élite gubernamental cargan en sus espaldas infinidad de genocidios que como nación nos tienen avergonzados e indignados, principalmente el de los 46 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, al que se suman innumerables masacres perpetradas tanto por gobiernos priístas, panistas como perredistas, con las respectivas represiones brutales a las manifestaciones masivas de protesta que la ciudadanía ha hecho.
¿Votarán por esta partidocracia esos cientos de miles de personas que han sido golpeadas por las fuerzas policíacas que estos gobiernos les han echado encima cuando han protestado por los abusos y asesinatos que han cometido?
¿Votarán por esta partidocracia los millones de mexicanos que han perdido sus empleos y sobreviven en la pobreza extrema por la ausencia de una política pública de fomento económico y desarrollo social?
¿Votarán por esta partidocracia los cientos de miles de profesores de la CNTE que han sido ignorados y golpeados por defender la educación pública?
¿Votarán por esta partidocracia los cientos de miles de trabajadores ferrocarrileros, electricistas, petroleros, de salud y de aviación que han sido despojados de sus fuentes de empleo durante los últimos sexenios?
Al parecer, el tiempo de la partidocracia ya ha terminado y se mantiene con respiración artificial, esa respiración que solo puede darle el llamado voto duro o cautivo de ese precariato y burocracia que son acarreados a las casillas electorales a cambio de miserables dádivas y amenazados con perder sus empleos. Pero hoy, hasta estos sectores marginados y sometidos ya están hartos de ser utilizados para que una punta de bribones se enriquezca a su costa.
Por todo lo anterior, ya es tiempo de que los mexicanos optemos por otra forma de gobierno que nos garantice la paz, la seguridad social y la estabilidad económica.
Ya es tiempo de que nos demos la oportunidad de vivir tranquilos y de tener en nuestras mesas un plato de comida digna para cada uno de nuestros hijos.
Ya es tiempo de decirle adiós a la partidocracia corrupta.