Una mirada retrospectiva

Luis Leija.

Si los actuales políticos son títeres movidos desde los poderes fácticos superiores, los de antaño eran marionetas flotando a merced de las aguas revueltas por las potencias hegemónicas en pugna.

Desde  presidentes, gobernadores, diputados, senadores, ministros,  secretarios y generales para abajo, todos son piezas menores en el tablero mundial de la política.

Cuando analizamos con lupa los acontecimientos históricos, podemos ver hazañas bélicas fabulosas a cargo de héroes patriotas, haciendo enormes sacrificios y entregando su vida a la nación, aunque luego la propia historia los descalifique para después reivindicarlos y así sucesivamente. Pero si nos alejamos para lograr una más amplia perspectiva en la distancia y en el tiempo, se nos revelan otros contextos mucho más complejos, que les dan explicación a estos mismos sucesos.

La mayoría de senadores y diputados se han enriquecido aprobando las iniciativas de reformas que agreden al pueblo de México.

Tanto nuestra revolución como nuestra independencia, no son ni han sido hechos aislados, genuinos y menos auténticos, sino que estuvieron sometidas dentro de un complejo contexto mundial ajeno y distinto a lo que coló nuestra historia nacional.

Las potencias hegemónicas mundiales se disputaban los territorios y los mercados, tal como lo siguen haciendo hoy en día; recursos naturales y materias primas estaban en juego. Por ejemplo: la invasión francesa de México tenía la esencial intención de frenar el expansionismo estadounidense en América, y ahí estuvo el ejército mexicano defendiendo no específica ni directamente la hegemonía de Estados Unidos, lo hacía de rebote, como en una carambola de tres bandas, mediante nuestros ilustres héroes como Porfirio Díaz.

El control del país no lo tiene el pueblo de México y las riendas de nuestra patria tampoco están en manos ni del PAN ni del PRI, ni del PRD, estos son solo los capataces permitidos por la Doctrina Monroe, el Destino Manifiesto y la Reserva Federal.

Las reformas, que tanto aplauden los políticos y los medios nacionales, fueron diseñadas allá, atrás de las fronteras; a nosotros, al pueblo mexicano, no solo no nos consultan, ni siquiera nos toman en cuenta. Pero juran que nuestra voluntad está representada y se manifiesta en las elecciones democráticas, de las que hoy –dicen- nos debemos sentir orgullosos.