Decentes corruptos
“Los medios de comunicación no sirven para difundir la información, sirven para desvirtuarla”.
Umberto Eco, en su libro titulado Número Cero, nos cuenta la historia cuando se genera una agrupación de personas honestas con el fin de ingresar a una organización de deshonestos para identificarles y llevarlos ante las autoridades, pero para poder ingresar a la organización de corruptos tienen que convertirse en corruptos para ser aceptados, con el resultado de que les gusta más la corrupción y dejan a un lado su lucha en contra de la corrupción.
Me comentaba alguno de los políticos que trataba que el presidente de México siempre llega al poder con las mejores intenciones, no quiere ser deshonesto, no quiere ser represor, no quiere se ineficiente, no quiere ser vende patrias… en fin, todo lo bueno que considera debe ser es el capital con el que llega al poder, pero, así es la realidad, luego de un tiempo en el poder todos terminan siendo lo que no querían ser: deshonestos, corruptos, ineficientes, represores, mentirosos, desclasados, vende patrias; en fin, como si la realidad les mostrara que lo que tienen como objetivos de lucha son blancos equivocados y por esa razón se dan las cosas al revés…
Curiosamente, en el caso de Iguala, de los desaparecidos de Ayotzinapa, pareciera que hay un involucramiento de los políticos de izquierda que se marearon con el poder corruptor de los grandes fondos económicos del narcotráfico. Los productores, distribuidores, lavadores de dinero, operadores políticos y narcotraficantes de la producción de marihuana y de los productos de la amapola y los precursores químicos que se procesan en Acapulco, formaron un inmenso mar de complicidades y de negocios ilícitos que fueron corrompiendo las estructuras políticas hasta que estas se encontraron inmersas en lo que se puede denominar narco política, y en este contexto pudieron manipular a los grupos de la represión social, de tal forma que los llevaron al asesinato y desaparición de personas y de grupos sociales.
El control de los grupos de delincuentes, ahora asociados con el poder político y económico de la entidad, se ha extendido incluso a los autobuses de pasajeros en los que hoy en día se transportan las drogas y por sus condiciones son imposibles de revisar. Así, las ligas entre narcotraficantes, operadores y dueños de los vehículos han provocado una intensa movilización represora cada vez que, por cualquier motivo, los grupos de protesta social se apropian de algunos de estos transportes, cuando éstos no saben que están cargados de drogas, precursores, armas o dinero del narcotráfico, y es así entonces que la Policía Federal de Caminos es la que impulsa la primera fase de la represión entregando a los grupos de activistas sociales responsables de secuestrar autobuses a las policías locales, y éstos a su vez a los grupos de la delincuencia, o bien a los escuadrones paramilitares encargados de reprimirlos o eliminarlos.
Así que no hay duda, entendemos las relaciones que se fueron fortaleciendo entre la
“izquierda” del país con ese poderoso grupo criminal, y que con los fondos entregados por ese cartel lograron colocar a muchos hombres en el poder que hoy mantienen las relaciones políticas y de protección a estos grupos criminales. Si esto no se ha entendido en el caso de Ayotzinapa es simplemente porque se quieren ocultar otras posibles relaciones y complicidades entre políticos y grupos crimínales que llegan a otras partes del país, como en este caso se muestran en Morelos, Estado de México y Distrito Federal o por los caminos de Oaxaca y Veracruz, hasta llegar a los límites fronterizos del norte. Las cantidades de drogas, dinero y fuerza paramilitar que se mueven, así como el tráfico de gente y de armas en esa red son inmensas, y por tanto es que se complican todas las investigaciones, ya que hay importantes personajes involucrados en esa red, de tal forma que sería casi imposible investigar en el seno de los especuladores financieros y banqueros o en los círculos de “empresarios y políticos” que sirven a dicha organización. Recordemos que los “transportistas” tienen una inmensa liga de complicidades y relaciones con los miembros del poder político y del crimen organizado, por esa razón son intocables.
Si se hace un análisis comparativo de los costos de campañas y de las inversiones de los políticos en esas entidades, veremos que hay una distancia considerable entre lo que reciben oficialmente y lo que gastan en la realidad con el fin de garantizar los resultados positivos de una elección para llegar al poder y, sobre todo, después, para conservarlo y ampliar la red de protección.
Los gastos son enormes y es por ello que en varias organizaciones políticas y sociales se nota de inmediato la fortaleza de muchos de sus cuadros políticos, cuando se ven reflejados sus gastos en la fuerza real que sostienen dentro del esquema político. Es por esa razón que la mayor preocupación de las organizaciones internacionales es el comportamiento de esos grupos poderosos que hoy en día tienen raíces en el núcleo del poder, y así vemos cómo, por ejemplo en Oaxaca, aumenta el tráfico, producción y distribución de drogas, armas, gente y dinero, y se convierte la región en un punto importante en el tráfico y en la producción de los derivados de la amapola, marihuana y cocaína, así como de los precursores químicos, haciendo inmenso el poder de los que controlan todo esto sobre las organizaciones sociales y políticas de todos los niveles.