El Istmo en llamas
Sócrates Campos Lemus.
Hace años, durante una visita a Salina Cruz y Juchitán, recuerdo que estaba con algunos amigos desayunando en lo que fuera el hotel de “Beto Mole”, a la orilla del mar y cerca de la Salina del Marqués, ahí llegó una chiquilla de no más de trece años, flaquita y mugrosa de andar pidiendo en la calle, acompañada de dos hermanitos, uno como de siete años y el otro crío como de tres, la chica de Guatemala se acercó con timidez a nosotros y nos dijo: “¿No quieren que les haga el amor?”, la propuesta nos dejó helados y asombrados, le dijimos que no. Sin más, después nos dijo que ella nos podría hacer lo que quisiéramos porque ella y sus hermanos ya tenían dos días sin comer. Nos comentó que sus padres se siguieron en el tren rumbo al norte, a los Estados Unidos; ellos iban huyendo de Guatemala por la guerra desatada por los gringos y los militares guatemaltecos, y como no pudieron subir al tren se quedaron, con la esperanza de que pronto regresarían por ellos, pero ya llevaban varios días así. Los invitamos a desayunar y vimos que no era mentira lo que decía por la voracidad que mostraron al comer; sus carencias eran evidentes.
Los llevamos a la presidencia municipal y nadie se hacía responsable, ni el DIF del municipio, hasta que un cura de la zona nos dijo que él se haría cargo. Le dimos algunos pesos para ayudarle y la imagen se nos quedó por años, tantos que lo recuerdo con todos los datos.
Esa es la tragedia de los pobres y de los pueblos sometidos por los militares y los gringos, solamente se ve la explotación, el despojo, la brutalidad y la miseria; y claro, se ve la tragedia a cada paso. Hoy, en el Istmo de Tehuantepec, en toda la región es lo mismo, con mayor brutalidad y con mayor tragedia. Ahí andan los salvadoreños, los guatemaltecos, los hondureños, los de todos lados, pobres, tratando de llegar al otro lado, con la esperanza de encontrar un trabajo que les brinde lo indispensable para irla pasando.
En México, los policías de la zona los tratan como criminales y a los criminales como señores pues están a su servicio. Con los indocumentados hacen lo que quieren y los obligan a darles sus pertenencias; también, les exigen a sus parientes que envíen más dinero para que ellos y los delincuentes se queden con el. Cuando no pueden pagar los obligan a servir como sicarios y pasadores de drogas, de las muchas drogas que llegan a la región bajo el amparo de los policías, de los servicios de inteligencia y con la protección de políticos y funcionarios, con la complicidad de los transportistas y, en fin, la larga cadena que sirve para explotar y criminalizar a los migrantes cuyo único delito es el de ser pobres y querer buscar un nuevo mundo para que puedan trabajar y alimentar a sus seres queridos, pero ni eso les damos, se los negamos y los explotamos.
En esa región hay miles de moto taxis cuyos conductores están agrupados y son dirigidos por unos cuantos líderes que controlan las zonas y las rutas, y se dedican a hacer las labores de vigilancia para los grupos de la delincuencia organizada, para las movilizaciones políticas, para la distribución de drogas, o bien para estar en las grandes jugadas donde los sicarios son indispensables en el control del territorio y del poder para los grupos políticos y los carteles delictivos que, finalmente, tienen el mismo tronco.
Anteriormente, la zona era una zona de gran pesca, hoy vemos a muchas lanchas con grandes motores, y los pescadores son obligados, por el hambre y la violencia, a servirles a estos grupos de la delincuencia organizada para el transporte de drogas que se realiza en la región, en toda la costa. Hay indicios importantes y sabemos que, por ejemplo, además de los llamados “bombardeos” de drogas al mar, también bajan lanchas rápidas o se surten por barcos pesqueros en aguas internacionales o submarinos, de los que ya han detenido algunos.
En muchos de los ranchos que están en la zona cercana al mar, los narcotraficantes protegidos por los policías llegan a las casas y amarran a las familias mientras hacen todos sus cambios y transporte; en otros casos, los habitantes están amenazados de muerte y por esa razón hay ya tantos asesinatos por ajusticiamiento en toda la región. Los pescadores ya se cansaron de solicitar a las autoridades protección para su trabajo, pero como ven que los narcotraficantes están protegidos por las mismas autoridades, mejor callan y ruegan que no les pase nada a sus familias.
Sin duda alguna, en toda la región, así como en la Cuenca, en la Sierra, en la Costa y en la cercanía con la ciudad de Oaxaca, el narcotráfico no solamente actúa dentro de su rango de operaciones, también está ligado, en muchos casos, a la operación política de la región, ya que no podemos olvidar que además del tráfico de personas, de armas, de mercancías y drogas, Oaxaca también es un sitio estratégico para la siembra de marihuana y amapola, y ya se ven, en muchos lados, los famosos laboratorios para producir drogas o procesarlas para su refinación.
Por esa misma razón se ve en la zona de Oaxaca un gran auge de inversiones que nadie se puede explicar, con construcciones increíbles en una zona de pobreza, y cuyos inversionistas, se supone, o son políticos de salida o son los lavadores del gran negocio del narcotráfico en la región.
Vamos con pasos avanzados en la misma ruta de Veracruz y Guerrero, de Chiapas y Michoacán, de Sinaloa, de Puebla, del Estado de México, de Tamaulipas, de Sonora… en fin, lo único que dicen los oaxaqueños es: “que Dios nos agarre confesados”, porque los políticos de todos los partidos se hacen como que la virgen les habla y nadie pone las cosas en claro para solucionar este enorme problema.
Los policías en sus laureles y transas y los políticos en sus campañas y negocios. Por todo esto, les estorba y molesta la labor del cura Solalinde… hasta a la misma iglesia.