Las medallas olímpicas no son lo que parecen

Si por algo se están caracterizando los Juegos Olímpicos de Río 2016, es por la cantidad de récords alcanzados y la participación de auténticas leyendas del deporte. El nadador Michael Phelps, que acaba de anunciar su retirada tras lograr 28 medallas olímpicas, el velocista Usain Bolt, con su histórica tercera medalla de oro en la final de 100 metros lisos, o la gimnasta Simon Biles, con tres medallas de oro y una de bronce en estas Olimpiadas, son buena prueba de ello.

[quote_box_right]Las medallas de oro, plata y bronce fueron entregadas por primera vez en los Juegos Olímpicos de 1904[/quote_box_right]

El premio que reciben estos deportistas al subir el podio, en forma de medallas de oro, plata y bronce, fue instaurado en los Juegos Olímpicos de 1904 celebrados en San Luis (Estados Unidos). Anteriormente, tras las primeras Olimpiadas de la era moderna desarrolladas en Atenas (1896), los vencedores eran homenajeados con una corona de olivo. La elección de los tres metales para el galardón olímpico no fue casual: en la mitología griega, el oro representaba a los hombres que vivían entre los dioses, la plata a los que alcanzaban una juventud centenaria y el bronce reconocía a los héroes.

No es oro todo lo que reluce en los Juegos Olímpicos

Siguiendo la clásica adivinanza infantil (“oro parece, plata no es”), los galardones olímpicos no son del metal reluciente que podríamos esperar. A pesar de que las medallas de Río 2016 son un ejemplo de sostenibilidad y accesibilidad, su diseño ha seguido las pautas marcadas en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912. Desde aquel evento deportivo, las medallas no son de oro, plata o bronce puros. En el caso del primer premio, no es oro todo lo que reluce al presentar una composición mayoritaria de plata.

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Los galardones de oro y bronce presentan una mínima composición de estos metales

[/quote_box_left]Como explicaban desde la Royal Society of Chemistry, la medalla de oro de las Olimpiadas de Londres contaba con un peso aproximado de 400 gramos. En el caso de que el galardón fuera de oro puro, su coste ascendería a los 22.400 dólares. Un precio desorbitado teniendo en cuenta que, en la edición de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2016, se han fabricado 5.130 ejemplares por parte de la Casa de la Moneda. En Río, además, las medallas de oro son las más grandes de la historia, al pesar medio kilo y tener un diámetro de 85 milímetros.

Las razones económicas no son los únicos motivos que explican que el premio del vencedor sólo cuente con un 1,2% de oro. Las medallas para los mejores deportistas deben poseer seis gramos de oro de veinticuatro quilates, lo que implica que el resto de su composición se reparta entre la plata (92%) y el cobre (algo menos de un 7%), según los datos disponibles para las Olimpiadas de Londres. En el caso de Brasil, las medallas de oro presentan un 98,8% de plata y un 1,2% de oro que, de forma pionera en Río, no tiene impurezas de mercurio, según explican en el blog Compound Interest.

Juegos Olímpicos

[quote_box_center]El equipo organizador de Río 2016 ha reciclado materiales en desuso para fabricar las medallas[/quote_box_center]

La medalla de plata, a pesar de no presentar una pureza total, sí cuenta con una mayor proporción de este segundo metal noble. El Comité Olímpico Internacional exige que el contenido en plata tenga una pureza mínima del 92,5%. Este elemento químico, empleado tanto en el primer premio como en el segundo de los Juegos Olímpicos, ha sido obtenido de materiales reciclados, tales como placas de rayos X o espejos.

La Casa de la Moneda brasileña también ha reciclado el bronce de equipos electrónicos en desuso, tal y como anunció el equipo organizador en 2014. Sin embargo, la medalla de bronce, como sucede en el caso del galardón de oro, presenta una reducida composición de este metal. Así, su composición se reparte entre un 95% de cobre y un 5% de zinc. Un análisis químico en detalle de los premios otorgados a los deportistas en las Olimpiadas demuestra que, mal que nos pese, las medallas no son lo que parecen.