Presidentes mexicanos, lacayos de Estados Unidos
Desde que los Estados Unidos de Norteamérica se conformaron como nación independiente, a partir del 4 de julio de 1776, siempre tuvo como prioridad obtener el dominio total de nuestro país, ya sea por las armas o por medio de la “diplomacia” clásica que los caracteriza. Pero a los gobiernos estadounidenses no les ha costado mucho trabajo encontrar en nuestro territorio políticos “mexicanos” que les faciliten la labor para apoderarse de nuestras riquezas nacionales y de nuestra dignidad, sin necesidad de que tengan que gastar miles de millones de dólares para financiar una invasión armada, como lo han hecho en otros países del mundo para apoderarse de sus riquezas, especialmente el petróleo.
Así, en nuestra historia contemporánea quizá el único mandatario que se salva de no ser señalado como entreguista es el general Lázaro Cárdenas del Río, quien supo aprovechar la coyuntura política del inicio de la Segunda Guerra Mundial para no someterse por completo al imperio estadounidense y nacionalizar el petróleo, pues los norteamericanos estaban más ocupados en preparar a sus ejércitos para combatir a los alemanes y a los japoneses, y lo que menos les convenía era abrir otro frente de guerra con nuestro país.
Después del general Cárdenas, la sucesión de presidentes de la República pusilánimes no ha parado hasta nuestros días, con excepción de Adolfo López Mateos quien, a pesar de ser un abierto represor de activistas políticos y de movimientos sindicalistas, tuvo el acierto de aplicar la ahora olvidada Doctrina Estrada, reconociendo al gobierno revolucionario cubano en 1959, siendo nuestro país la única nación de Latinoamérica que no rompió relaciones diplomáticas con el régimen socialista de Fidel Castro.
Posteriormente, presidentes como Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y hasta José López Portillo aun cuando permitieron atropellos de los gobiernos estadounidenses todavía lograron salvaguardar la integridad de nuestro país en lo que se refería a nuestra política externa.
Ya con Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo, comenzó a observarse la injerencia total de los estadounidenses con el desmantelamiento de las instituciones nacionales, que todavía le daban un sentido social al Estado mexicano, para ponerlas en manos de las oligarquías nacional y extranjera.
Pero fue a partir de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa que el prestigio de la política externa de nuestro país cayó por los suelos para no levantarse.
Inolvidable para vergüenza de todos los mexicanos fue aquél lamentable suceso que protagonizó el analfabeta político Vicente Fox en el año 2002, cuando luego de celebrarse la Cumbre Extraordinaria de las Américas en la ciudad de Monterrey, el presidente cubano Fidel Castro dio a conocer el audio de la conversación que tuvo con Fox antes de la citada cumbre, y en la que el ignorante guanajuatense le pedía que, después de la comida de honor que el gobierno mexicano les ofrecía a todos los mandatarios de América, se retirara (con el objetivo de que el presidente norteamericano George Bush no tuviera el desagrado de verlo en dicho recinto). De este hecho quedó la famosa frase: “Comes y te vas”, que resume la ignominia y servilismo del ex presidente Vicente Fox, quien no solo ultrajó la reputación diplomática que todavía tenía nuestro país sino también manchó la investidura presidencial, poniéndola al servicio del sátrapa ex presidente norteamericano George Bush.
Con Felipe Calderón las cosas no fueron tan distintas pues este ex mandatario de marras dejó el manejo de la política exterior mexicana en manos de los estadounidenses, mediante la Iniciativa Mérida, recibiendo mil 900 millones de dólares del gobierno de los Estados Unidos “para combatir el narcotráfico” al mismo tiempo que permitió que la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos estadunidense introdujera a nuestro país miles de armas de alto poder que entregó a carteles mexicanos supuestamente “para rastrear su ubicación”, pero terminaron “extraviándose” ocasionando la muerte de miles de ciudadanos.
Esta llamada Iniciativa Mérida ha servido más que todo para salvaguardar la seguridad de los Estados Unidos mientras en nuestro país se ha producido uno de los mayores baños de sangre de nuestra historia.
En el terreno económico, durante el sexenio de Felipe Calderón las exportaciones a los Estados Unidos representaron un 80% del total, exportando principalmente aceites crudos de petróleo.
Por lo demás, el papel oprobioso injerencista que el ex presidente dipsómano Felipe Calderón ha tenido en política internacional poniéndose a las órdenes de los gobiernos estadounidenses ha provocado fuertes críticas del gobierno venezolano y que el gobierno cubano le prohíba entrar a este país.
Y ya para rematar, la cereza del pastel en cuanto a servilismo diplomático la está poniendo el presidente Enrique Peña Nieto, entrometiéndose, por órdenes del gobierno estadounidense, en la política interna de Venezuela apoyando la liberación del activista de derecha Leopoldo López mientras mantiene preso al líder de los grupos de autodefensa de Michoacán, Dr. José Manuel Mireles Valverde, y encubre al Ejército mexicano en el genocidio de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, perpetrado en Iguala, Guerrero.
Este es el triste espectáculo que nuestros mandatarios han dado en los últimos años, enlodando el prestigio que nuestro país tenía en política exterior, atropellando a su propio pueblo y sirviendo a esos gobiernos estadounidenses invasores y despojadores, dándole la espalda a esos gobiernos latinoamericanos emanados de auténticos movimientos revolucionarios y procesos democráticos legítimos.
Esperemos que muy pronto el pueblo de México se libere de este tipo de escorias que muy caro nos cuestan.