La gloria de Villa
La comida que me gusta encoge bien raro la ropa, que extraño.
El pasar por las calles del centro histórico de Durango es no decidir a qué lugar entrar para disfrutar de la gastronomía que ofrecen. Total que me decidí por un restaurante que se llama “La gloria de Villa”, que hace referencia, por supuesto, a uno de los personajes más destacados de nuestra tierra. Haciendo algo de historia, déjame decirte que su nombre verdadero era José Doroteo Arango Arámbula, más conocido por su seudónimo Francisco Villa o Pancho Villa, y fue uno de los jefes de la Revolución mexicana, considerado héroe por muchos y villano por otros; Villa nació el 5 de junio de 1878 en La Coyotada, municipio de San Juan del Rio, Durango, y fue asesinado un 20 de julio de 1923, en Parral, Chihuahua, México. Después de este pequeño e importante breviario cultural prosigamos con mi reseña de la visita a ese restaurante, que desde 1999 está ubicado en la calle Bruno Martínez, a un costado de uno de los hoteles más antiguos de nuestra localidad, el Hotel Roma.
El lugar en sí es bastante grande, pero no por eso deja de ser acogedor, una chica llamada Irma es la única que atiende las mesas, es atenta pero su expresión es muy seria, no sonríe y solo se limita a llevarte la carta del menú, tomar el pedido y llevar los alimentos; su vestimenta, al igual que su calzado es poco atractivo, desafortunadamente no sabe completas las sugerencias del menú del día, tanto que tuve que recordarle.
Si tienes niños es un lugar poco aconsejable para que lleves a tus hijos, ya que carece de un área de juegos infantiles. El sonido de la música es agradable, aunque si este restaurante lleva el nombre de uno de los personajes más famosos nacidos en Durango y conocidos en México y el mundo, debería de tener música instrumental mexicana clásica y de mariachis, pero toda la música que escuché durante el tiempo que permanecí ahí fue pop en inglés, no hubo cambio.
Si buscas comer o desayunar y trabajar en ese lugar, no cuenta con ninguna conexión a internet, ni algún enchufe para conectarte en caso de requerir cargar tu laptop o tu celular. Aunque solo estaban ocupadas dos mesas en las que los comensales éramos cinco personas, el servicio fue tardado pues demoraron más de 20 minutos para llevar el platillo, que consistió en una entrada de guacamole, al que le faltaba sal y los totopos eran demasiado duros, aunque la salsa de chipotle estaba aceptable. Al querer tomar una servilleta no la encontré y tuve que pedirla ya que no tienen servilleteros en las mesas. Después ordené un caldo Tlalpeño (la receta original lleva garbanzos y epazote), que en este restaurante lo preparan con arroz, calabaza y elote, así que es más caldo de verduras que caldo Tlalpeño con pollo; le sugerí a la señorita Irma, la chica seria, que le dijera al cocinero que faltó el garbanzo y su respuesta fue que a la gente no le gusta, así como también le sugerí que al momento de la cocción del pollo le agregara algo de consomé o mínimo unas ramas de cilantro para darle algún sabor, porque la verdad el caldo no estaba condimentado con nada, más que con la poca grasa que suelta el pollo. Por la expresión que hizo la empleada, noté su enfado. Así que si está pensando en ir a comer ahí, no se le ocurra pedir caldo Tlalpeño. Sus costos son accesibles, pero este lugar es más bien de “comes y te vas”, como dijo un personaje político muy famoso.