Hospital General de Durango, crónica de un asesinato frustrado
Por más esfuerzos que hicieron, los doctores y el personal del Hospital General de Durango no pudieron asesinar a doña María del Refugio Martínez, gracias a la oportuna intervención de su esposo, el señor Carlos Castro.
Fernando Miranda Servín.
El lunes 24 de marzo del año en curso, aproximadamente a las diez de la mañana, el señor Carlos Castro Martínez trasladó a su esposa, la señora María del Refugio Martínez González, al Hospital General de Durango, ya que tenía un dolor muy fuerte en el abdomen. “Ella cuenta con Seguro Popular –relata el señor Carlos Castro-, al llegar al Hospital General le tomaron sus datos en la recepción, por el lado de urgencias, después de esto la mandaron con un médico que le hizo preguntas; él y su asistente le palparon el estómago (no le tomaron temperatura, ni signos vitales, peso, talla, nada); le ordenan unos rayos X para descartar que fuera apendicitis ya que el dolor lo traía en el centro del estómago.
“Por la urgencia no traíamos a la mano los papeles del Seguro Popular. Llegamos a donde sacan los rayos X y el radiólogo no se encontraba en su lugar, esperamos cerca de 10 minutos y no llegaba. Mi esposa se quejaba mucho por lo que debido a la urgencia me dirigí con el director del hospital, quien tampoco se encontraba, y pedí hablar con el subdirector, al que le manifesté que requeríamos los rayos X de urgencia por los dolores tan intensos que tenía mi esposa”.
El subdirector atendió la queja y fue a buscar al radiólogo, quien finalmente apareció molesto en su lugar de trabajo. “Le dije que nos urgían los rayos X para que el médico descartara la apendicitis, y despótico me contestó que tomáramos turno, que toda la gente llega ahí diciendo que es urgencia, a lo que le contesté que mi esposa era la primera, que las demás personas habían llegado después, y la pasó”, comenta el señor Castro.
El radiólogo le tomó los rayos X a la señora María del Refugio Martínez y le pidió los papeles del Seguro Popular, “por la urgencia no los traíamos a la mano, por lo que le dije que en unos minutos me los llevaría un familiar y me contestó tajantemente: ‘no les puedo entregar la placa si no me traen los papeles’”.
Y así, a este empleado de marras le importó poco ver el estado de la señora González, por lo que el señor Carlos Castro tuvo que acudir de nuevo con el subdirector del Hospital General para que lo ayudara con ese contratiempo. “El subdirector me contestó que era nuestra responsabilidad traer los papeles, diciéndome: ‘vamos, pero es en lo último en que te voy a ayudar, lo demás ya arréglalo tú porque es tu responsabilidad traer los papeles’”.
Al ver muy molesto al subdirector del Hospital General, el señor Carlos Castro le dijo: “le agradezco la atención, pero si no quiere o no puede ayudarme dígame para ver a alguien más arriba, de mayor autoridad”.
“El subdirector no me contestó y, también de manera despótica, se metió con el radiólogo y salió con las placas diciéndome: ‘esto es en lo último en que te ayudo, lo demás arréglalo tú’”.
El señor Carlos Castro le dio las gracias al subdirector e inmediatamente le llevó las placas al doctor que atendía a su esposa, quien al verlas le dijo que no se trataba de apendicitis.
“No le mandó hacer más estudios y la envió con una doctora para que le suministraran medicamentos y le calmaran el dolor. Precisamente estando ahí con la doctora llegó la papelería del Seguro Popular y le vuelvo a preguntar si no son necesarios otros estudios, a lo que me respondió que no.
“Desde que llegamos al Hospital General me di cuenta que no se realizaba el protocolo médico, nos retiramos y mi esposa ya no sentía dolor, hasta que ya por la noche, después de las 11, nuevamente le volvió el dolor, y a las 3:30 de la madrugada del martes 25 de marzo le arreció muchísimo por lo que nuevamente la llevé al Hospital General”, refiere el señor Carlos Castro.
Al llegar al Hospital General, la señora María del Refugio Martínez fue atendida por el médico de guardia quien, al ser informado de los antecedentes por el señor Carlos Castro, la manda a que le tomen de nuevo unas placas de rayos X y muestras de orina y sangre para estudios de laboratorio.
“Para las nueve de la mañana, nuevamente la misma doctora que la atendió un día antes y nos dijo que no necesitaba estudios le dijo a mi esposa que traía una piedra en el riñón y que le iba a ordenar una urotap. Al poco rato llegó un especialista, auscultó a mi esposa y le dijo: ‘es apendicitis’. Con esto, el especialista confirmó lo que un día antes habían descartado los doctores que habían revisado a mi esposa y ordenó que la pasaran de inmediato al quirófano”.
A las 12:30 del día 25 de marzo la señora María del Refugio González fue operada. “El Dr. De la Cruz fue quien operó a mi esposa, me dijo que todo había salido bien, que la apéndice estaba muy grande, necropsada, y que se había tronado (reventado), pero que habían lavado muy bien y que no dejaba ‘penros’ porque no era necesario”.
El señor Carlos Castro recalca que si se le hubieran realizado el protocolo médico desde el día en que llegó su esposa al Hospital General, o sea 24 horas antes, no se le hubiera reventado la apéndice. Después de esta cirugía, a la señora María del Refugio González le subió la temperatura porque presentaba una infección, se la controlaron y el viernes 28 la dieron de alta.
“Ese día les pedí a los doctores que le hicieran un ultrasonido a mi esposa para descartar alguna adherencia o cualquier complicación que pudiera tener porque ya nos había dicho un médico que si una apéndice se revienta vienen por añadidura las adherencias y temperatura, y se podía agudizar el problema. Por esa razón pedí el ultrasonido, para estar tranquilos y saber que mi esposa era dada de alta en buen estado, pero el personal del Hospital General me dijo que el Dr. De la Cruz andaba en un congreso y no podían autorizar el ultrasonido, por lo que no pudieron o más bien no quisieron ordenar ese estudio. De habérselo hecho hubieran visto precisamente que ya había adherencias, y posiblemente ya iniciaba la oclusión e incluso el derramamiento de líquido”.
Con su esposa dada de alta, el señor Carlos Castro regresó a su casa, pero luego de 72 horas a la señora María del Refugio González comenzó a brotarle mucho líquido de la herida, a sentir dolor intenso y a inflamársele el abdomen en exceso, por lo que el 1 de abril el señor Carlos Castro, al ver la gravedad en la que se encontraba su esposa, decide trasladarla al hospital privado San Jorge, ubicado en la ciudad de Durango, donde le realizaron un ultrasonido y le informaron que a su esposa se le había pegado el intestino (adherencia) y lo tenía doblado (oclusión).
“Como le estaba saliendo mucho líquido por la herida, los médicos del hospital San Jorge me dijeron que solamente abriendo podían saber si era líquido infeccioso, y que se le tenía que realizar una laparotomía, para descartar cualquier situación delicada”.
María del Refugio González fue intervenida quirúrgicamente de urgencia en el hospital San Jorge con diagnóstico de oclusión intestinal y probable sepsis abdominal. Afortunadamente salió bien. Sí había bastante líquido derramado en sus entrañas, pero no era infeccioso, desdoblaron su intestino, liberaron las adherencias y colocaron puntos de contención.
María del Refugio González estuvo ocho días hospitalizada en el nosocomio particular San Jorge, en donde acumuló una deuda de $76,534.00 (setenta y seis mil quinientos treinta y cuatro pesos).
El 7 de abril, el señor Carlos Castro trató de localizar al director del Hospital General, Dr. José González Macouzet, para ponerlo al tanto de estos hechos y exigirle apoyo económico debido a la negligencia garrafal en que incurrió su personal, pero fue hasta el día 10 de abril cuando al fin pudo entrevistarse con él.
“Admitió que hay fallas dentro del nosocomio y que vería al secretario de Salud estatal, el Dr. Eduardo Díaz Juárez, para ver si me podían ayudar; quedó de comunicarse conmigo el día 14 de abril, pero hasta la fecha sigo esperando su llamada. Ya he llamado por teléfono a su oficina infinidad de veces y su secretaria me dice siempre lo mismo, que el doctor anda ocupadísimo. He ido al Hospital General y me dicen que anda en cirugías. Siempre anda en cirugías este doctor. Ya le pedí audiencia al secretario de Salud, Dr. Eduardo Díaz Juárez, y tampoco ha querido atenderme.
“El Dr. Federico Martínez, presidente del Colegio Médico, dice que las carencias en el sector salud provocan errores. También, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social 2013, ante estos cientos de casos de negligencias la sociedad opta por acudir con médicos particulares antes de ir a cualquier institución pública y perder la vida. Por esta razón, muchos ciudadanos nos preguntamos: ¿A merced de quiénes estamos en estos nosocomios? ¿Quién nos defiende? ¿Quién supervisa a los médicos, enfermeras y personal que labora en estos hospitales para que hagan su labor con humanidad y que no se nos trate como objetos? ¿A quién pedimos ayuda? ¿A los diputados locales? ¿Al Colegio de Arbitraje Médico? ¿Al gobernador? ¿A quién? Que alguien nos saque de dudas, ¿o no tenemos derecho a que se nos haga justicia o a que se nos dé una explicación como pueblo, como sociedad?
“Las instituciones son manejadas por seres humanos, se supone que son seres humanos sus directivos y su personal, por lo que si llegan a leer esto les pido que sean humanos y empáticos al momento de atender a los pacientes, a los ciudadanos, que somos los que pagamos sus sueldos, para que a nadie más le pase lo que le pasó a mi esposa, que afortunadamente se salvó, pero quién sabe cuántos ciudadanos han corrido con peor suerte y han fallecido por negligencias, por no cumplir con el protocolo médico, por no ordenar e interpretar correctamente los estudios hechos a los pacientes y no mantenerlos en observación un par de días. ¿Qué clase de médicos nos atienden? Si a mi esposa le hubieran practicado el protocolo médico le habrían diagnosticado la apendicitis a tiempo, no hubiera estado a punto de perder la vida y no estaríamos arruinados económicamente”, finaliza el señor Carlos Castro Martínez.