
Impunidad y violencia escolar
Héctor Alejandro Méndez Ramírez, asesinado por sus compañeros de secundaria en Tamaulipas.
Sócrates Campos Lemus.
socrates_campos8@yahoo.com.mx
No son pocas las veces que hemos hablado y comentado sobre el llamado bullying, que no es más que la violencia y las venganzas entre niños y jóvenes que se generan por medio de los más fuertes y violentos, o por medio de los grupitos que comienzan a dar un sentido de pandillerismo a la vida de esos niños; y es que, cuando volteamos a ver la impunidad, la violencia institucional, la falta de empleo y la corrupción degenerada y cínica con la que se muestran los políticos, funcionarios, sacerdotes, empresarios, policías y delincuentes, nos damos cuenta que no se puede mejorar el ejemplo que tienen los jóvenes en las escuelas y en las colonias, integrados como norma a las pandillas, que se van perfeccionando hasta convertirse en grupos políticos o en grupos de delincuentes organizados en las altas esferas de gobierno o ligados con ellos, por ser parte de la delincuencia común y corriente que sostiene al poder en muchas partes del país.
El último caso se registra en Tamaulipas, donde un grupo de jovencitos de secundaria golpearon en forma tan salvaje a otro niño que lo mataron, lo asesinaron. Y muchos alegan que faltan valores en las casas, que no se permiten desarrollar ejemplos disciplinarios en las escuelas; que, en fin, maestros y padres de familia son los responsables por este tipo de visiones, asesinatos y violencia generalizada. Pero la realidad es que el mismo desarrollo que se da en muchos municipios de Tamaulipas donde la delincuencia es una realidad y es la que tiene bajo su control todo lo que se hace en esa comunidad, ante la falta de valor y control del gobierno municipal o estatal, hace que solamente podamos ver la violencia como forma de vida y como forma de sobrevivencia.

Recuerdo que en alguna ocasión publicamos en uno de los diarios que dirigimos un reportaje en el que se entrevistaba a una maestra y a unos policías después de que se descubriera a un grupo de jovencitos agresores que también tenían protección de algunos policías y sicarios. Al reclamarle al joven su comportamiento violento y aclararle que podía ser merecedor de sanciones y castigos legales, este, sin inmutarse, le contestó a sus maestros y a los acobardados policías: “Miren, pinches viejos, a mi me van a hacer los mandados, no me pueden castigar ni expulsar de la escuela por darle su merecido a este pinche chamaquito que me cae muy mal y no paga por su protección, porque viene mi ‘apá y les da un levantón o los manda mucho a chingar a su madre. Así que mejor párenle ahí, a menos que quieran que venga por ustedes y no respondemos…”.
Y es que este muchacho veía cómo su padre, miembro de un grupo de la delincuencia desorganizada, llamaba al presidente municipal o al jefe de la policía o al de la judicial o de la federal y los “pedorreaba”. Esos “servidores públicos”, que en realidad servían a los fines y protección del viejo o nuevo capo, solamente agachaban la cabeza y pedían o solicitaban el perdón, los favores o recibían el dinero que les daba el mafioso por protegerlo y encubrir sus corruptelas. Con este ejemplo, ¿cómo querían que este jovencito tuviera otra forma de comportamiento?
En esos pueblos fronterizos, donde solamente el respeto por las armas y la violencia es lo que cuenta y vale, no hay clases de moral o de ética que puedan cambiar las cosas.
El mismo gobierno y los políticos en el poder son no solamente socios y protectores de los delincuentes sino parte de sus subordinados, los que obedecen y los que acuerdan la protección para que ellos controlen la situación. Por esa razón, los políticos, policías, empresarios, banqueros y muchos más, solamente esperan recibir los dólares para que la ”vida continúe”, porque a como van las cosas solamente un milagro volvería a imponer la paz y el orden en estos lugares.
Se tendrían que eliminar a los funcionarios, políticos, empresarios, financieros y policías ligados con esos grupos para que fueran cambiando las cosas y se retornara a lo que llena la boca a los políticos, y que no existe en este país: el Estado de Derecho.
Y si queremos que el bullying se elimine de la vida en las escuelas, debemos exigir a los maestros que no dieran esos ejemplos que dan con la violencia que ejercen en sus casas o en la vida sindical. Pero en fin, la verdadera razón de esto es la visión y el ejemplo que brindemos desde la sociedad y desde el poder. Y es que, cuando vemos que los políticos y funcionarios, los banqueros o policías, no tienen castigo por sus delitos, entendemos que la impunidad se alcanza con dinero y corrupción, o con violencia que afloje cualquier acción o intención para imponer la razón y la legalidad. Si queremos ser diferentes, tener una familia diferente, una escuela diferente, un gobierno diferente, un estado diferente y un país diferente, lo que no podemos hacer es ser INDIFERENTES y luchar por cambiar las cosas eliminando a los malos y corruptos gobernantes… y, a lo mejor, se nos hace el milagrito.