La tostada

Cocinar es hacer trozos de amor comestible

Siempre he pensado que para cocinar se necesita tener amor a la cocina, no nada más es suficiente preparar alimentos, sino en verdad ponerle amor a tus preparaciones, tan es así que si te pones a pensar por qué te agrada tanto ir a casa de la abuela es porque te gusta como huele su sabrosa comida, tanto que a pesar y al pasar de los años sigues recordando ese olor a sopa, frijoles, tortillas, pan, etc. ¿Te has dado cuenta de ello?

Ubicado en la calle Juárez Núm. 114, entre Negrete y Aquiles Serdán, a un costado de las oficinas de Teléfonos de México, se encuentra el restaurante “La Tostada”, sucursal de la matriz que está instalada desde hace más de 25 años en uno de los barrios más antiguos de Durango, como es “El Calvario”. Este restaurante está en una de las casas típicas del centro colonial de Durango: arcos de cantera, su patio, grandes cuartos y una decoración típicamente mexicana; su mantelería lleva colores amarillos, verdes, naranjas y azules cubriendo sus mesas de madera y otros materiales.

Desde que entras y te saludan sientes una gran cordialidad, que es el mayor atractivo del servicio en este lugar por lo bien recibido que te hacen sentir. Su personal no pasa de los treinta y cinco años, bien uniformados y llevándote el menú con una sonrisa, sin olvidar ofrecerte algo de beber en cuanto te dejan la carta. En este caso yo pedí un agua de pepino con piña, que a decir verdad no le faltó ni le sobro nada, estaba exacta en sabor de azúcar y muy fresca. La música bastante agradable y a un nivel de volumen que puedes platicar y escuchar muy bien.

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Los baños tienen en su pared talavera y están bastantes limpios. En el tiempo en que llevan tus alimentos bien puedes disfrutar de la decoración, o bien estar tomando café y un pastel en uno de los cuartos que tienen una sala muy reconfortante y agradable.

Al detectar la red de internet, es de otro negocio ubicado al frente pero puedes pedir la clave y sin ningún problema te la proporcionan.

En el menú ofrecen una gran variedad de desayunos y comidas, me decidí por un plato de avena con plátano como entrada: a la avena le faltó un poco de azúcar, estaba tibia y tenía más hojuelas que leche.

Después ordené mis clásicos chilaquiles, que me han  preguntado por qué los pido tanto y mi respuesta es por el sabor de las diferentes salsas, que al mencionarlo, en este caso tiene un verde muy llamativo pero le falta sabor, aunque eso sí, poco “picosita” si no es muy afecto al picante. Van con pollo, pero está tan bien deshebrado que tienes que buscarlo para saber que está ahí. De guarnición llevan los típicos frijoles, que igual que la salsa estaban sin sabor, y te los sirven solo para que sepas que los lleva, esto lo digo porque es muy poca la cantidad y, aun peor, ¡¡estaban fríos!!

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Durante mi estancia ahí no hubo un mesero de los cuatro que estaban que se acercara a preguntar algún tipo de necesidad que pudiera tener en cuanto a los alimentos, ahora sí que “brillaron por su ausencia”, tanto que los comensales que estábamos ahí tuvimos que ir a pedir la cuenta a la caja y aprovechar para pagar. Hay que recordar que la propina se deja no solo por ir a dejar la carta y los alimentos o bebidas, sino por estar pendiente de sus mesas y de sus comensales.