¡Para tortas, aquí!

Los restaurantes necesitan a sus comensales, hoy más que nunca no los dejemos solos.

Con solo ver el nombre sabes que es lo que ofrece este restaurante que se ubica exactamente en el Centro Histórico de nuestra ciudad, en Av. 20 de Noviembre Núm. 401, entre las calles de Francisco I. Madero y Victoria, cuyo sitio y tortas son toda una tradición duranguense.

Al entrar al lugar créame que se transporta uno a esos tiempos de antaño, ya que según me cuentan ahí llegaba alguno que otro de los camiones foráneos, por lo que rápidamente el lugar se acreditó.

En sus paredes tienen varias fotografías en blanco y negro de un Durango antiguo bellísimo. Como fotografía principal tienen la leyenda de Beatriz, “La Monja de Catedral”, conocida por propios y extraños.

Su mobiliario es tal vez del estilo de los años sesenta, tiene sillas amplias y acojinadas, algunas mesas redondas y otras cuadradas. Todo el moblaje es muy cómodo, tanto que en el tiempo de espera para que te lleven tu orden no te sientes fastidiado. Algo que también llama la atención es el piso de la entrada del lugar, ya que por la figura y el tamaño del cuadro se nota que es el original.

Cuenta con dos áreas, en el trayecto a la segunda zona pasas por dos arcos que pareciera son de cantera, pero que lamentablemente están cubiertos de pintura. En este mismo espacio cuentan con una pantalla de TV en la que se transmiten series, o al menos eso fue lo que me tocó ver el día que fui.

La atienden dos personas, una que funge como cajera y atiende las mesas, y otra señorita que es quien tiene que salir del área de la plancha de cocinar para ir a dejar el menú e inmediatamente regresar a seguir preparando los alimentos.

Algo muy importante a mencionar es que de las recomendaciones que se implementaron a raíz de esta pandemia no cumplen con ninguna en “Para Tortas Aquí”, ni tapete, ni te checan la temperatura, ni te dan gel, ni nada de nada. También en el lugar siguen dando popotes y mantienen el salero en la mesa, cosas que desde hace tiempo están prohibidas.

No entiendo por qué el papel del sanitario está colgado en las afueras del mismo, situación que es bastante incómoda, más para las mujeres. Eso sí, los sanitarios están bastante limpios.

En la carta de alimentos que ofrecen están lógicamente las tortas, que a decir verdad el costo de la torta con frijoles y salchichas que está en $43 pesos me parece muy elevado.

Y bueno, dentro de las opciones que ofrecen está la carne empanizada, que es el platillo que pedí, de guarnición va acompañado de arroz, frijoles, ensalada verde y papas a la francesa. Y aunque fui a comer ¿qué creen? Pedí un atole de pinole. Tenía años que no veía en un menú de restaurante algo tan típicamente duranguense y que está delicioso, muy recomendable y el precio está accesible.

En cuanto al platillo, la carne esta como coloquialmente decimos: “parece espíritu”, por lo delgadita. El arroz aunque tiene un color atractivo le falta sabor casero, porque la verdad no sabe a nada.

El servicio es un poco lento, imagino que es por la poca cantidad de personal, pero lo que da mucho gusto es ver que la gente acuda a este lugar por su clásica torta, tanto para comer ahí como para llevar. A la fecha no se han modernizado, puesto que el servicio a domicilio no lo manejan.

En base a todo lo que experimenté mi calificación es de dos tenedores.

Soy reiterativo, lo sé, y seguiré invitando a consumir en negocios locales para que esas importantes fuentes de empleo no tengan que cerrar, ya que como bien dijo la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados (CANIRAC), “estamos viviendo la crisis más profunda que ha padecido en toda su historia la industria restaurantera”. ¡¡Así que apoyémoslos!!