Estado Mafioso
Mireles preso, La Tuta libre. Una muestra más de que nos gobiernan auténticas mafias.
La decadencia política y moral del Estado mexicano
La definición de Estado, con la que coinciden los grandes autores clásicos y tratadistas modernos, se refiere al conjunto de instituciones que regulan y ordenan el quehacer político, económico y social de un territorio. Entendido esto, los mexicanos deberíamos sentirnos seguros con los gobernantes que dirigen nuestras instituciones, pues en ellos hemos depositado nuestra confianza para que nos protejan de males internos y amenazas externas, pero desafortunadamente en los hechos sucede todo lo contrario.
Son los mismos titulares de estas instituciones los que atentan contra nuestros derechos ciudadanos de infinidad de maneras, comenzando por los fraudes electorales, a través de los cuales nos imponen a gobernantes que no elegimos. La total carencia de transparencia en el manejo de los recursos públicos parece ser ya cotidiana, permitiendo que los carteles delictivos que conforman los partidos políticos hagan fastuosas fortunas saqueando el erario y haciendo grandes negocios particulares con recursos públicos, mientras más del 70% de la población se debate entre la pobreza y la pobreza extrema.
La seguridad pública, que deberían de garantizarnos los representantes del Estado, simplemente no existe porque nuestros gobernantes o están incapacitados para brindarnos este servicio o están coludidos con el crimen organizado.
Y las agresiones a nuestros bolsillos, procedentes de estos mismos “representantes populares” a través de sus “reformas”, parecen ser el pan de cada día.
Así las cosas, el Estado mexicano se acerca más a la definición del filósofo alemán Carlos Marx, quien dijo: “El Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder”. Esto es exactamente lo que está sucediendo en nuestro país, cuyo Estado, desde hace mucho tiempo, ha sido prácticamente secuestrado por mafias que, una vez que llegan al poder por medio de fraudes electorales, se apoderan de las arcas públicas y retuercen las leyes para adueñarse de más y más riquezas nacionales.
Esta es la razón principal por la que México está muy lejos de salir de la crisis económica, política y social en la que ha permanecido durante toda su historia. Esta es la explicación más razonable del por qué una minoría ostenta la mayor parte de las riquezas nacionales mientras aumenta la pobreza; esta es la razón del por qué cada día hay más homicidios relacionados con la delincuencia organizada, del por qué los salarios son de hambre, del por qué el doctor José Manuel Mireles Valverde, fundador de los grupos de autodefensa de Michoacán, está preso, y Servando Gómez Martínez, La Tuta, el líder de los delincuentes llamados Caballeros Templarios, está libre.
Por esta putrefacción moral de nuestros gobernantes, que ya no guardan las apariencias de mafiosos, es que los grandes empresarios explotan a los trabajadores, por las reformas a las leyes laborales que dan todas las ventajas a los patrones; por esa putrefacción es que se aprobó la reforma energética para entregar nuestro petróleo al extranjero, y recientemente se aprobó la reforma de telecomunicaciones que proporciona todas las facilidades para que el imperio de Televisa siga acumulando riquezas sin que esto le traiga ningún beneficio al pueblo de México. Una reforma de telecomunicaciones que, aparte de beneficiar a unos cuantos, transgrede los derechos humanos y las garantías individuales al controlar, como en los viejos tiempos, los contenidos de los medios masivos de comunicación y violar la privacidad y la libertad de expresión y de comunicación de la ciudadanía. Así, el fascismo puro se consolida en nuestro país de manera abierta.
Y, por lo que se observa, no serán los partidos y sus políticos los que nos ayuden a salir adelante como nación, pues ellos son los que nos están hundiendo… seremos los ciudadanos los que tendremos que recomponer las cosas y comenzar de cero para recuperar todo lo que hemos perdido. Por algo se empieza, y el mejor comienzo indudablemente será decirle adiós a los partidos políticos en todos los procesos electorales que se avecinan y elegir a todos los candidatos independientes que logren la hazaña de obtener sus registros.
Solo despidiendo a estos gremios delictivos que tanto daño nos han hecho podremos dejarle a las siguientes generaciones un país que sea realmente suyo.