La advertencia del General

Raúl Trejo Delarbre.
Crónica.

La advertencia del general secretario a quienes cuestionan el creciente poder de las Fuerzas Armadas ha sido una definición política alarmante, autoritaria e ilegal. Además reiteró el guión populista que sigue el presidente López Obrador: apropiación de la representación del pueblo para justificar la concentración de poder, una retórica aparentemente nacionalista que exige disciplina en aras de una cohesión dispuesta desde la cúpula, utilización del Ejército con propósitos facciosos.

El general Luis Cresencio Sandoval, en la ceremonia en recuerdo de los Niños Héroes el 13 de septiembre, fue intencional y, hemos de decirlo, eficazmente enfático: “Quienes integramos las instituciones tenemos el compromiso de velar por la unión nacional y debemos discernir de aquellos que, con comentarios tendenciosos generados por sus intereses y ambiciones personales, antes que los intereses nacionales, pretender apartar a las Fuerzas Armadas de la confianza y respeto que deposita la ciudadanía en las mujeres y hombres que tienen la delicada tarea de servir a su país”.

El presidente Andrés Manuel López Obrador es flanqueado por los secretarios de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval (izq), y de Marina, Rafael Ojeda/
El presidente Andrés Manuel López Obrador es flanqueado por los secretarios de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval (izq), y de Marina, Rafael Ojeda EFE

 

La primera sorpresa que suscitan esas palabras es la decisión del general para presentarse como custodio de la unidad del país. A las Fuerzas Armadas les corresponde apoyar a las autoridades civiles para preservar la seguridad y la soberanía nacionales y auxiliar a la población en casos de emergencia. Nada menos, nada más.

El general soslaya el hecho de que las Fuerzas Armadas han sido confiables y respetables para muchos mexicanos porque, entre otras cosas, han cumplido con su obligación de mantenerse apartadas del quehacer político. En los años recientes, sin embargo, ese alejamiento se ha debilitado. El mismo general Sandoval respalda expresamente el proyecto político del gobierno y comparte la intolerancia del presidente López Obrador.

No está claro qué quiso decir Sandoval cuando habló de “discernir”. Ese término significa “distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas”. Pero no hizo una distinción, sino una admonición —esa sí, sin matices ni precisiones— al descalificar a quienes están preocupados con la creciente militarización en nuestro país.

Igual que López Obrador cuando separa a la sociedad mexicana entre simpatizantes y adversarios suyos, el general considera que los comentarios acerca del Ejército y otras corporaciones son “tendenciosos”. En rigor todo juicio acerca de los asuntos púbicos lo es, en tanto que parte de un entramado de ideas específico, distinto de otros. Pero en la retórica del poder político en México el término “tendencioso” ha sido empleado para desacreditar, y en ocasiones perseguir, a las posiciones críticas.

El Ejército y la Marina tienen más visibilidad que nunca en las últimas décadas porque el presidente las ha involucrado en asuntos que nada tienen que ver con la defensa de la integridad, ni de la seguridad nacionales. Al mismo tiempo el gobierno todo, y las Fuerzas Armadas de manera peculiar, incumplen con fundamentales obligaciones de transparencia y rendición de cuentas.

El activismo del general Sandoval y de otros jefes militares, que atienden así al protagonismo que les confiere López Obrador, no sólo rompe, con riesgos para todos, con la proverbial neutralidad política de nuestras Fuerzas Armadas. Además quebranta la ley, como explicó José Carreño Carlón en un oportuno artículo (El Universal, 14 de septiembre) al recordar que la Constitución, en su artículo 129, indica que “ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”. A su vez, la Ley de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea dispone (Artículo 17): “queda estrictamente prohibido al militar en servicio activo, inmiscuirse en asuntos políticos, directa o indirectamente”.

En todas las democracias avanzadas las Fuerzas Armadas quedan subordinadas al poder civil y sus atribuciones están acotadas para evitar los excesos que siempre resultan de un militarismo sin controles. En el México gobernado por López Obrador, el Ejército obtiene cada vez más prerrogativas, los generales ahora son constructores, administradores, aduaneros, operadores ferroviarios y aeroportuarios, proveedores de medicamentos y gendarmes, entre otras cosas.

A los gobiernos populistas les interesa asimilar políticamente a las Fuerzas Armadas, con las que tienen coincidencias que han señalado los profesores Ihsan Yilmaz de la Universidad de Melbourne y Raja M. Ali Saleem del Forman College en Pakistán: “El populismo alienta la centralización del poder, ya que exalta a un pueblo y ensalza a un líder. La disidencia y la diversidad son minimizadas o ignoradas. El ejército, como institución, se basa en una jerarquía estricta, y la criminalización de la disidencia interna está más cerca de la política populista que de la política constitucional, que se basa en la separación de poderes. El antiintelectualismo y la retórica xenofóbica de los populistas a menudo también están más cerca del pensamiento militar… Los populistas y los militares también pueden estar de acuerdo en la importancia de ‘hacer el trabajo’ en lugar de seguir los procesos legales o constitucionales que pueden ocasionar demoras”.(“Military and Populism: An Introduction”. European Center for Populism Studies, abril de 2021).

Ningún fuero, ningún privilegio, exenta a las Fuerzas Armadas del examen crítico por parte de la sociedad. Mientras más influencia y poder adquieran, por encima de la Constitución e incluso violentándola, mayor será la inquietud social y la suspicacia sobre las Fuerzas Armadas.