A 30 años del movimiento zapatista, nada queda. Al Subcomandante Marcos le llegaron al precio. López Obrador también mercó sus ideales
El 1 de enero de 1994 nos despertamos como el levantamiento zapatista en Chiapas. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional buscaba reivindicar a los pueblos indígenas de México por la opresión y el olvido en que los gobiernos priistas los habían tenido. La opinión pública se puso del lado del zapatismo. En su momento, tras los bombardeos a los territorios zapatistas, los mexicanos levantamos la voz de alto, para evitar el genocidio. ¡Y lo evitamos! El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional tuvo su gran momento. En ese tiempo surgió la figura mítica del subcomandante Marcos (hoy Galeano), quien tuvo su gran momento. Vaya, Marcos llegó a tener el apoyo de la clase intelectual de México y de Europa. Marcos se carteaba con Octavio Paz y su voz era escuchada en universidades de todo el mundo. Después, cuando el conflicto empezaba a ser olvidado, Marcos empezó con sus frivolidades literarias.
En La Jornada le publicaban los diálogos con su personaje ese Durito, que todo mundo le celebraba; la riqueza de su ideología se dio de topes en las murallas de su imaginación. Pero lo celebraban. La tumba de Marcos y su movimiento se cavó cuando se puso en contra de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, de tal modo que tácitamente apoyó a Calderón para que llegara de manera espuria a la presidencia. Después vino la ignominia, el silencio y el oportunismo.
Después de 30 años Marcos y el EZLN ya fueron. Marcos, aunque se cambie el nombre a Galeano, perdió su oportunidad histórica; la misma oportunidad histórica que López Obrador ha echado al caño. Hoy el subcomandante Marcos, sólo vive en los subterráneos de sus recuerdos, gozando de las ganancias de su vergüenza. Como López Obrador, Marcos pudo ser un prócer, un héroe, pero al final le llegaron al precio. El mismo López Obrador ha vendido sus ideales por el bienestar económico y pantagruélico de sus hijos.
(Libertad Bajo Palabra)