LAS MALDADES DEL ARZOBISPO

Fernando Miranda Servín.

Conocido por su carácter dicharachero y por sus declaraciones polémicas como “No es un derecho casarse a lo gay” o “Delante de Guanaceví vive El Chapo Guzmán, todo mundo lo sabe, menos la autoridad”, el arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, tiene otra personalidad que generalmente oculta ante sus feligreses.

Arzobispo de Durango, Héctor González Martínez. Prepotencia y soberbia.
Arzobispo de Durango, Héctor González Martínez. Prepotencia y soberbia.

Obispo de Campeche en 1982 y arzobispo de Antequera de Oaxaca en 1988, Héctor González Martínez es designado por el Papa Juan Pablo II como el octavo Arzobispo de la Arquidiócesis de Durango en febrero de 2003.

De origen zacatecano, Héctor González Martínez pronto destaca en la vida social duranguense, tanto por sus tareas pastorales como por sus encuentros con la prensa local, a la que abastece de notas principales con sus comentarios salpicados de cierta malicia y picardía. Pero detrás de esta mascarada jocosa se encuentra la otra cara de la moneda que quizá sea poco conocida por esta sociedad norteña.

Así, los habitantes de la llamada Ciudad de los Niños, ubicada en el kilómetro 8 de la carretera a Torreón, atrás del panteón Jardín, denuncian al arzobispo Héctor González Martínez por negarse a acudir ante un notario público para escriturar los terrenos en donde han construido sus casas, por los cuales le pagaron fuertes sumas de dinero.

Entrada a la Ciudad de los Niños, o al Infierno de Dante, según sus habitantes.
Entrada a la Ciudad de los Niños, o al Infierno de Dante, según sus habitantes.

La historia se remonta a la década de los años sesenta: “El padre Jesús Ramírez Pérez fundó la Ciudad de los Niños, recogía niños huérfanos o abandonados y los atendía. En estos terrenos cosechaba maíz, frijol y hortalizas para alimentarlos; aparte, el padre Jesús pedía donaciones. En el año 2005, el padre Jesús Ramírez, por problemas económicos, decide vender 10 hectáreas de esta extensión, las cuales fraccionó y vendió los terrenos en abonos”, relata uno de los habitantes de la Ciudad de los Niños, en donde en la actualidad ya no existe el albergue en donde se alojaba a los infantes, y continúa: “fueron 64 lotes los que nos vendió el padre Jesús, algunos de los compradores pudieron pagarle pronto y les escrituró sus predios sin ningún problema”.

Pero en el año 2007 falleció el padre Jesús Ramírez, y en ese momento comenzó el viacrucis que hasta la fecha viven los compradores de esos terrenos que aún le debían dinero.

“Legalmente quedamos volando, supimos que el padre Jesús Ramírez, antes de morir, cedió los terrenos al arzobispo Héctor González Martínez, y fue hasta el año 2011 cuando el apoderado legal del arzobispo, el Lic. Eduardo Bravo Campos (ejecutado el 29 de junio de 2011 en su despacho ubicado en el centro de la ciudad de Durango), se hizo cargo de cobrarnos. Pero al terminar de pagar nuestros terrenos, en los que ya hemos construido nuestras casas, el arzobispo Héctor González Martínez se negó y se niega a presentarse ante el notario público para escriturar los predios que ya nos pertenecen”, dice otro de los compradores mostrando varios recibos (en poder de raza cero) que respaldan la entrega de fuertes cantidades de dinero al arzobispo Héctor González Martínez, por conducto de su abogado Eduardo Bravo Campos.

“Y no conforme con esta negativa, el arzobispo, sin razón alguna, ha tomado represalias en contra de nosotros negándonos el suministro normal de agua”, expone un vecino más de la Ciudad de los Niños.

La iglesia de la Ciudad de los Niños, se convierte en antro durante los “retiros espirituales” organizados por el padre Moisés, acusan los habitantes.
La iglesia de la Ciudad de los Niños, se convierte en antro durante los “retiros espirituales” organizados por el padre Moisés, acusan los habitantes.

“El padre Moisés, quien predica en la iglesia que está dentro de la Ciudad de los Niños, es el que tiene el control absoluto del pozo que abastece de agua a la zona productiva y a las casas que habitamos. A él le pagamos entre 200 y 300 pesos bimestrales por el uso del agua, pero el problema que tenemos es que este padre no siempre está de humor para encender la bomba y en ocasiones nos ha dejado sin agua hasta por ocho días, de manera intencional, y cuando hemos ido a pedirle que encienda la bomba nos dice de manera grosera que él no tiene nada que ver. ‘Vayan con el arzobispo’, contesta despóticamente”, denuncian los afectados, y agregan: “Como integrantes de la Unidad de Riego Ciudad de los Niños, ya fuimos a la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) a solicitar la Modificación Administrativa del título de Concesión para poder usar ese pozo de manera libre, pero la respuesta que nos dieron en la Dirección Local de Durango a mediados de 2013 fue inverosímil.

La bomba del pozo, descuidada y en mal estado. Solo se enciende por órdenes del arzobispo.
La bomba del pozo, descuidada y en mal estado. Solo se enciende por órdenes del arzobispo.

Nos dijeron que el título de concesión solo puede ser autorizado personalmente por el arzobispo porque es el único usuario reconocido por la CONAGUA dentro de la Unidad de Riego Ciudad de los Niños”, argumentan indignados los habitantes perjudicados.

De esta manera aberrante, la CONAGUA, una institución netamente pública, renuncia a sus facultades legales para recibir solicitudes de autorizaciones para usar aguas nacionales ungiendo al arzobispo Héctor González Martínez como funcionario público de facto, al que los habitantes de la Ciudad de los Niños deberán pedirle permiso para hacer uso del pozo que también les pertenece por ser propietarios de los lotes que integran esa Unidad de Riego Ciudad de los Niños.

“De manera anómala, la Dirección Local de la CONAGUA tiene registrada a una persona moral, como lo es la Unidad de Riego Ciudad de los Niños, con un solo usuario con derecho sobre la concesión del agua, que casualmente es el arzobispo Héctor González Martínez, cuando en realidad esta Unidad de Riego cuenta con treinta y siete usuarios más, que somos los que vivimos en esta Unidad de Riego”, recalcan.

Los habitantes de la Ciudad de los Niños, desesperados, manifiestan que ya están cansados de la arrogancia y prepotencia del arzobispo Héctor González Martínez: “Ya acudimos ante las autoridades correspondientes porque el arzobispo se niega a escriturarnos los terrenos que ya le pagamos, también ya acudimos a la CONAGUA para intentar resolver nuestro problema de suministro de agua ya que el arzobispo, cuando se le antoja, le ordena al padre Moisés que no encienda la bomba del pozo.

Tenemos hijos, tenemos trabajo, y en ocasiones hemos estado hasta una semana sin agua. Los productores de hortalizas más de una vez han perdido sus cosechas por esta actitud destructiva”, remarcan.

Así las cosas, sin que ninguna autoridad local ni federal, como la CONAGUA, exhorte al arzobispo Héctor González Martínez a conducirse de manera civilizada ya que, por el contrario, lo protegen, los habitantes de la Ciudad de los Niños contemplan la posibilidad de acudir a instancias como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en la ciudad de México, para presentar la documentación que acredita la indiferencia de las autoridades locales y de la CONAGUA ante los atropellos que están sufriendo por parte de este jerarca de la iglesia católica.

Para concluir, los denunciantes solicitaron a raza cero mantener en el anonimato sus identidades ya que, manifiestan, “las fuentes de ingresos de la mayoría de nosotros dependen de instituciones oficiales, como empleados y prestadores de servicios, y el arzobispo ejerce mucha influencia en algunos altos funcionarios del gobierno estatal y federal, por lo que tememos represalias”.

Como se puede apreciar, el amor al prójimo no es una de las virtudes que practique con mucha devoción el arzobispo Héctor González Martínez.