Política pervertida

Luis Leija.

 

La perversa estrategia del poder para crear fuerzas de oposición usurpando el discurso de la resistencia, es verdaderamente maquiavélica y despreciable, por decir lo menos.

Los mecanismos de dominación, en su soberbia, son capaces de cometer las más deleznables y nefastas acciones para desvirtuar la realidad de los acontecimientos sociales.

 

Puede generar tragedias de insólitas dimensiones para tener de su parte a la débil, desconcertada y manipulable opinión pública, a través de la complicidad de los medios de comunicación masiva.

Los gobiernos, en determinadas circunstancias, producen sus propios ficticios enemigos, inventan crueles simulaciones, desencadenan conflictos, infiltran elementos en la resistencia que se opone a sus abusos y dictados, merced a su astuta capacidad corruptora, comprando conciencias, sobornando, chantajeando, amenazando o asesinando.

El poder usa con insólita infamia ardides para debilitar los apoyos populares a las verdaderas causas de justicia de los pueblos despreciados y despojados de sus legítimos derechos, esos que  buscan la restitución de sus tierras y el respeto a sus ancestrales costumbres. Si le es necesario, el poder utiliza con premeditación, alevosía y ventaja el terrorismo para emprender guerras de exterminio contra pueblos inermes.

El poder recluta, selecciona y contrata sicarios y bandas de asesinos, los arma, los disfraza y los lanza contra quien considera una amenaza para los intereses de las cúpulas dominantes, luego con saña culpa a sus detractores y críticos, persiguiéndolos, acosándolos, encarcelándolos o eliminándolos.

El poder toma la bandera de la justicia para atropellar, se disfraza de salvador, se sube a la tribuna del pueblo y desde ahí arenga con argumentos que usurpa de sus víctimas, para voltear la oposición política a su favor. Screen Shot 2014-10-13 at 12.01.32 a.m.

El poder gubernamental se apropia de las causas del pueblo, revierte la realidad abyectamente utilizando sus engendros sociales como brazos para hacer el trabajo sucio: el PRI con su Antorcha Campesina, con sus organizaciones paleras como la CROC y la CNOP, y sindicatos serviles como los de la CTM, el SNTE, de PEMEX, de la CFE, etcétera, donde los trabajadores están permanentemente amenazados con perder su empleo, y cuando desobedecen son cesados de sus fuentes laborales.

Los gobiernos crean sus propios fantasmas para aterrar y distraer a los pueblos, siempre endebles, depauperados y dispuestos a vender sus conciencias por migajas.

Las autodefensas de Michoacán son fuerzas solapadas por el gobierno, grupos paramilitares armados por el propio Ejército mexicano en contubernio con la delincuencia para apoderarse de territorios indígenas ricos en maderas y minerales.

El Dr. Juan Manuel Mireles y Mario Luna, dirigente de la tribu yaqui, presos políticos del gobierno priísta de Enrique Peña Nieto.
El Dr. Juan Manuel Mireles y Mario Luna, dirigente de la tribu yaqui, presos políticos del gobierno priísta de Enrique Peña Nieto.

El poder fertiliza con su voracidad a los carteles, hace alianzas con el crimen organizado, es cómplice de gravísimos delitos, es juez y parte oscura de algunas de las más nefastas bandas que proliferan por todos los confines de la patria.

El estado de derecho es una burla para la inteligencia, con saña y sin  escrúpulos, el gobierno captura, procesa, juzga y encarcela a indígenas por comprar mercancía con un billete falso, o por haber robado una maceta; detiene al Dr. Mireles por conspiración, o al líder yaqui por protestar contra el atropello de su etnia, y así podemos encontrar una cantidad enorme de casos análogos.

En contraste, los verdaderamente delincuentes de cuello blanco, esos que han traicionado el espíritu de la Constitución; esos que han entregado la riqueza nacional a manos privadas extranjeras y locales; esos que han despojado al país de su patrimonio para malbaratarlo a parientes, socios y amigos; esos que han recibido comisiones suculentas por otorgar las concesiones mineras; esos que se han acaudalado demencialmente a la sombra de la más vil de las corrupciones; esos que se han enriquecido levantando la mano y aceptando sobornos de los cabilderos, esos se pavonean impunes, descaradamente, en los palacios nacional, estatales y municipales, a todo lo largo y ancho del país.

No hace falta nombrarlos, son los mismos de siempre, las mismas familias formadas por ex mandatarios y el actual presidente, diputados, senadores, secretarios, subsecretarios, gobernadores y funcionarios. Los apellidos se repiten, brincan de uno a otro partido, hablan y, ante las evidencias, jamás reconocen su responsabilidad, son inocentes, son intachables, nunca en su “limpia” trayectoria política se han robado ni siquiera un solo peso.