
Crisis empresarial y desempleo masivo en Durango
SOFÍA GARCÍA
En Durango, las empresas que sobreviven lo hacen a crédito y los trabajadores viven con miedo de perder el sustento

Mientras el gobernador Esteban Villegas presume “reactivación” y cifras alegres en conferencias, los empresarios duranguenses enfrentan otra realidad: cuatro de cada diez tendrán que endeudarse para poder cerrar el año. No para crecer, sino para pagar nómina y aguinaldos. Es el retrato de una economía que se quedó sin oxígeno.
El Consejo Coordinador Empresarial estatal, presidido por Raúl Montelongo Nevárez, advierte que el flujo de efectivo se agotó y la mayoría de las pequeñas y medianas empresas operan al límite. A pesar de todo esto, el gobierno de Villegas permanece estático: no se ha dado a conocer un plan de contingencia ni un solo incentivo fiscal. La parálisis del poder político se volvió el sello de esta administración, incapaz de entender que cada día que pasa sin medidas de apoyo se traduce en despidos, cierres y endeudamiento.
El riesgo de desempleo masivo es real. Durango tiene una población económicamente activa de 873 mil personas, de las cuales más de 30 mil ya están sin trabajo, según el INEGI. Si la tendencia continúa, el estado podría perder hasta 15 mil empleos formales en los próximos meses. Con ello, muchos trabajadores terminarán en condiciones frágiles: sin prestaciones, con sueldos más bajos, pagos por honorarios o empleos temporales. Hoy, casi 390 mil duranguenses sobreviven en la informalidad, sin seguridad social ni prestaciones.
El consumo interno se desplomó más de 10 por ciento respecto al año pasado. Los comercios venden menos, las fábricas reducen turnos y los servicios -que concentran seis de cada diez empleos- apenas resisten. No hay flujo, ni crédito, y el consumo se apaga. Es la evidencia de un sistema que ya no se sostiene.
A esa fragilidad se suma la presión fiscal. Los empresarios pagan más por energía, por trámites y por impuestos municipales. En lugar de apoyos, enfrentan una burocracia que los asfixia. Así, el equilibrio financiero del gobierno se sostiene a costa de quienes aún generan empleo.
En Durango, las empresas que sobreviven lo hacen a crédito y los trabajadores viven con miedo de perder el sustento. Mientras tanto, el poder político duerme y la crisis -económica y social- se profundiza.
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En corto.- En Michoacán, el miedo sigue siendo el único cultivo que no se marchita.
Asesinaron a Bernardo Bravo, líder de los limoneros de Apatzingán, el mismo que se atrevió a denunciar extorsiones y a reclamar al gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla lo que el campo lleva años pidiendo: seguridad y apoyos reales.
Días después, su cuerpo apareció torturado.
Y desde su oficina, Bedolla habla de “pacificación”, como si en Tierra Caliente no siguiera mandando el crimen.
(El Heraldo De México)