Pedazos de país…
Dos presidentes genocidas mexicanos, Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, bajo las órdenes del gobierno estadounidense de Barack Obama, han venido practicando una política injerencista inaceptable entrometiéndose en los asuntos internos de Venezuela, país hermano acosado por el imperialismo yanqui y la oligarquía local que desde el régimen del desaparecido Hugo Chávez ha venido sufriendo los embates desestabilizadores de estas mafias saqueadoras que no buscan el bienestar del pueblo venezolano sino apoderarse de su petróleo imponiendo un gobierno de derecha para regresar a los viejos tiempos en los que los norteamericanos compraban a Venezuela su oro negro a precios irrisorios.
Así, una vez provocadas las crisis económica, social y política en Venezuela por los mismos norteamericanos para intentar derrocar al presidente bolivariano Nicolás Maduro, este ha respondido ordenando la detención de los principales líderes opositores e investigando a funcionarios electos adversos a su régimen que están siendo financiados desde Washington.
Esto no fue del agrado del perverso gobierno estadounidense por lo que envió a los ex presidentes serviles mexicanos a presionar a Nicolás Maduro con declaraciones y cartas en las que exigen al presidente venezolano “respetar la libertad de prensa y los derechos humanos de los opositores” para no desestabilizar más a su país.
Bajo este panorama, el presidente invasor Barack Obama ha firmado una orden ejecutiva acusando a Venezuela de ser “una amenaza extraordinaria e inusual para la seguridad nacional y la política exterior estadounidense”, al mismo tiempo que le exige al gobierno de este país suspender de inmediato el uso de la violencia, respetar a los ciudadanos que se manifiestan y protestan en las calles de Venezuela y liberar a todos los presos políticos.
Muy pocas veces en la historia de la Humanidad la política ha sido el arte de gobernar ya que generalmente la política ha sido el principal instrumento para perjudicar a los demás, sobre todo a los débiles, y lo anterior es uno de los ejemplos más sucios que podemos ver. Hoy, dos ex presidentes mexicanos acusados de genocidio en tribunales y organismos internacionales, sin la menor pena se atreven a exigirle al presidente venezolano que ya no encarcele a quienes están provocando desorden en su país y a quienes buscan entregar el patrimonio venezolano a intereses extranjeros. Esta es la enorme diferencia entre Nicolás Maduro y estos ex presidentes sátrapas: que aquél está defendiendo a su patria, y estos, cuando fueron presidentes de México, saquearon nuestro país, entregaron nuestras riquezas a los intereses estadounidenses, encarcelaron a decenas de presos políticos y fueron los causantes directos e indirectos de cientos de miles de muertes.
Y lo que también debe indignarnos es la postura del presidente estadounidense hipócrita Barack Obama, quien con su doble moral condena los actos supuestamente oprobiosos (para él) del gobierno venezolano, pero guarda silencio ante las matanzas que ha perpetrado el régimen del actual presidente mexicano Enrique Peña Nieto (en Tlatlaya e Iguala, donde continúan desaparecidos los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa), y no dice absolutamente nada por las brutales represiones a las protestas ciudadanas que realizan este gobierno peñanietista y el gobierno perredista de Miguel Ángel Mancera, en el Distrito Federal. ¿Acaso será que Barack Obama no toma la misma postura que con Venezuela porque nuestros gobernantes no dudaron ni un segundo en poner en bandeja de plata nuestro petróleo para que sea saqueado por las grandes empresas petroleras estadounidenses?
Esta es otra de las diferencias respecto al caso Venezuela, y hasta pareceríamos escuchar a Barack Obama decir en la intimidad de su despacho en la Casa Blanca: “a ti, gobierno mexicano, como te has portado bien y nos has entregado tu petróleo sin oponer ninguna resistencia, te voy a proteger con mi silencio… puedes hacer lo que se te venga en gana… ¡aaahh pero ese pinche gobierno venezolano, como desde que estaba Hugo Chávez no nos quiere dar su petróleo, no se la va a acabar, le vamos a hacer un desmadre para desestabilizarlo, derrocarlo y apoderarnos de su petróleo, porque con nosotros así es, por la buena o por la mala”.
Porque como lo dijo el Che Guevara: “Esa es la naturaleza del imperialismo: degollar, asesinar y derramar hasta la última gota de sangre de un revolucionario o un pueblo que haya caído bajo su bota o luche por su libertad”.
Esta es la desgracia que nos persigue a los mexicanos, la cercanía con los voraces gobiernos estadounidenses y el entreguismo de nuestros aviesos gobernantes. Por eso nuestro país está hecho pedazos en el aspecto económico, el desempleo y la miseria aumentan, el proyecto educativo está estancado, no hay desarrollo social ni cultural porque nuestro dinero se lo roban nuestros gobernantes para enriquecerse y para costear sus millonarias campañas electorales; porque desde hace mucho tiempo entregaron nuestras riquezas naturales a intereses extranjeros, principalmente a los norteamericanos (ahora ya buscan también privatizar el agua).
La inseguridad y la violencia del crimen organizado también han ido en aumento, y nos hemos convertido en un país puente para el trasiego de cocaína y productor de amapola (heroína) y mariguana para abastecer al imperio drogadicto gringo, y las violaciones a los derechos humanos de la ciudadanía por parte de las instituciones del Estado mexicano han provocado que la ONU condene al gobierno de Enrique Peña Nieto manifestando que en nuestro país la tortura se practica de manera generalizada (¿y Obama por qué no dice nada al respecto?).
La falta de pericia financiera del gobierno peñanietista nos ha llevado a padecer la peor de las inflaciones de los últimos años, con un dólar que se cotiza ya a casi 16 pesos, y la partidocracia criminal mexicana gobierna para sí misma, no para el pueblo. La designación del retrógrada Lic. Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es la mejor muestra de ello. Un represor con negro historial: asesino de mineros en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y uno de los autores intelectuales de la masacre de Atenco, junto con Peña Nieto cuando fue gobernador del Estado de México, durante el sexenio de Felipe Calderón, en el que fungió como secretario de Seguridad Pública, Medina Mora también mantuvo en la cárcel durante tres años a las indígenas otomíes Jacinta, Alberta y Teresa “por secuestrar a seis agentes federales”. Estos son solo algunos de los antecedentes de represión y corrupción de Medina Mora, aparte de ser personero de Televisa, empresa para la cual cabildeó la conocida Ley Televisa, que terminó de enriquecer y otorgar prebendas inusitadas a este consorcio deleznable.
Medina Mora pudo asumir el cargo de ministro gracias a la ausencia de cuatro senadores perredistas que intencionalmente no acudieron a votar el pasado 10 de marzo, día en que se decidió su designación en el Senado. Con esto, nos queda muy claro que la partidocracia criminal mexicana no gobierna para el pueblo de México sino para sus propios intereses y para protegerse las espaldas con ministros corruptos que jamás aplicarían la ley para castigarlos.
Solo nos queda a los ciudadanos deshacernos de una vez por todas de esta fauna nociva que nos representan los partidos políticos para intentar recuperar nuestra nación con la elección de candidatos independientes que nos lleven a formar un nuevo Constituyente que nos de la fuerza necesaria para revertir los daños causados por la partidocracia criminal y la oligarquía nacional, y para enfrentar con dignidad a los ambiciosos gobiernos norteamericanos.