Distrito Federal: El infierno en Tlalpan

Héctor de Mauleón.

Recientemente me referí al caso de Ana María Velázquez Colomer, una mujer que se enteró -por un papelito pegado en una parada de autobús- de una oferta de empleo bien remunerado en un rancho de Topilejo, salió de su casa para entrevistarse con el supuesto empleador, un tal “señor José Luis”, y no regresó. Desapareció. No se sabe nada de ella desde entonces.

La columna le hizo recordar a una reportera de EL UNIVERSAL, Doris Gómora, que había otros casos de desaparición en Topilejo. Me envió la información: el sábado 18 de febrero de 2012, un muchacho de 19 años, José Manuel García Orenda, salió de su domicilio en Milpa Alta y se dirigió a una fiesta que iba a llevarse a cabo en Topilejo. Él tampoco regresó. Sus padres le marcaron en la madrugada, pero su celular mandó al buzón. Como ocurrió en el caso de Ana María, a sus familiares no les exigieron rescate. Nadie les llamó jamás. Sencillamente, a José Manuel se lo tragó la tierra.

La familia denunció en el Centro de Atención a Personas Extraviadas y Ausentes, Capea; recorrió Topilejo y otros pueblos cercanos pegando la fotografía de José Manuel aquí y allá, en esa zona de la delegación Tlalpan. No hubo resultados. Y a la fecha, no hay ninguna pista.

Gómora recordó también la desaparición de Cesia Lagunes Barrera, de 15 años, cuyo paradero se desconoce desde el 13 de noviembre de 2013. Adivinó usted: la última vez que la vieron, Cesia salía de la escuela preparatoria “Otilio Montaño”, ubicada en San Miguel Topilejo.

Los medios de comunicación han mencionado varias veces la escuela “Otilio Montaño”. Muchas cosas han sucedido ahí. En abril de 2013 la policía detuvo a siete secuestradores, seis adultos y una adolescente. La adolescente proporcionaba a los adultos información sobre sus compañeros, y éstos se encargaban de ubicarlos y secuestrarlos. Tenían en Topilejo tres casas de seguridad.

El 30 de mayo de 2014, dos secuestradores fueron sentenciados a 95 años. Secuestraban estudiantes en Topilejo. Para presionar a los padres, a uno de ellos le cercenaron el dedo con un machete. Ese mismo mes, la policía detuvo en Topilejo a un asesino de mujeres: un microbusero que fue sorprendido mientras intentaba deshacerse del cadáver de una muchacha de 18 años en un paraje boscoso del poblado.

San Miguel Topilejo es uno de los lugares más inhóspitos del Distrito Federal. Se localiza en uno de los puntos más remotos e inaccesibles de la delegación Tlalpan. Lo rodean amplios terrenos comunales y ejidales. Hay narcomenudeo, personas en situación de calle y presencia de grupos vandálicos. Existen zonas de alta marginación. Tiene altos índices delictivos. Desde hace años los habitantes son víctimas de robos, plagios y secuestros exprés. La policía ha detenido a familias enteras dedicadas al secuestro. La gente se queja de robos a casa habitación, de frecuentes asaltos a transeúntes, de robo a negocios, de robo de autos, de robo de autopartes, de robo de ganado, de riñas callejeras. El consumo de alcohol alcanza niveles de escándalo. La violencia intrafamiliar y la violencia contra las mujeres, también. Diversos grupos de interés se disputan los bosques, la tierra, la arena, la madera.

[quote_box_center]En los alrededores es frecuente hallar cadáveres humanos y fosas clandestinas. El 26 de noviembre de 2011, peritos “levantaron la pelvis con un muslo con fémur; tibia con peroné y parte de la espina dorsal de una persona, restos que todavía tenían parte de un pantalón de mezclilla guinda”.[/quote_box_center]

Ahí aparecieron tres “narcofosas” con víctimas de El Ponchis, el diabólico adolescente del Cártel Pacífico Sur cuya confesión horrorizó al país hace cinco años. La prensa reporta regularmente la aparición de ejecutados, “encintados”, encobijados. Ahí fueron a tirar sus verdugos el cuerpo de Anayeli Bautista, la estudiante de la facultad de Química por la que se exigió un rescate de dos millones de pesos; ahí fue secuestrada, en compañía de otros seis ciclistas, la triatleta Fabiola Corona, competidora en Pekín 2008, y liberada a cambio de 250 mil pesos.

Por ahí se mueven con entera libertad secuestradores exprés que entre el kilómetro 35 y 45 de la carretera federal detienen a los autos y se llevan a familias completas.

A ese lugar fue Ana María a buscar trabajo el 30 de abril. Las autoridades no saben nada de ella, y probablemente no saben nada tampoco de lo que se vive día tras día en Topilejo.

(El Universal).