Lucio Cabañas
De la redacción de razacero.
De origen campesino, vio la luz un 12 de diciembre de 1938 en El Porvenir, municipio de Atoyac de Álvarez. Estudió en la Escuela Normal de Ayotzinapa, sí, esa que actualmente ocupa los encabezados de los principales periódicos del país y del mundo, en la cual fue líder estudiantil y Secretario General de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, en 1962.
El Chivo, como lo conocían en su pueblo natal, obtuvo el título de maestro rural e inició su labor docente en Mezcaltepec, municipio de Atoyac, Guerrero. Ahí encabezó la protesta de los ejidatarios contra la empresa Silvicultora Industrial S. de R.L, casi por nada: talaban inmoderadamente los bosques sin dejar ningún beneficio a la comunidad; los madereros, una vez expulsados, presionaron al gobierno estatal, por lo que Cabañas fue transferido a la escuela “Modesto Alarcón”, de Atoyac, pero no se retiró de la lucha agraria y fundó la delegación de la Central Campesina Independiente en esa región.
Lucio Cabañas era llamado frecuentemente como conciliador de problemas, incluso de otras escuelas. Precisamente en 1965, el hecho de intervenir en la solución de un conflicto en la Escuela “Juan Álvarez” originó que el entonces gobernador del estado, Ray-mundo Abarca Alarcón, promoviera su cambio al estado de Durango. Y en Durango también participó en movimientos, como el movimiento del Cerro del Mercado, contra el gobernador Alejandro Páez Urquidi, organizando a los campesinos y a un grupo de mujeres para mejorar sus condiciones de vida, razón por la que fue devuelto a su lugar de origen, en donde posteriormente encabezó uno de los movimientos guerrilleros más importantes en México durante los años sesenta y setenta, como jefe del grupo armado llamado Partido de los Pobres.
El 2 de diciembre de 1974 tuvo su último enfrentamiento con tropas militares, combatiendo en la selva cafetalera El Otatal, cerca de Tecpan, Guerrero. Lucio Cabañas, al percatarse de que no había salida, gritó a sus persecutores: “¡Hasta que se les hizo…! Pero no les voy a dar el gusto de que me maten ustedes“, colocándose el cañón de su rifle M-2 en el cuello y disparándose, cayendo herido mortalmente. El capitán Bravo Torres corrió hasta el cuerpo y le disparó el tiro de gracia.
Fue sepultado en el panteón municipal de Atoyac de Álvarez.
Tras su muerte, el profesor Lucio Cabañas Barrientos y su movimiento se convirtieron en una leyenda. Su bandera en favor de los pobres ha sido tomada por otros grupos armados en Guerrero, que sigue siendo una de las regiones más pobres del país, sometida a añejos cacicazgos, abusos, crímenes, corrupción, violaciones, miserias e insalubridad.
Para Carlos Montemayor, autor del libro titulado Guerra en el Paraíso, la guerrilla de Cabañas nació como una forma de autodefensa; el gobierno, queriendo evitar una manifestación popular, lo que consiguió fue producir una guerrilla que hoy, sin la voluntad política de transformar económica, educativa y socialmente a la sierra de Guerrero, aún perdura, avivada por otra masacre de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas, en 1995, siendo mandatario estatal el hijo de aquél gobernador sátrapa, Rubén Figueroa, que Lucio secuestró veinte años atrás, razón por la cual el presidente Luis Echeverría ordenó al ejército perseguirlo.
Su recuerdo y la memoria de la lucha campesina en la sierra de Guerrero, que tantos muertos y desaparecidos ha dejado a su paso, permanecen vivos y representan un símbolo libertario de compromiso por los pobres.
En la plaza de Atoyac de Álvarez se levantó una estatua en su memoria, en donde se le ha rendido y se le seguirán rindiendo homenajes en el aniversario de su muerte.
Casi cinco décadas han pasado de la partida física de Lucio Cabañas, el líder de los pobres, y la situación no ha cambiado nada. Parecería que hablar de la Ayotzinapa de Lucio Cabañas es cosa del pasado, de aquella época, pero ahora ahí están los 43 estudiantes desaparecidos por el mismo régimen represor… genocidio que ha sido condenado en todo el mundo.
La lucha de los campesinos para que se les respeten sus derechos a una vida digna y tranquila, a un trabajo y a vivir en paz, sin que los asesinen, continúa, aunque en ello, literalmente, les vaya la vida.