El vandalismo de estado

Durante el linchamiento mediático de los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que se está llevando a cabo en los medios de comunicación masivos, califican a los mentores de vándalos por la forma enérgica en que llevan a cabo sus protestas en contra de la reforma educativa que a toda costa pretende imponer el presidente Enrique Peña Nieto, apoyado por los partidos políticos de derecha e “izquierda”, agrupados en el oprobioso “pacto por México”.

Así, los bloqueos de avenidas, aeropuertos, el recinto legislativo de San Lázaro y el Senado, y el plantón en el zócalo de la ciudad de México, D.F., son considerados por los personeros del gobierno peñista como actos vandálicos que atentan contra las libertades de los ciudadanos.

Por desgracia, no son pocos los ciudadanos que están cayendo en la trampa de la estrategia de desinformación que está aplicando el cuestionado gobierno de Enrique Peña Nieto, y efectivamente creen que los profesores de la CNTE son vándalos.

Lo que no saben, por supuesto, es el motivo real por el que los maestros se han visto obligados a abandonar sus aulas y viajar cientos de kilómetros para impedir la entrada en vigor de una reforma educativa que en los hechos representa la preparación para la privatización de la educación, así como la inminente pérdida de sus fuentes de empleo, ya que con la aprobación de la Ley de Servicio Profesional Docente se autorizará a un denominado Instituto Nacional de Evaluación Educativa a aplicar exámenes arbitrarios a los profesores y establecer como causal de separación, sin responsabilidad gubernamental, obtener resultados insuficientes en los procesos de evaluación a que serán sometidos los maestros, con base en criterios unilaterales; esta ley también cancela el derecho a la reinstalación y permite el despido de los profesores por faltar tres días consecutivos o discontinuos en el transcurso de un mes, desaparece los nombramientos de base para quienes ya los tienen y para los mentores de nuevo ingreso, permite contratos “por hora” y el despido inmediato sin garantía de audiencia, entre otras muchas disposiciones que eliminan las conquistas laborales consagradas en el artículo 130 Constitucional.

Los últimos cinco ex presidentes y el actual, principales destructores del Estado mexicano.
Los últimos cinco ex presidentes y el actual, principales destructores del Estado mexicano.

Luego entonces ¿en dónde están los verdaderos vándalos? ¿en la CNTE o en los grupos mafiosos depredadores que se han apoderado del Estado mexicano durante las últimas tres décadas?

Estos gremios delincuenciales que comenzaron a operar con mayor virulencia a partir del sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) sí que han practicado el verdadero vandalismo, el vandalismo de Estado que les ha permitido enriquecerse ilícitamente y acaudalar a un pequeño grupo de familiares, amigos y empresarios nacionales y extranjeros, desmantelando la estructura del Estado mexicano.

Así, Teléfonos de México, Fertilizantes Mexicanos, 18 bancos, Altos Hornos de México, Fundidora Monterrey, Siderúrgica Lázaro Cárdenas- Las Truchas,  Minera Cananea, Ferrocarriles Nacionales de México, Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril,  la industria azucarera, Aeropuertos y Servicios Auxiliares, Compañía Mexicana de Aviación y Aeronaves de México,  Nacional Financiera (Nafinsa), Sociedad Mexicana de Crédito Industrial (Somex), Dirona, Diconsa, Forjamex, Sosa Texcoco, Telégrafos Mexicanos, IMEVISIÓN (Canales 7 y 13), Diesel Nacional (DINA) -principal constructora de autobuses y camiones a diesel del país-, Ruta 100, el complejo petroquímico Pajaritos, de PEMEX, y un centenar de empresas paraestatales más propiedad de la nación, es decir, del pueblo de México, han sido vendidas al mejor postor durante los sexenios de Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, con el garlito de que “era necesario para sanar la economía nacional”.

Lo cierto es que en los consejos directivos de muchas de estas empresas privatizadas figuran los nombres de estos ex presidentes de la República así como los de sus familiares y amigos cercanos. El pueblo de México jamás se ha beneficiado con las privatizaciones de las empresas paraestatales ya que, por el contrario, la pobreza ha aumentado y el poder adquisitivo ha disminuido. El beneficio directo ha sido para nuestros gobernantes pillos y la oligarquía insaciable nacional y extranjera que hoy, con Enrique Peña Nieto, aspira a terminar de depredar lo poco que queda del Estado mexicano, como la industria eléctrica, que con la requisa de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro durante el sexenio calderonista, y ya integrada esta empresa a la Comisión Federal de Electricidad, será entregada a intereses privados en su totalidad, ya que en la actualidad este sector emplea empresas particulares subcontratistas que prestan servicios de suministro eléctrico.

Y lo mismo sucede en Pemex, en donde la petroquímica básica desde hace varios años está en manos de empresas privadas.

El sector de Salud Pública también ya está parcialmente privatizado con la subrogación de servicios de hospitales públicos a hospitales privados, que regularmente facturan a precios exorbitantes ejerciendo una nueva modalidad de saqueo que, junto con la corrupción galopante que se practica en este y todos los rubros, está reventando las finanzas de todas estas instituciones para que este hecho, en un futuro cercano, sirva de pretexto a nuestros gobernantes para privatizar los hospitales públicos porque “ya están en quiebra”.

Esto es lo que se planea hacer con la educación: adelgazar la planta laboral con el despido masivo de profesores a través de la Ley de Servicio Profesional Docente y dejar en el abandono absoluto a los planteles escolares para que “no haya otro remedio” más que enviar a nuestros hijos a colegios particulares porque las escuelas públicas habrán desaparecido… y quienes puedan pagar las colegiaturas podrán sacar a sus hijos adelante, pero quienes no puedan, que da la casualidad de que somos la mayoría de los mexicanos, pues tendremos que hacernos a la idea de que nuestra descendencia seguirá engrosando las estadísticas de desempleados, subempleados y empleados mal pagados o explotados, que a estas alturas ya son de por sí alarmantes.

Por eso, la lucha de la CNTE no solo significa la defensa de la educación pública sino el intento real por recuperar y conservar las instituciones públicas que conforman el Estado mexicano y que los vándalos que han ostentado el poder, y lo siguen detentando, nos han robado.

Ante la ineficacia y entreguismo de la “izquierda” mexicana, solo la actitud combativa de la sociedad entera, tomando como ejemplo a los profesores de la CNTE, podría frenar la depredación que practican impunemente las mafias gobernantes que amenazan con despojarnos de todo, absolutamente todo lo que como nación nos pertenece.