El desastre de Peña Nieto
Acuatro años de gobierno, Enrique Peña Nieto ha encabezado la peor administración presidencial de la historia contemporánea. Si sus graves actos de corrupción personales ya representaban un daño severo para el erario y para la imagen de nuestro país en el contexto internacional, sus torpezas en el manejo político y financiero de la nación han ocasionado ya el peor desastre de que se tenga memoria.
La gota que derramó el vaso y provocó la indignación de la ciudadanía y de amplios sectores políticos fue la invitación que Peña Nieto le hizo al candidato del partido Republicano estadounidense, Donald Trump, para que visitara nuestra patria. Como ya sabemos, Trump se ha caracterizado por su tozuda exigencia de que paguemos la construcción de un muro en nuestra frontera norte y por los ataques xenofóbicos y racistas que durante toda su campaña electoral ha proferido en contra de los mexicanos. Peña Nieto le abrió las puertas de nuestro territorio recibiéndolo como jefe de Estado, argumentando que de no haberlo hecho nuestro país correría un enorme riesgo ante la posibilidad de que el belicoso Donald Trump llegue a la presidencia de Estados Unidos.
Pero en los hechos, la torpeza de Peña Nieto nos puso en una situación mucho más peligrosa pues, de hecho, se entrometió en la política interna de los Estados Unidos y ocasionó un conflicto diplomático.
Luego de este hecho, importantes medios de comunicación nacionales como la revista Proceso dieron a conocer los detalles de este desastre: el principal artífice de la invitación a Donald Trump no fue la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, sino el inepto secretario de Hacienda Luis Videgaray, y la candidata del partido Demócrata, Hillary Clinton, no fue invitada en el mismo tiempo y forma en que se invitó al rijoso magnate republicano, desaire que indudablemente nos deja en una situación muy delicada si Hillary Clinton gana las elecciones el próximo mes de noviembre, y más considerando las ligas que esta política estadounidense tiene con la llamada cofradía de Yale, integrada por poderosos líderes que manejan las finanzas del mundo a su antojo.
Este paso al abismo de Peña Nieto nos reveló la manera en que él y su gabinete conducen los destinos de nuestro país: simple y llanamente con las patas.
Ahora, a este monumental error por el que inclusive Peña Nieto será acusado por traición a la patria por un amplio sector de la sociedad que ya está recabando firmas para tal fin, se suma la debacle económica, la tragedia del hundimiento financiero por las pésimas decisiones tomadas por quienes se supone deben salvaguardar nuestros intereses.
Y por supuesto que hay nombres y apellidos de quienes ya llevan más de una década perjudicándonos y enriqueciendo a esos pequeños grupos de saqueadores a los que pertenecen. Uno de ellos es el “economista” José Antonio Meade Kuribreña, quien en el pasado sexenio calderonista fue secretario de Energía y secretario de Hacienda; en esta gestión de Enrique Peña Nieto, este personaje ha ocupado los cargos de secretario de Relaciones Exteriores, secretario de Desarrollo Social y ahora nuevamente secretario de Hacienda tras la salida de Luis Videgaray luego del escándalo Trump.
A José Antonio Meade Kuribreña los mexicanos le debemos en buena parte el estar al borde de la peor crisis económica que hemos sufrido pues como secretario de Hacienda de Felipe Calderón fue el principal artífice de la “política económica” heredada a Enrique Peña Nieto quien, fiel a los intereses de los grandes piratas financieros internacionales, siguió aplicándola con Luis Videgaray, compañero de banca de José Antonio Meade Kuribreña en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. ¿Coincidencia? No, son parte de una misma mafia que desde hace décadas se transfieren el poder unos a otros y han venido vendiendo nuestro patrimonio nacional y empobreciéndonos con sus “reformas estructurales”, al mismo tiempo que amasan enormes fortunas por los negocios personales que realizan con recursos públicos. Son delincuentes de cuello blanco peligrosísimos a los que no les interesa ayudar a las mayorías sino solamente a ellos mismos y a sus grupos de poder.
Y los resultados de esas actividades delincuenciales ahí están: la depreciación del dólar, que al inicio del sexenio tenía un valor de 12 pesos y hoy ya oscila en 19 pesos; la deuda pública, que al final del sexenio calderonista era de 5.9 billones de pesos (36.4% del Producto Interno Bruto) y ahora es de 9 billones (48% del PIB), y la misma secretaría de Hacienda considera que en 2017 esta deuda representará el 50.4% del PIB; las reformas estructurales que no sirvieron más que para enriquecer a esas élites de bandidos ya bien identificados; la “política recaudatoria” implementada por esos “genios” de la economía (Meade-Videgaray), que fracasó pues se protegió a los grandes consorcios empresariales, y la transparencia que no llegó pues se le ha dado impunidad total a todos esos gobernantes ladrones que todos los días nos meten las manos en los bolsillos. Para colmo, la exportación petrolera caerá en un 20% el próximo año y el “paquete económico” presentado por estos vivales a la nación presenta un recorte presupuestal de 240 mil millones de pesos, afectando, como siempre, a los rubros más sensibles como Educación, Salud y Obras Públicas.
Así las cosas, por los malos manejos de la economía nacional derivados de la inexperiencia y la mala fe de los pillos que nos gobiernan, se espera que los dos últimos años del gobierno de Enrique Peña Nieto sean una verdadera pesadilla y, a reserva de que la bomba social no estalle, quizá pueda salvarnos un poco el cambio político que se avecina en el 2018, siempre y cuando surjan otro tipo de expectativas que nos representen y no lleguen a la presidencia los mismos de siempre: esos hampones de la derecha prianista o esos santones hipócritas “izquierdistas”.
Los mexicanos necesitamos ya otra opción de gobierno.