México Narcoestado

Obispo Raúl Vera, padre Alejandro Solalinde y el padre Goyo. Cada día más representantes de la iglesia católica denuncian al narcogobierno y se rebelan a favor del pueblo de México

MÉXICO: NARCOGOBIERNO

Y PELIGRO INMINENTE DE UNA GUERRA CIVIL

“Mal de muchos, consuelo de tontos…”, reza el popular refrán que fácilmente puede ser aplicado a las declaraciones que hizo el presidente de la República en Davos, Suiza, el pasado 23 de enero en el Foro Económico Mundial, luego de ser cuestionado por el presidente de este Foro, Klaus Schwab, sobre la inseguridad que se vive en México: “la violencia no es exclusiva del país, sino de América Latina”, intentó revirar Enrique Peña Nieto sin analizar que la violencia extrema que priva en nuestro país está ligada al crimen organizado y a los carteles de las drogas que son productos directos de la corrupción extrema de nuestros gobernantes.

Así, aunque Peña Nieto destaque en las pasarelas internacionales los supuestos logros “sociales” que traerán las reformas educativa, fiscal, energética, política y de comunicaciones, que solo beneficiarán a las élites empresariales y políticas, la sombra de la criminalidad siempre lo va a perseguir durante su sexenio por los antecedentes que tienen algunos de sus más cercanos colaboradores, como por ejemplo el principal de ellos, Miguel Osorio Chong, secretario de Gobernación, relacionado en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDORPIFAM/185/2010 por los delitos de crimen organizado y lavado de dinero, en complicidad con el cartel de Los Zetas.

Hoy, a poco más de un año de haber asumido el cargo de presidente de la República, Enrique Peña Nieto tiene al país en peores condiciones que en las que lo dejó su predecesor, Felipe Calderón, con prácticamente dos tercios del territorio nacional inmerso en la violencia impuesta por las bandas del crimen organizado y los carteles del narcotráfico, que invariablemente mantienen nexos de connivencia y son protegidos por mandos políticos, policíacos y castrenses que se han corrompido en más de la mitad de los estados que componen nuestra federación.

Y lo peor de todo es que ningún poder legalmente establecido ni la partidocracia puede someter al imperio de la ley a estos gremios delictivos por la red de complicidades que han creado, a la cual pertenecen hoy la mayoría de nuestros representantes ya que quien no está ligado a conocidos capos, lo es, y quien no hace enormes fortunas dejando hacer y pasar a narcotraficantes, extorsionadores, secuestradores y tratantes de personas, las consigue recibiendo grandes sumas de dinero por levantar el dedo en los congresos federal y locales o haciendo negocios millonarios particulares con recursos públicos, como el cartel de políticos que desde hace más de una década ha venido saqueando las arcas de PEMEX y la CFE, hasta el grado de decir que estas empresas paraestatales “ya no son rentables” y por eso hay que hacer reformas para que empresas extranjeras –de las cuales son socios estos mismos políticos corruptos mexicanos- vengan a hacer “lo que nosotros no podemos porque ellos tienen tecnología muy avanzada”.

Hoy, gobernados por auténticos delincuentes que llegan al poder para vaciar las arcas públicas, México está convertido en un polvorín porque cientos de miles de ciudadanos ya no soportan el abandono en que estos pillos han dejado a las instituciones del Estado, para enriquecerse. Porque ya no soportan que las principales dependencias impartidoras de justicia estén en manos de criminales y el Ejército y la Marina también hayan sido infiltrados o corrompidos por los consorcios mafiosos, y muchos de sus elementos sirvan a estos de manera deleznable para agredir a la población civil.

Por eso ahora Michoacán está prácticamente en medio de una guerra civil, porque su pueblo decidió tomar las armas y formar policías comunitarias para defenderse de los carteles delictivos, de los carteles pertenecientes al Ejército y a la Armada y de los carteles conformados por políticos corruptos de los tres niveles de gobierno que, desde hace una década, han venido despojando a ciudadanos honrados de sus propiedades y violando a sus mujeres.

Lo mismo sucede en los estados de Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas, Chihuahua, Coahuila, Sinaloa y Durango, en los que más de la mitad de sus territorios se encuentran dominados por bandas y carteles del crimen organizado tolerados y protegidos por los gobiernos federal, estatales y municipales.

Si el gobierno federal de Enrique Peña Nieto ha sido incapaz para revertir esta situación crítica que va en aumento, no es porque sea totalmente incompetente sino porque de alguna manera forma parte de este entramado que le resulta muy redituable ya que, de alguna manera, el narcotráfico, el secuestro, las extorsiones, la trata de personas, el trasiego de armas y el tráfico de influencias dejan mucho, muchísimo dinero a quienes ostentan el poder.

Por eso los medios de comunicación masiva pertenecientes a la oligarquía -que también se beneficia de esas prácticas nocivas lavando el dinero de estas mafias-, y que están al servicio de la clase política, han arremetido mediáticamente en contra de las policías comunitarias, como policíaca y militarmente lo ha hecho el gobierno federal en Michoacán, asesinando a ciudadanos integrantes de estos grupos y encarcelando a decenas de ellos mientras solo ha arrestado a un par de “jefes” de Los Caballeros Templarios.

Hoy, en casi la mitad de los estados de la República se están dando las condiciones económicas y sociales para que sus habitantes se rebelen con la desobediencia civil o con las armas, por la falta de pericia política o contubernio abierto que mantienen los que detentan el poder Ejecutivo de la nación con el crimen organizado. Y necesariamente seremos los ciudadanos los que tengamos que poner fin a esta situación, relevando del poder, a como dé lugar, por la vía democrática, a esos clanes de políticos hamponeriles que conforman la partidocracia y se han adueñado no solo de PEMEX y la CFE, sino de todas las instituciones del Estado. Urge ya que los ciudadanos rescatemos a nuestro país, a reserva de que estos pillos se devoren todo y no tengamos ningún futuro que dejarle a nuestros hijos.