Rosario Castellanos
De la redacción de razacero.
Narradora y poeta mexicana, nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925. Rosario Castellanos Figueroa es considerada en nuestro país como la escritora más importante del siglo XX en su género. Durante su infancia vivió en Comitán, en el estado de Chiapas, al sur del país, de donde procedía su familia. Cursó estudios de letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en Madrid complementó su formación con cursos de estética y estilística.
Trabajó en el Instituto Nacional Indigenista en Chiapas y en la Ciudad de México, siempre preocupándose por las condiciones de vida de los indígenas y de las mujeres en su país. En 1961 obtuvo el puesto de profesora en la UNAM, donde enseñó filosofía y literatura; posteriormente desarrolló su labor docente en la Universidad Iberoamericana y en las universidades de Wisconsin, Colorado e Indiana, en los Estados Unidos, y fue secretaria del Pen Club de México, filial del PEN Club Internacional, organización de escritores, dramaturgos y editores fundada en Londres por autores como George Bernard Shaw, Anatole France y Thomas Mann, en 1920. A este club también pertenecieron eminencias como Genaro Estrada, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, Javier Villaurrutia y Daniel Cossío Villegas, entre otros.
Dedicada a la docencia y a la promoción de la cultura en diversas instituciones oficiales, en 1971 fue nombrada embajadora en Israel, donde falleció al cabo de tres años el 7 de agosto de 1974, en Tel Aviv, víctima al parecer de un accidente doméstico a consecuencia de una descarga eléctrica provocada por una lámpara cuando acudía a contestar el teléfono al salir de bañarse.
Una absoluta sinceridad para poner de manifiesto su vida interior, la inadaptación del espíritu femenino en un mundo dominado por los hombres, la experiencia del psicoanálisis y una melancolía meditabunda constituyen algunos elementos que definieron su obra. Su poesía, en la que destacan los volúmenes “Trayectoria del polvo” (1948) y “Lívida luz” (1960), revela las preocupaciones derivadas de la condición femenina.
En los trabajos tardíos de este género, habla de su experiencia vital, los tranquilizantes y la sumisión a que se vio obligada desde la infancia por el hecho de ser mujer. Hay en sus poemas un aliento de amor mal correspondido, el mismo que domina el epistolario “Cartas a Ricardo”, aparecido póstumamente. Su poesía completa fue reunida bajo el título de “Poesía no eres tú”, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1972.
Su mundo narrativo toma muchos elementos de la novela costumbrista. Las novelas “Balún Canán” (1957) y “Oficio de tinieblas” (1962) recrean con precisión la atmósfera social, tan mágica como religiosa, del estado de Chiapas. En Balún Canán expone los contrastes sociales y la segregación racial y sexual que en esa época se daba en esta entidad. El argumento de la segunda, una premonitoria rebelión indígena en este estado sureño inspirada en un hecho real del siglo XIX, surgió de una toma de consciencia de la situación mísera del campesinado de esa región mexicana, y de su abandono a los caciques locales por parte del gobierno federal.
Escribió también volúmenes de cuentos situados en esta misma dinámica: “Ciudad Real”, en 1960; “Los convidados de agosto”, de 1964, y “Álbum de familia”, de 1971. Estas piezas revelan, en una dimensión social, la conciencia del mestizaje y, en una dimensión personal, la sensación de desamparo que surge tras la pérdida del amor.
Sus ensayos fueron reunidos en la antología “Mujer que sabe latín”, realizada en 1974 por la Secretaría de Educación Pública, título inspirado en el refrán sexista: “Mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene buen fin”, que puede considerarse representativo de su vida pues tuvo un matrimonio tormentoso con el profesor de filosofía Ricardo Guerra, de quien se divorció en 1971. Su obra y su visión de la realidad la llevaron a ser incansable defensora de los derechos de las mujeres, sobre todo las indígenas, labor por la que es recordada como uno de los máximos símbolos del feminismo latinoamericano. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres desde el 9 de agosto de 1974.