Un botín llamado UJED
Fernando Miranda Servín.
Totalmente enrarecido se encuentra el ambiente en la máxima casa de estudios duranguense, la Universidad Juárez, un tanto por la renuncia ya esperada, pero varias veces pospuesta, del ex rector Óscar Erasmo Navar García, y otro tanto por la toma del edificio central por parte de integrantes de la Federación de Estudiantes Universitarios de Durango (FEUD), quienes encabezados por su dirigente, Ricardo Fabián García Arrieta, exigen a la rectoría que les cumpla una serie de demandas de carácter económico para liberar las instalaciones principales de la UJED.
Entre esas demandas está la eliminación de cuotas internas a los alumnos, cuotas que no están contempladas en la Ley Orgánica de esta universidad, y la eliminación del semestre cero para ampliar la matrícula y que más alumnos tengan oportunidad de ingresar a las facultades. A esta toma del edificio central le han seguido las tomas del Instituto de Bellas Artes, del edificio de Telecomunicaciones y de las oficinas de Contraloría y subsecretaría general académica, entorpeciendo los trámites de carácter estudiantil y los pagos a los trabajadores de esta institución.
Hasta aquí las demandas de los estudiantes parecen ser genuinas, lo discutible es que esta acción la hayan emprendido precisamente en las vísperas para iniciar el proceso de elección de rector de la UJED. ¿Por qué no lo hicieron antes? ¿Por qué no esperar al nuevo rector para plantearle sus exigencias?
En política la forma es fondo, y este movimiento estudiantil, a pesar de tener buenas intenciones, nos manda el mensaje de que otro tipo de intereses están detrás de estas demandas justas.
Hoy, por lo menos una docena de conocidos y desconocidos académicos están aspirando a ser rector de la UJED, la mayoría desafortunadamente con historiales negros más que preocupantes; así, desde hostigadores sexuales de alumnas hasta nepotistas y sindicalistas corruptos creen tener derecho a ocupar el cargo más notorio de esta institución educativa. Y lo que debería parecer el despertar de una nueva época que saque a la UJED del oscurantismo académico y político que ha venido padeciendo desde hace 8 años, parece tambalearse por los intereses mezquinos de unos y las ambiciones personales de otros.
Lo lamentable de esto es que en este tipo de ríos revueltos siempre son los pescadores más deleznables los que salen beneficiados, por lo que a estas alturas es deseable que los aspirantes menos peores, si es que en verdad le tienen un poco de aprecio a su universidad, dejen la vanidad y la soberbia a un lado y hagan una alianza común para evitar que los más nefastos, nuevamente, se apoderen de la UJED y ahora sí terminen de hundirla manteniéndola otros 8 años en los últimos lugares de desarrollo académico a nivel nacional.
No es poco lo que está en juego, pues aparte del control político y hasta social que representa estar apoderado de una institución como la UJED, esta cuenta con un presupuesto anual considerable que supera los mil millones de pesos, muchos de los cuales estos últimos años se han manejado con total falta de transparencia en áreas específicas bien identificadas; aparte de esto, los ingresos por trámites de papelería escolar, cursos y los famosos semestres cero no son nada despreciables ya que arrojan varios millones de pesos más cada año, al margen de las leyendas urbanas que cada día se tornan más reales en cuanto a las exigencias de fuertes cantidades de dinero a los alumnos para “hacerles el favor” de ingresarlos a tal o cual facultad.
En este panorama, no pocos directivos de esta casa de estudios se han beneficiado sobremanera hasta el grado de cambiar sus estilos de vida.
Hoy, varias bandas o pandillas de académicos (no se les puede llamar de otra manera) lideradas tanto por personeros del sexenio pasado (Óscar Erasmo Navar García) como por integrantes del gabinete del gobierno estatal panista (como el Secretario General de Gobierno, Adrián Alanís Quiñones, y el secretario de Educación, Rubén Calderón Luján), y del Poder Judicial (Esteban Calderón Rosas), pretenden imponer a sus candidatos o desestabilizar a la UJED si creen que no las tienen todas consigo.
Por eso es elemental que el 100% de la comunidad universitaria y la ciudadanía observen y se involucren en lo que está sucediendo en la UJED; de lo contrario, podría repetirse la misma historia de las elecciones de 2016 en las que el pueblo de Durango se deshizo de los detestables saqueadores priístas pero llegaron otros más voraces. Y seguiremos repitiendo la misma frase: “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
Esperemos que este proceso de elección de rector se lleve a cabo de manera civilizada y que la comunidad universitaria de la UJED no se conforme con elegir al menos peor, sino a aquél que realmente sea el mejor.