AMLO el “perdonador” y el pueblo como contrapeso

Por fin terminó el sexenio ruin de “El Chacal de Atenco”, Enrique Peña Nieto, uno de los más sangrientos, abyectos y corruptos de los últimos tiempos. Sin embargo, su descarado enriquecimiento ilícito e involucramiento en crímenes de lesa humanidad fueron “perdonados” por el presidente entrante, el santón “izquierdista” Andrés Manuel López Obrador. 

Este “perdón” o complicidad soterrada le fue otorgado a Peña Nieto y a todos los integrantes de su gabinete desde la campaña electoral, no por nada el jerarca tabasqueño machacaba en sus discursos que no iba a emprender persecuciones ni “cacerías de brujas”. El sucio pacto, como fue revelado recientemente en la revista Proceso de acuerdo a la entrevista que el periodista Álvaro Delgado le hizo al conocido ex presidente del PRD, Carlos Navarrete, fue llevado a cabo entre el mismo Andrés Manuel López Obrador y el principal personero de Peña Nieto, Luis Videgaray. López Obrador habría garantizado la impunidad de los miembros del gabinete presidencial del sátrapa mandatario mexiquense, y éste le habría asegurado no intervenir en las elecciones y permitirle comenzar a ejercer el poder inmediatamente después de su triunfo electoral.

La portada de la edición Núm. 2195 de la revista Proceso, en la que se revela el pacto sucio que el santón “izquierdista” Andrés Manuel López Obrador hizo con Luis Videgaray, el principal personero de Enrique Peña Nieto.

Lo anterior explica el protagonismo inusitado que nunca antes en la historia contemporánea de nuestro país había tenido un presidente electo. Y también esto explica la insistencia del santón “izquierdista” de “perdonar” y “amnistiar” a los corruptos que le hayan hecho daño al país.

En este contexto, la misma cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en Texcoco, formó parte de este oscuro pacto, según el perredista Carlos Navarrete.

Ahora, ya como presidente de la República, a López Obrador le será muy difícil mantener el discurso absurdo de “perdonar” a los corruptos para no desestabilizar a la nación, según él, y el argumento de que las cárceles no alcanzarían para encerrar a tantos políticos ladrones, sin que quede la sospecha de su abierta complicidad con quienes asesinaron y saquearon durante el pasado sexenio.

En medio de estas señales de insultante deshonestidad del principal líder de la llamada “Cuarta Transformación”, los avisos de un totalitarismo asoman con las actitudes intimidatorias de algunos de los más notorios operadores políticos del jerarca tabasqueño, como el guerrerense Félix Salgado Macedonio, presidente de la Comisión de Defensa Nacional en el Senado de la República, quien el pasado 23 de noviembre advirtió en este recinto que “el Senado desaparecerá los poderes en los gobiernos estatales que no acaten las leyes y políticas públicas impulsadas por la próxima administración, encabezada por Andrés Manuel López Obrador”, haciendo referencia a la inconformidad que los mandatarios panistas han manifestado con la figura de los “superdelegados”, impuesta ya por la mayoría morenista en el Senado, que el 22 de noviembre reformó la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.

El senador guerrerense Félix Salgado Macedonio, actuando como auténtico porro legislativo ha amenazado con desaparecer los poderes en los estados donde los gobernadores no se ajusten a las políticas que imponga el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Como se sabe, buena parte de los “superdelegados” nombrados por López Obrador en las entidades federativas tienen en sus historiales antecedentes de corrupción y otros simplemente carecen de la preparación suficiente para llevar a cabo la tarea que se les ha asignado pues, en los hechos, concentrarán un poder casi equiparado al de los mandatarios locales en turno al coordinar todas las delegaciones estatales.

Lo que sea, a partir de este 1 de diciembre López Obrador, su gabinete y sus huestes del Poder Legislativo deberán demostrar genuinamente que gobernarán a favor de las mayorías, sin aceptar presiones de lo que se espera será su principal contraparte: el poder de facto que ejercen los dueños de los grandes capitales, que desde ya han empezado a respingar ante los intentos de los legisladores morenistas que en el Senado pretenden meter en cintura a esa clase depredadora y peligrosa que conforman los banqueros, primero con el anuncio de eliminar las comisiones abusivas que cobran a los ciudadanos usuarios de la banca, y luego con la intención de quitarles el gran negocio que les representa regentear las Administradoras de Fondos para el Retiro, que manejan a su antojo los ahorros de los millones de trabajadores afiliados al IMSS y al ISSSTE.

Con una Guardia Nacional bajo el control de los militares y con un Plan Nacional de Paz y Seguridad que deja intocada la estructura financiera del crimen organizado, comienza la “Cuarta Transformación”.

Otros retos que López Obrador deberá enfrentar de inmediato serán las eliminaciones de las reformas educativa, hacendaria y energética, así como definir su proyecto de seguridad pública, ya fuertemente criticado por mantener a las fuerzas armadas del  Ejército y la Marina ejerciendo labores policíacas.

Muy amorfo, sin duda alguna, comienza el sexenio del santón “izquierdista”, aliado con fuertes sectores de la mafia del poder y de la oligarquía, con los que se ve que irremediablemente convivirá por las condiciones y tratos que hizo para llegar a la presidencia de la República; y sin visos de trastocar la estructura financiera del crimen organizado, enfrenta el peligro latente de dejar igual o peor las estadísticas espantosas de homicidios dolosos por las que sus antecesores han sido condenados socialmente, no solo en nuestro país sino en todo el mundo.

Sin embargo, desde este momento a la ciudadanía le toca representar ese contrapeso esencial en toda forma de gobierno, por lo que muchas sorpresas se vivirán en los siguientes años, pues es innegable que la sociedad mexicana ya no está dispuesta a tolerar abusos de gobernantes que no cumplen sus promesas de campaña y llegados al poder actúan como virreyes y dictadorzuelos, olvidando que son servidores públicos, es decir, nuestros empleados, y que así como los llevamos al poder podemos mandarlos a sus casas de inmediato.