Qué bueno por todos

Pasaba gente por la calle, unos cargando a los críos y otros sosteniendo a los viejos y enfermos, venían sudorosos, cansados, cantando, medio abrigados, con escapularios o imágenes de la Virgen de Guadalupe, iban caminando con una manda para que viera la virgen que ellos son capaces de hacer enormes sacrificios con tal de tener su cariño y su milagro de vida, eso sostiene la fe y marca sin duda los pies ligeros, las rodillas, los dolores, el frío y los sinsabores, todos buscan una esperanza.

También escuchaba a algunos clasemedieros estudiados (sin duda alejados de nuestra realidad) decir que eso era solamente la muestra del dogmatismo y no se atrevían a apoyar a los que caían o ayudar a los que necesitaban auxilio, solamente criticaban y maldecían por el atraso que les provocaba la peregrinación a la Guadalupana, eso es lo que nos sucede a muchos que solamente tenemos la visión de lo estudiado y criticamos sentados en el escritorio, rezongamos y maldecimos por esos “apestosos”, no entendemos que ellos vienen desde lejos caminando y sorteando todo lo bueno y malo, rezando y orando, sacando sus dudas y pidiendo lo que necesitan no importando el dolor, la distancia y el sufrimiento, así es nuestro pueblo, así son todos los pueblos, los de abajo, los del infeliciaje, los que solamente tienen la fe y la esperanza, por eso arriesgan todo, en ocasiones hasta la vida en la peregrinación. Ellos son dignos de amor, de apoyo y solidaridad, no saben lo que es el dogmatismo, solo saben que deben tener fe y amor, es todo lo que tienen para dar, eso dan y eso piden.

Cuando leo o escucho lo que dice una mujer que admiro de verdad, que es parte de mi raza, de mi vida y de mi razón de ser en este mundo, como Yalitza Aparicio, ahora premiada por el NYT y reconocida en todos lados, sobre todo en nuestras casas, me hace recordar a todas esas almas enormes y mujeres gigantes que nos han ayudado con nuestros hijos o con las labores del hogar, mujeres que recuerdo con su seriedad, su discreción y su mirada a veces triste o alegre, y que con el paso del tiempo se vuelven parte de nuestra familia y nos duelen tanto como nosotros les dolemos a ellas o ellos. Sabemos que en todos nuestros pueblos tenemos a esas almas nobles y buenas a las que tanto debemos, y dejando a un lado lo que les paguemos siempre debemos de tratarlas con respeto y solidaridad, pues son parte de nuestra vida.

Hace algunos meses doña Mari, la abuela para mis hijos, nos dio la muestra más grande de su amor a la familia, pues me enteré que ella le da consejos a mis hijos y ellos los toman con devoción y cariño, al igual que Mago, quien también es la alegría para mi hija e hijo, es como la hermana con la que juguetean y respetan. Cada vez que ellas por alguna razón se atrasan en su salida, mis hijos toman el auto y las llevan a su casa o les dan un aventón hasta donde no tengan peligro. Se preocupan por su salud, están atentos a sus necesidades, de sus cumpleaños, hay ese intercambio de afecto que alegra nuestra casa; siempre nos hemos preocupado mi esposa y mis hijos de que puedan tener un mejor ingreso, y cuando nos hemos visto cortos de dinero ellas nos han entendido y siguen laborando con la misma eficiencia y cariño, son parte de nuestra familia y ahí tenemos un gran soporte tanto ellas como nosotros en la vida.

Me alegró mucho, por ejemplo, que cuando terminó mi hija Karisma su bachillerato la primera condición para que fuéramos a la fiesta de graduación era que nos acompañaran esas dos grandes y hermosas mujeres que son parte nuestra, y así lo hicimos, con orgullo, con mucha dignidad y mucha alegría, eso es parte de lo tanto que les debemos y tenemos que reconocer en la vida. Ellas son la parte vital de nuestra casa, las que nos apoyan, por ello cuando aparece la ley que obliga a todos a brindarles el seguro y un salario mínimo, pues pensamos en ellas y nos da un enorme gusto, yo sé que en muchas casas esto les parece malo y algunos dicen que es como darles “alas”, que ya no hay clases sociales, eso para mí es bueno, las clases sociales han sido la desgracia de millones de seres buenos en el mundo y la tragedia de muchos más, nadie tiene derecho a tener más si no sabe repartir y eso es lo que hoy debemos agradecer a Yalitza.

Yalitza Aparicio Martínez nos muestra y nos hace pensar no solamente en su enorme labor y entrega sino también en lo grave que es la explotación que en muchos lados se les hace a estas valiosas mujeres y las desgracias que les provocan, la discriminación que sufren cuando son seres humanos maravillosos a los que les debemos tanto y tantas alegrías, así como el gran apoyo en nuestras vidas. Qué bueno que ahora puedo hablar de la “abuela”, doña Mari, y de Margarita, Mago, a las que damos las gracias siempre con mucho agradecimiento y amor, con gran afecto de toda la familia, y así con ellas sabemos que cuando menos ahora tienen garantizadas muchas otras cosas que se les regatearon y por ello las sometieron a la discriminación, a la marginación y explotación. Esas mujeres no se merecen mas que amor, cariño, afecto y todo el apoyo que les podamos brindar, por esa razón que bueno que una simple cinta como Roma, de Alfonso Cuarón, nos haga pensar y veamos con gran alegría y orgullo cómo una mujer de Tlaxiaco, Oaxaca, llega a las pantallas con honor. 

Muchos deben reflexionar para dejar de ser discriminatorios y malvados, como algunos lo han manifestado.