Encono y crispación ciudadana

La fragmentación ideológica y la diversidad en las concepciones de nación que tenemos en México, no deben ser causa de polarización, encono y crispación ciudadana de cara a cualquier escenario político, económico o social que irrumpa por doquier. Una cosa es la multiplicidad de maneras para aprehender y conocer la realidad, y muy otra es que esa riqueza de visiones nos lleve al enfrentamiento frecuente como comunidad. Afirmar que nuestras diferencias no deben llevarnos al choque de trenes ciudadanos queda sin referencia empírica ante la pesada cotidianidad experimentada por millones de mexicanos en el país.

Sin importar que los escenarios sean nacionales o internacionales, que las temáticas crucen asuntos económicos, electorales, militares, de lucha contra el crimen organizado y de política exterior, las desavenencias suelen ser mayores entre la sociedad civil que las existentes entre la sociedad política. A un año del nuevo gobierno federal, las autoridades estatales y municipales, los miembros de los poderes legislativos estatales y nacional, así como las dirigencias partidistas han logrado establecer ciertos puntos de acuerdo para la conducción del país; en tanto, los ciudadanos de a pie continúan levantando barricadas ideológicas y discursivas para minar el andar de la nación.

AMLO
El presidente Andrés Manuel López Obrador, su alianza con oligarcas detestables, su protección a integrantes de su gabinete corruptos e ineptos; el apoderamiento y sometimiento sucio de instituciones como la SCJN y la CNDH, el subejercicio de miles de millones de pesos, su vengativo castigo presupuestal a gobiernos estatales adversos que está provocando recesión en varias entidades del país, y el fracaso total de su “política” de seguridad ya están provocando decepción y fastidio a nivel nacional.

Claramente, la dinámica electoral de 2018 no logró detenerse luego de la cita en las urnas el 1 de julio del año pasado, y ha brincado las trancas al tinglado del ejercicio gubernamental del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El enfrentamiento y la lucha por los sufragios el año pasado, hoy en día han migrado a una casi irracional y constante defensa y ataque de las decisiones del gobierno lopezobradorista. Según sea la decisión desde el Ejecutivo federal, podemos prever cuáles serán las reacciones de la comunidad. Por un momento, llegamos a suponer que estas diferencias irían reduciéndose en tanto pasaran las semanas del nuevo gobierno. No obstante, han transcurrido los primeros doce meses de administración y de lo único que podemos estar ciertos es del altísimo nivel de enfrentamiento existente entre diversas capas de la sociedad.

Lo peor de ello, es que no se avizoran vicios de mejoría en el escenario nacional. Las aguas no terminan de regresar a su nivel. Contrario a ello, se siguen desbordando peligrosamente, ya que el año siguiente dejaremos atrás la tregua electoral para ingresar en el tobogán de las elecciones federales intermedias, pero también algunas estatales, lo cual agregará mayor combustible a la hoguera de las hostilidades aderezado por las precampañas y los manejos patrimonialistas del presupuesto para aceitar las preferencias electorales de los gobiernos en turno, tanto a nivel federal como estatal y local.

Bajo ninguna circunstancia espantan las manifestaciones de rechazo de una parte de la sociedad hacia el gobierno de López Obrador, de hecho, históricamente las expresiones de repudio hacia los gobiernos han formado parte de nuestro repertorio político; y suponer que por el hecho de llegar al poder un proyecto de centro-izquierda las muestras de rechazo iban a desaparecer hubiese sido un error. Suponerlo así, sería tanto como reducir los problemas de México a la existencia de un partido político o a una figura en el poder o a un determinado proyecto de nación.

Por otro lado, no podemos negar el amplio respaldo popular con el que alcanzó la presidencia Andrés Manuel López Obrador, pero tampoco debemos negar que no todos votaron por él y su partido; entre el Partido Revolucionario Institucional y Acción Nacional obtuvieron 25 millones de sufragios, que podemos mirar reflejados en las posiciones ciudadanas contrarias al gobierno de AMLO.

Esta realidad no es justificación para que el presidente de la República y sus millones de votantes descalifiquen las diversas posturas existentes frente al ejercicio de su gobierno. Nunca la descalificación a priori, venga de donde venga, sobre todo de las autoridades hacia amplios sectores de la sociedad civil, generará algo positivo para la comunidad.

En aras de aprovechar las críticas y las diversas posiciones con respecto al rumbo del país, se impone establecer con claridad y objetividad los escenarios y su naturaleza a fin de no confundirnos y llamar a cada uno de ellos por su nombre e identificar las características que los conforman. Estamos ciertos que una de las palancas que mueve el encono y la crispación ciudadana tiene que ver con la mezcla de elementos que sacamos del escenario donde se conforman los procesos sociales y políticos. Así, podemos entender las diversas direcciones que toman los actores políticos y sociales frente a los últimos acontecimientos del país que, lamentablemente, dejan muy mal parado al gobierno lopezobradorista. La designación burda por parte de la Cámara de Senadores de la nueva presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra; la mala planeación y ejecución de los programas sociales, así como el clientelar ejercicio presupuestal para obra pública; la vergonzosa política migratoria de contención a manos de la Guardia Nacional; la pésima estrategia de seguridad y lo errático de su puesta en marcha; los discursos generados por algunos miembros de las Fuerzas Armadas en relación a la poca viabilidad del gobierno de López Obrador; las posiciones internacionales con respecto a las presiones de Donald Trump sobre nuestro país; las movilizaciones en Chile; el golpe de Estado en Bolivia; y lo último, el asilo otorgado al ex presidente Evo Morales son solo algunos ejemplos que inclusive han contribuido a que baje la tan cacareada popularidad del mandatario tabasqueño.

Estamos ciertos que en el fondo del encono social subyace una profunda y ofensiva desigualdad en el reparto de los recursos y las oportunidades. La ignominia del acceso desequilibrado a todo aquello que generamos como sociedad. Las diferencias puestas de manifiesto con respecto al ejercicio de gobierno tienen que ver más con las desigualdades sociales que con las filias o fobias hacia los gobernantes.

Y podemos ir más allá: quizá seamos cincuenta millones de mexicanos experimentando estas sensaciones de rispidez social, en tanto el resto de la población se mantiene al margen del encono, no porque les sea indiferente, sino porque su preocupación diaria es sobrevivir a la pobreza que los embarga.

En tanto no exista una verdadera recomposición del tejido social que potencie las condiciones necesarias para acceder a una vida digna en comunidad, y logremos cambiar las estructuras políticas que producen y mantienen las desigualdades económicas, sociales y culturales las manifestaciones de descontento de la población continuarán visibilizando a una sociedad desigual, dividida y fastidiada.

Esa realidad se significa como una pesada losa de prácticas y discursos que día a día profundizan los encontronazos entre sociedad y gobierno, generando con ello un horizonte resbaladizo y aumentando la incertidumbre ante el camino que debemos recorrer para edificar de mejor manera la República que TODOS habitamos.