Benita Galeana

De la redacción de razacero.

Benita Galeana Lacunza, o simplemente Benita Galeana, fue una legendaria escritora feminista y activista mexicana a favor de los derechos de las mujeres y de los trabajadores durante la segunda mitad del siglo XX.

Nació en San Jerónimo de Juárez, en el estado de Guerrero, el 10 de septiembre de 1907.

Perdió a su madre a la edad de dos años y su padre falleció antes de que ella cumpliera seis años, por lo que comenzó a trabajar en ambientes hostiles, en medio de fuertes maltratos para sobrevivir.

Antes de ser una comprometida activista fue vendedora ambulante en su natal  Guerrero. Siendo adolescente decidió probar suerte en la Ciudad de México, en donde la necesidad la orilló a ser “fichera” de cabaret, enfrentándose a abusos y explotación laboral.

Gracias a su unión con el chofer comunista Manuel Rodríguez, llegó al Partido Comunista Mexicano (PCM); ahí inició su militancia participando en mítines relámpago de denuncia por la situación de miseria que vivían los trabajadores.

Escuchando a los oradores del Partido Comunista, Benita Galeana se educó en la lucha política convirtiéndose en una excelente oradora con enorme capacidad de convocatoria.

Luchó por un estatuto jurídico y un seguro social para los trabajadores. Por sus actividades políticas, Benita Galeana fue detenida en 58 ocasiones y golpeada salvajemente decenas de veces por las fuerzas policíacas represoras de la Ciudad de México.

Dos de esas agresiones causaron severos daños en su cuerpo: uno en su columna vertebral que la obligó a usar durante muchos años un corsé de madera, y otro le dejó lesionado un brazo por un bayonetazo.

Fue precursora del feminismo socialista en México, y en 1935 participó en la creación del Frente Único Pro-Derechos de la Mujer (FUPDM), al lado de Adelina Zendejas, doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Benita Galeana, sin embargo, no sabía leer ni escribir, cualidades que aprendió hasta el año 1936, cuando contaba con 29 años de edad.

Como militante destacada del Partido Comunista, apoyó decididamente al régimen del General Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) e ingresó a trabajar como empleada de Correos de México.

En 1940 publicó una autobiografía llamada “Benita”; en 1979 editó un cuento titulado “El peso mocho”, y murió sin haber visto la publicación de su tercer libro: “Actos vividos”.

Su importante labor como activista política la llevó a trabajar por el voto de la mujer y en defensa de otros derechos, como el aborto y la ampliación de la duración de los permisos laborales por maternidad.

Benita Galeana tuvo una hija llamada Lilia, quien murió de una afectación cardíaca a los 27 años. Estuvo casada con el periodista Mario Gil, en cuyo matrimonio adoptaron a seis niñas.

En su largo camino por la política mexicana fue amiga de grandes personajes de la época como José Revueltas, Juan de la Cabada, David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo y Diego Rivera, entre otros.

En 1988, para homenajearla, se creó una coordinadora de mujeres que lleva su nombre: Coordinadora de Mujeres “Benita Galeana”, que apoyó de manera férrea la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la presidencia de la República desde el Frente Democrático Nacional.

En 1995 participó en su último mitin en la explanada de la Procuraduría General de la República para exigir la libertad de las presas de Yanga, Ver., Cacalomacán, Estado de México, y D.F, acusadas de pertenecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

110 años de Benita Galeana, precursora del feminismo social en México

Pese a que esta incansable luchadora social y defensora de mujeres y trabajadores pasó a la historia como precursora del feminismo socialista en México, ella aseguró durante una entrevista que no se identificaba con este movimiento: “Me choca esa palabra: no le encuentro chiste. El feminismo no me convence. Me desagrada ese sello: soy luchadora social y punto”.

Benita Galeana Lacunza falleció a causa de una embolia cerebral el 17 de abril de 1995 en la Ciudad de México, a los 91 años, dejándonos un ejemplo imborrable de dignidad y congruencia política.