Chavela Vargas
De la redacción de razacero.
María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, mejor conocida como Chavela Vargas (“así con v, nomás por fregar”, solía decir esta excepcional intérprete), nació en San Joaquín de las Flores, en la provincia de Heredia, en Costa Rica, un 17 de abril de 1919. La Dama del Poncho Rojo o La Chamana, como también era conocida, fue una cantante mexicana de origen costarricense, pues, también decía: “Un mexicano nace en donde se le pega su chingada gana”.
A Chavela Vargas se le considera una de las principales figuras de la música ranchera por su peculiar forma de interpretar este género.
Tuvo una infancia difícil: sus padres se divorciaron y se desentendieron de ella dejándola al cuidado de unos tíos. Sufrió poliomielitis y, rechazada también por sus hermanos y por el cura del pueblo que le cerraba las puertas de la iglesia, decide abandonar San Joaquín de las Flores para trasladarse a México, apenas con 17 años de edad.
En la Ciudad de México Chavela Vargas trabajó como cocinera, camarera, vendía ropa para niños y fue chofer de familias adineradas. Hacia la década de los años cuarenta consigue trabajo en la Lotería Nacional como conductora de un programa de radio y se relaciona con gente del ambiente musical. Así, comienza a hacer sus primeras actuaciones en pequeños bares bohemios hasta llegar al famoso “Tenampa” de la Plaza Garibaldi, en donde una noche es escuchada por Julia Gálvez (la “Paloma querida”), esposa de José Alfredo Jiménez, y ésta la presenta con el legendario compositor guanajuatense.
Chavela cantaba las canciones rancheras con una voz muy potente, dando la impresión de estar ebria, pero con una dicción impecable, acompañada solamente con su guitarra. Invariablemente, bajaba el ritmo de las melodías haciéndolas más emotivas e impactantes.
Desde joven, Chavela Vargas fue un personaje polémico: vestía como hombre, fumaba tabaco, se emborrachaba, llevaba pistola y era reconocida por su característico poncho rojo. Adopta la nacionalidad mexicana y a los 30 años debuta como cantante profesional apadrinada por el genial José Alfredo Jiménez, con quien ya había trabado una gran amistad al grado de ser una de sus intérpretes favoritas y compañera inseparable de parrandas.
A finales de los años cincuenta, Chavela era ya una figura de la música mexicana y se hace célebre por sus actuaciones en el puerto de Acapulco, meca del turismo internacional. Ahí, actúa en la fiesta nupcial de Elizabeth Taylor y Mike Todd, a la que acudieron infinidad de personajes famosos como Mario Moreno “Cantinflas”, Debbie Reynolds, Rock Hudson y Grace Kelly. Años después, Chavela confesaría: “En esa boda, la noche principal todos se durmieron con todos y yo amanecí con Ava Gardner”.
Chavela Vargas, extrovertida y de carácter fuerte, fue amiga íntima de personajes de enorme prestigio en la literatura como Pablo Neruda, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Carlos Monsiváis, Nicolás Guillén y Gabriel García Márquez. En la música, además de la hermandad que tuvo con José Alfredo Jiménez, gozó de la amistad de Agustín Lara, Tomás Méndez, Álvaro Carrillo, Cuco Sánchez, Facundo Cabral, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y María Dolores Pradera, entre muchos otros. Participó en películas y series de televisión, además de recibir varios premios internacionales por sus ventas de discos.
En las décadas de los años setenta y ochenta, Chavela Vargas desaparece de los escenarios por problemas de alcoholismo y, recuperada, reaparece a principios de los años noventa impulsada por uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos, el español Pedro Almodóvar, quien la lleva a los principales escenarios de España y al teatro Olimpia de París, Francia, en donde tuvo un éxito sin precedente. Posteriormente, las puertas del Auditorio Nacional y del Palacio de Bellas Artes serían abiertas especialmente para que Chavela Vargas ofreciera sendos conciertos y recibiera un gran homenaje.
Antes de morir, Chavela Vargas narró en una entrevista el romance que tuvo con Frida Kahlo, a la que conoció en la casa de la pintora en una de las reuniones que ésta y el muralista Diego Rivera solían tener con los artistas más famosos del mundo del arte y del espectáculo. Aunque Chavela declaró haber destruido todas las cartas de amor que recibió de Frida Kahlo, existe una que la pintora envió al poeta Carlos Pellicer en la que expresa haberse sentido atraída desde el primer momento en que conoció a la cantante. Chavela manifestó que se fue a vivir a la casa de Frida y Diego, La Casa Azul, de Coyoacán, en donde se sintió muy feliz y enamorada, así como amada por Frida Kahlo.
Chavela Vargas confesó no haber soportado mucho tiempo compartir el amor de la pintora con Diego Rivera, y un día simplemente se fue.
A los 81 años, en una entrevista para la televisión colombiana, en el año 2000, por primera vez expresó abiertamente que era lesbiana. Sin embargo, desde muchos años antes Chavela Vargas ya era un símbolo y un ícono de la comunidad LGBT.
Chavela Vargas recibió numerosos reconocimientos como La Gran Cruz de Isabel La Católica, un Grammy Latino en 2007, medallas al mérito otorgadas por la Universidad Complutense de Madrid y la de Alcalá de Henares, y fue nombrada Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, y Ciudadana Distinguida de la Ciudad de México.
En México residió por más de setenta años, muriendo el 5 de agosto de 2012 a los 93 años de edad por un paro respiratorio en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Antes de fallecer, Chavela Vargas le dijo a su amiga María Cortina: “Me voy con México en mi corazón”.
Inmediatamente de su deceso, las puertas del Palacio de Bellas Artes volvieron a abrirse para Chavela Vargas, para que el pueblo de México le rindiera homenaje de cuerpo presente.
Chavela Vargas venció a la adversidad, dejando su nombre grabado para siempre en la historia de la música mexicana.