Emilio Lozoya, la punta de la hebra

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La madeja de corrupción e impunidad que hemos construido en México es tan gruesa y enredada que la mayoría de las veces resulta imposible encontrar una hebra de donde podamos jalar. No por su inexistencia, casos hay muchos, sino por la multiplicidad de intereses que la oculta. Si acaso la encontramos y comenzamos a tirar de ella aparecen muchos nudos gordianos que detienen el jalón impidiendo deshacer la maraña de complicidades y dinero que envuelve la corruptela que carcome a la sociedad mexicana y a nuestro sistema político.

Bajo esta realidad los ciudadanos nos aferramos a cualquier promesa de los gobernantes para combatir y disminuir la corrupción. Incluso, cuando los resultados no son los esperados, continuamos comprando ilusiones. Sin embargo, hemos llegado a niveles verdaderamente peligrosos y ofensivos que ponen en capilla a la gobernanza y en riesgo la viabilidad del Estado mexicano.

La corrupción no la miramos, y cuando lo hacemos la vemos como algo positivo, como una circunstancia que nos ofrece “oportunidades” y a la cual no le encontramos el daño que produce a la comunidad. La corrupción aniquila el sentimiento de responsabilidad individual, y con ello olvidamos que el abuso de poder para favorecer a pocos es a costa del pago de muchos.

El caso de Emilio Lozoya Austin se vuelve paradigmático en la lucha contra el cáncer de la corrupción y el maridaje entre autoridades y criminales. Muchas son las hebras que se pueden jalar, aunque en estos momentos la del ex director de Pemex parece ser la más sólida y con menos nudos para llegar al centro de la madeja. Por ello, urge que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la Fiscalía General de la República no permitan que se nos vaya de las manos una importante oportunidad de combatir la corrupción y llevar ante la justicia a los hacedores de ella en los sexenios anteriores, y desde luego, en este mismo.

Sin duda, los recovecos del caso Lozoya obligan a llevarlo con suma precaución para evitar que algún mal procedimiento descarrile la investigación y los procesos penales a los cuales se le vincula. Si bien el ex funcionario no ha pisado la cárcel (primero fue al hospital y ahora cuenta con la libertad condicional, y le han colocado un brazalete electrónico en el tobillo derecho, con el cual permanecerá bajo vigilancia policiaca), eso no significa que no pague por sus delitos, y mucho menos que el gobierno de la 4T se haya dado por vencido y deje al garete el mencionado caso.

El espesor del ovillo Emilio Lozoya incluye el caso Odebrecht, lavado de dinero, el financiamiento ilegal de la campaña electoral de Enrique Peña Nieto, los “negocios” de AgroNitrogenados y Fertinal, y los sobornos para que los legisladores del PAN, PRI, Panal y PVEM aprobaran las reformas peñistas en el marco del Pacto por México en la LXII Legislatura federal, para lo cual se dispuso de 359 millones de pesos para ser entregados y comprar las voluntades legislativas.

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El juicio de Lozoya solo es la punta del iceberg de la corrupción que se practicó el sexenio pasado, y forzosamente deberá conducir al arresto de otros importantes protagonistas como el ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray, el ex presidente de la República, Enrique Peña Nieto y los ex legisladores que recibieron sobornos a cambio de aprobar la reforma energética.

Además de saber quiénes acompañaron y autorizaron las triquiñuelas de Lozoya Austin, está el tema de la sentencia que pueda recibir por los cargos imputados, luego del arreglo con la FGR para aceptar ser traído de España y obtener beneficios legales como el criterio de oportunidad. Sin embargo, no debemos olvidar que el mencionado criterio procede cuando la persona ofrece información esencial para la persecución de un delito más grave que el que se le imputa; es decir, Lozoya tendría que poner sobre la mesa información que permitiera castigar a alguien de mayor jerarquía, que en este caso serían los ex secretarios de Hacienda y de Energía, así como el ex presidente Enrique Peña Nieto. De igual manera, no olvidemos que la madre de Lozoya, Gilda Margarita Austin Solís, y su hermana, Gilda Lozoya, la primera en prisión domiciliaria y la segunda prófuga, forman parte de la red de corrupción que creó y utilizó el ex funcionario público.

En las primeras declaraciones, el ex director de Pemex aseguró que fue sistemáticamente intimidado, presionado e instrumentalizado para realizar la compra de la empresa AgroNitrogenados. Asimismo, aceptó los cargos de operaciones con recursos de procedencia ilícita, cohecho y ejercicio indebido del servicio público.

Además de no pisar la prisión y de portar su brazalete electrónico, permanecerá bajo vigilancia policiaca, y le ordenaron entregar su pasaporte y visas, además de acudir a firmar el libro de procesados cada 15 días.

Aunque la defensa de Emilio Lozoya afirmó que su cliente dará a conocer de manera muy clara y contundente los nombres, cargos que ocupaban los involucrados y los métodos de instrumentalización que fueron utilizados en el caso Odebrecht, la FGR deberá seguir puntualmente el proceso para no dejar cabos sueltos en el camino.

Finalmente, debe quedar claro que el trato obtenido por Lozoya Austin y la FGR para quedar en libertad condicional y aportar información que permita desmontar el tinglado de corrupción debe entenderse como la mejor estrategia que existe para debilitar la estructura de corrupción y actividades criminales que existen en nuestro país. Es decir, antes de pensar en el encarcelamiento y decomiso de recursos económicos o de droga como primer paso en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado sociedad y gobierno debemos colocar estas medidas al final, luego de llevar a cabo una limpia de jueces y fiscales; intervenir a las empresas dedicadas a las actividades criminales; golpear el corazón financiero del crimen organizado y fortalecer a las organizaciones de la sociedad civil que ayuden al combate de la corrupción.

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La resolución del caso Lozoya definirá al gobierno de Andrés Manuel López Obrador como una administración seria o como un pésimo teatro de vodevil.

La tarea es titánica, pero es la única salida para comenzar a disminuir de forma sensible la corrupción y la impunidad en nuestro país. Cualquier otra cosa solo será una sesión de maquillaje para cubrir los profundos intereses de la clase política y así seguir abusando del poder en su propio beneficio.