¿El sexo se limita a ser masculino o femenino?

Para algunas personas que consideran sólo la existencia de dos sexos, su argumento favorito es la ciencia, más concretamente la biología; sin embargo, no hay una sola medida biológica que coloque de manera contundente a cada ser humano en una de dos categorías: hombre o mujer.

En la década de los cincuenta, el psicólogo John Money y sus colegas estudiaron a la gente que nació con combinaciones inusuales de marcadores sexuales (ovarios y pene, testículos y vagina, entre otras). Pensando en estas personas, a quienes hoy en día llamamos intersexuales, Money desarrolló un modelo con varios niveles de desarrollo sexual.

Comenzó con el sexo cromosómico, determinado durante la fertilización cuando un esperma que tiene un cromosoma X o Y se fusiona con un óvulo que tiene un cromosoma X. O por lo menos eso es lo que pasa generalmente. En casos menos comunes, un óvulo o un esperma quizá carezcan de un cromosoma sexual o tengan uno adicional. El embrión resultante tiene un sexo cromosómico poco común: XXY, XYY o XO. Así que, incluso si se considera solo la primera capa del sexo, hay más de dos categorías.

De ocho a doce semanas después de la concepción, un embrión adquiere el sexo gonadal fetal: los embriones con un cromosoma Y desarrollan testículos embrionarios; los que tienen dos cromosomas X desarrollan ovarios embrionarios. Esto establece la base para el sexo hormonal fetal, que es cuando los testículos u ovarios embrionarios fetales generan hormonas que ayudan a que el embrión se desarrolle aún más como mujer u hombre (según las hormonas que aparezcan). El sexo hormonal fetal ayuda a construir el sexo reproductivo interno (formación del útero, el cérvix y las trompas de Falopio en las mujeres o los conductos deferentes, la próstata y el epidídimo en los hombres). Durante el cuarto mes, las hormonas fetales completan su trabajo dándole forma al sexo genital externo: pene en los hombres; vagina en las mujeres.

Así, al nacer, un bebé tiene cinco capas de sexo. Sin embargo, como con el sexo cromosómico, cada capa subsecuente no siempre se convierte estrictamente en un binario. Además, las capas pueden entrar en conflicto entre sí, una siendo binaria y la otra no: un bebé que tiene cromosomas XX puede nacer con un pene, y una persona que tiene cromosomas XY puede tener una vagina, etcétera. Este tipo de discrepancias frustran cualquier plan de asignar el sexo como hombre o mujer de manera categórica tan solo mirando los genitales de un recién nacido.

La complejidad no se detiene en el nacimiento. Las hormonas fetales también afectan el desarrollo cerebral y producen otra capa más llamada sexo cerebral. Un aspecto del sexo cerebral se vuelve evidente en la pubertad cuando, generalmente, ciertas células cerebrales estimulan los niveles y patrones hormonales del hombre o la mujer adultos, los cuales provocan la maduración sexual adulta. Money llamó a estas capas “sexo hormonal puberal“. No obstante, estas también podrían variar mucho, más allá de una clasificación binaria.

Hoy en día se aspira a investigar el solapamiento hormonal de los sexos. Gracias a esto, se descubrió que los niveles hormonales dependen en gran medida de factores externos y no únicamente de la genética como antes se asumía. Los hombres en camino a ser padres, tienen durante el período de embarazo de su compañera menos testosterona. De manera similar, las hormonas presuntamente femeninas de estradiol y progesterona se producen en mayor medida cuando varias personas compiten por el poder, un comportamiento que los estereotipos identifican con el mundo masculino.

El sexo es tan complejo, multidimensional y diverso como cada individuo, por lo que cualquier tipo de argumento justificado presuntamente con ciencia o biología a favor del binarismo, carece de fundamentos científicos completos.

(nytimes.com.es/m.elmostrador.cl).