Cárdenas, repudiado en el DF
Fernando Miranda Servín.
Al principio y durante buena parte de la marcha convocada por miles de estudiantes en la ciudad de México D.F., el pasado 8 de octubre, para exigir la presentación con vida de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, secuestrados y asesinados por los policías municipales de Iguala bajo las órdenes del alcalde perredista José Luis Abarca Velázquez, todo parecía miel sobre hojuelas para un despreocupado Cuauhtémoc Cárdenas quien, inconsciente todavía del papel real que ha representado dentro de la “izquierda” mexicana, se había integrado a uno de los muchos contingentes de estudiantes que participaron en esta multitudinaria manifestación.
Unos quince minutos antes de concluir la protesta masiva, sobre la Plaza de la Constitución, en el Zócalo capitalino, cientos de estudiantes y ciudadanos se percataron de su presencia y lo asociaron con los trágicos hechos sangrientos por los que se hallaban protestando ahí más de 30 mil personas. Y es que, como ya es de todos sabido, El Chacal de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, hoy ex alcalde prófugo de este municipio y causante directo de la masacre de normalistas de Ayotzinapa, es de filiación perredista, y el gobernador represor del estado de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, dejó las filas del PRI para llegar a la gubernatura de esta entidad abanderado precisamente por el PRD.
Esta falta de cálculo político de Cuauhtémoc Cárdenas fue la que provocó la ira de cientos de estudiantes y ciudadanos comunes que registraron su presencia y comenzaron a hacerle fuertes reclamos.
Y los señalamientos fueron subiendo de tono hasta llegar a los insultos abiertos: “¡Cobarde! ¡Traidor! ¡¿Qué haces aquí?! ¡Lárgate de aquí! ¡Ni PRI, ni PAN ni PRD!”, fueron solo algunos de los fuertes improperios que el jerarca perredista recibió antes de que se acentuara más el enojo de los enardecidos estudiantes y capitalinos, quienes comenzaron a lanzarle todo tipo de objetos, a él y a su pequeña comitiva, en la cual destacaba el reconocido intelectual Adolfo Gilly, quien resultó descalabrado.
El reducido séquito de Cuauhtémoc Cárdenas, como pudo formó un cinturón de seguridad alrededor del ingeniero michoacano para evitar, en la medida de lo posible, que siguiera siendo agredido ya que los proyectiles lanzados por cientos de personas, desde botellas de plástico con agua hasta desperdicios de comida, llovían sobre la humanidad del primer perredista del país.
Así, los acompañantes de Cuauhtémoc Cárdenas tuvieron que abrirle paso lentamente entre cientos de manifestantes encolerizados, recibiendo insultos, botellazos y tortazos, desde la Plaza de la Constitución hasta la esquina que forman las calles de José María Pino Suárez y 20 de Noviembre, en donde pudieron abordar la camioneta conducida por el chofer del ingeniero, quien los sacó del lugar abriéndose paso entre la turba de iracundos.
Sin dejar a un lado que este tipo de acciones violentas son reprobables, el hecho inédito no deja de tener una explicación, que tampoco justifica la agresión pero la coloca en el plano de las consecuencias políticas que está teniendo el actuar desaseado de este partido de “izquierda” a lo largo de sus 25 años de existencia, 17 de los cuales ha ejercido el poder en varias entidades del país, específicamente en el D.F., en donde sus tribus o gremios delincuenciales han hecho enormes fortunas personales saqueando las arcas del gobierno del D.F., y de la mayoría de las jefaturas delegacionales en las que sus titulares y equipos de colaboradores voraces realizan grandes negocios particulares con los recursos de los contribuyentes, es decir, con nuestro dinero, protegidos por una Asamblea Legislativa dominada totalmente por legisladores perredistas.
Esto, sumado a la represión brutal y criminalización de las protestas sociales practicadas sobremanera bajo el gobierno capitalino de Miguel Ángel Mancera Espinosa, llegado al poder también por la vía del PRD, es lo que ha provocado el hartazgo de los capitalinos hacia este y los demás partidos políticos, ya que en el pasado padecieron las mismas prácticas corruptas y represoras por parte de gobiernos priístas; y, a nivel federal, lo mismo han tenido que soportar la arrogancia, ineptitud y saqueos de las presidencias priístas que de los dos sexenios nefastos de los presidentes panistas Vicente Fox y Felipe Calderón.
Hoy, a Cuauhtémoc Cárdenas le tocó pagar su factura política por la actitud pasiva que ha tomado los últimos años como líder moral del PRD, consecuentando y complaciendo callada e hipócritamente los actos de corrupción extrema cometidos por los dirigentes, legisladores, presidentes municipales, jefes delegacionales en el D.F., y gobernadores de este partido.
El genocidio de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, por parte de un gobierno perredista con el total contubernio del gobierno federal priísta del presidente Enrique Peña Nieto, podría representar el fin electoral del PRD y de la partidocracia mexicana desde el punto de vista de que la ciudadanía ya está convencida que los gobernantes emanados de estos institutos mafiosos no le proporcionan ninguna seguridad en sus bienes personales y nacionales, así como ninguna garantía para preservar la integridad física y la vida.
En este contexto, las candidaturas independientes se perfilan ya como una fuerte opción para cambiar el pantanoso terreno en el que nos han hundido los partidos políticos, sus jerarcas y los gobernantes gangsteriles que han salido de estos.