Las caricias del diablo

Luis Leija.

También el demonio sabe dar caricias y sonrisas, como los políticos que reparten besos y dádivas a niños, mujeres y ancianos; son astutos e hipócritas: con una mano roban y apuñalan, con la otra soban a los pobres.

Adoptan gestos de amabilidad y protagonizan actos de generosidad y gentileza perfectamente estudiados; los partidos políticos son escuelas de teatro para sus abanderados, ahí se enseñan a actuar ante las cámaras, a moverse en el escenario, a cautivar al público con artificial empatía; a desempeñarse como vedettes, especialmente cuando andan en campaña. Fingen que les encanta el pueblo, la chusma, la prole, la gente, los pobres; donan gorras, abanicos, camisetas, bolis, tacos y tortas para que la gente piense: -“¡Qué bueno es el licenciado!”. Atienden quejas, oyen reclamos, anotan las exigencias y después se desentienden de estos encargos.  Algunos candidatos ganan las elecciones y el pueblo nunca gana nada.

La ciudadanía está acostumbrada a esperar, a recibir, a obedecer, a dejar en manos de la autoridad su destino, con la esperanza de lograr algún beneficio del nuevo régimen, sea de aviador o el amparo de algún amigo o conocido favorecido por el flamante triunfador de las elecciones. El sistema en sí no facilita que cada individuo pueda integrarse y aportar de manera natural su capacidad a la sociedad, por lo que está dispuesto a casi todo con tal de cumplir con la primera orden de su instinto de conservación y se refugia en el ambulantaje, la emigración, la parálisis, el vicio, la delincuencia o huye en el suicidio.

Aquí radica el más estrujante poder del dinero: el que paga manda, reza el viejo adagio, y quien puede pagar los sueldos de las tropas armadas tendrá de su parte la ley.

Las fuerzas castrenses funcionan como sicarios del gobierno, autorizadas para asesinar, torturar y desaparecer sectores críticos y enemigos del amo en el poder.

También son utilizadas en tareas de reconstrucción y salvamento de damnificados y sobrevivientes de meteoros; el pueblo dirá entonces: vean cómo nos ayudan en los desastres, siempre cumpliendo con su deber, son héroes de la patria, defensores de la nación, sin darse cuenta que son caricias del diablo.