Agoniza la partidocracia
Candidatos independientes, la única posibilidad real para alcanzar la democracia plena.
Con varios estados de la República totalmente convulsionados por la violencia del crimen organizado y el descontento general, se realizaron el pasado 7 de junio las elecciones intermedias, en las que se eligieron a los 500 nuevos diputados federales, 9 gobernadores, 16 jefes delegacionales en el D.F., y mil alcaldes. Sin embargo, a estas alturas de nuestra historia, cuando se pudiera haber pensado que ya habríamos alcanzado la madurez política y social como nación, este proceso electoral dejó mucho qué desear, al grado que podríamos considerarlo como uno de los más desaseados de los últimos tiempos.
Con las mismas prácticas corruptas que durante muchos años ejerció el PRI cuando era la única fuerza política en nuestro país, los demás partidos políticos se condujeron en su afán por conseguir el triunfo electoral y hacerse del poder o mantenerse en el. Y, en este esquema, algunos tuvieron éxito y otros fracasaron, pero por igual dejaron una estela maloliente a lo largo y ancho del territorio nacional.
Enormes e inimaginables recursos financieros, lo mismo saqueados del erario que provenientes de actividades ilícitas relacionadas con el ejercicio del poder, y hasta capitales proporcionados por el crimen organizado, fueron derramados entre dirigentes partidistas, militantes de los partidos y amplios sectores de la población que recibieron desde dinero en efectivo, tarjetas de descuento y boletos de cine hasta láminas, bultos de cemento, litros de aceite comestible y kilos de frijol a cambio de votos.
Así, este proceso electoral, lejos de parecer una auténtica fiesta de la democracia, fue un triste espectáculo de la miseria política, cultural y social que padecemos, dejándonos ver, sin embargo, tres ángulos que nos pueden revelar detonantes que en un futuro quizá cambien el curso de nuestro aterrador presente: primero, el significativo abstencionismo que hoy está dejando de ser irresponsabilidad social para convertirse en abierto acto de protesta y repudio a la partidocracia corrupta; segundo, el saber que ese marcado abstencionismo está obligando a los partidos políticos a desgastar su voto duro, que ya muy penosamente les está alcanzando para sortear los procesos electorales y hacerse de “victorias” pírricas que lo único que logran es exhibirlos como lo que son: gobernantes de minoría; y tercero, el surgimiento alentador de los candidatos independientes que, aún con la enorme desventaja que tuvieron en cuanto a respaldo de recursos financieros, lograron pocos pero muy importantes triunfos que nos dejan ver a la ciudadanía que hay otra opción para gobernarnos que parece ser realmente seria.
En este contexto de rechazo mayoritario a los partidos políticos, el éxito rotundo de varios candidatos independientes no es casual, como lo reflejan los altos índices de votación que alcanzaron, por ejemplo, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, que ganó la gubernatura de Nuevo León con 48.9% de votos; Manuel Clouthier, que obtuvo una diputación federal por Culiacán, Sinaloa, con 42.3% de la votación; César Valdés, con 41% de votos, será alcalde de García, Nuevo León; Pedro Kumamoto ganó con 37.6% de votación la diputación de Zapopan, Jalisco.
En Comonfort, Guanajuato, Alberto Méndez ganó la alcaldía con 29.3%; y en Morelia, capital de Michoacán, Alfonso Martínez obtuvo el triunfo con más del 20% de votos.
Hoy, después del pasado 7 de junio, los mexicanos ya sabemos que el principal partido, el PRI, gobierna nuestro país con apenas el 29% de votos del total de ciudadanos inscritos en el padrón electoral a nivel nacional, y en algunas de las entidades de la federación ese porcentaje baja alarmantemente hasta el 18%.
En varios estados vemos que solamente cambiaron los colores partidistas en un clásico “quítate tú para ponerme yo” que no le ofrece nada nuevo a la ciudadanía. Y la aparición del partido Movimiento Regeneración Nacional no hace más que poner en el filo de la navaja a lo que queda de la izquierda mexicana, toda vez que la jerarquía de este partido como los candidatos que obtuvieron triunfos en cinco de las más importantes jefaturas delegacionales del D.F., ya ocuparon cargos públicos en el pasado, como perredistas, y sus desempeños no fueron del todo transparentes En esta circunstancia, nos encontramos en el punto más oscuro de la noche, en el que seguiremos siendo gobernados por la partidocracia delincuencial que ya comienza a manifestar notorios síntomas de agonía, después de los cuales llegará la luz de un nuevo amanecer con la opción de las candidaturas independientes, que en las elecciones de 2016 y 2018 seguramente obtendrán muchísimos más triunfos que harán cambiar el rumbo incierto que actualmente tiene nuestro país.