El hombre y los negocios
Luis Leija.
Lo único que verdaderamente importa en este mundo monetarista es el incremento del Producto Interno Bruto, mismo que refleja el desarrollo económico, objetivo primordial de la política en boga.
El crecimiento de la economía es el norte de la brújula hacia el que apuntan todos los índices… que nadie se equivoque.
Aún por encima de la dignidad humana, los negocios tienen preferencia, pueden depredar regiones enteras, contaminar suelos y subsuelos, despojar a los pobladores de sus tierras, arrasar desiertos sagrados, profanar ritos ancestrales, destruir flora y fauna, envenenar el aire, corromper conciencias; el dinero es su lenguaje, las cuentas, las tasas de retorno de las inversiones, la jugosidad de las ganancias, las utilidades venideras.
El dinero por encima de todo, aún del hombre mismo, aquí estamos entrampados; la eficiencia, la productividad, la competencia y el rendimiento son las metas inmediatas; el desarrollo nos espera si logramos mejorar esos índices enfocados al crecimiento, ¿indiscutible fin del hombre?
Lo que no sea negocio que se abandone, toda actividad que no sea redituable que se suspenda; esa es la moral económica imperante, y si la guerra y las enfermedades rinden ¡bienvenidas!; si las armas y las prohibiciones son negocio ¡adelante!; si el vicio y la prostitución dejan ¡luz verde!; si la corrupción permite riqueza ¡que siga!
Ya debemos detener esto. Nuestros esfuerzos deben encaminarse hacia la regeneración del género humano, sustituir el Plutocentrismo de nuestra actividad económica por el Antropocentrismo. Es decir, colocando al ser humano en el norte de la brújula a la que deben dirigirse todas nuestras actividades, y el dinero solo como un medio para facilitar el intercambio, no como un fin.