Ya se van
Fernando Miranda Servín.
No hay mal que dure cien años ni pueblo que los resista, y finalmente sucedió lo que tenía que suceder: la ciudadanía duranguense se libró del priísmo corrupto luego de 87 años de voraz cacicazgo, que indudablemente le ocasionó graves daños, pero hoy tiene la oportunidad de comenzar a repararlos.
Desde las primeras horas del 5 de junio quedó claro lo que querían los duranguenses al agolparse en todas las casillas electorales que fueron instaladas a lo largo y ancho de la entidad. Fueron llegando por centenas que al medio día se convirtieron en miles y miles de electores que no solo emitieron sus votos y se fueron a sus casas sino que regresaron a la hora del cierre de las casillas para vigilar que sus sufragios fueran respetados.
Muchos, en esta tarea, tomaban fotos de los resultados que los funcionarios de casillas publicaban en las sábanas especiales, para de inmediato postearlas en las redes sociales de internet.
Así, las redes sociales tomaron un papel fundamental en este proceso pues a través de ellas la ciudadanía inmediatamente comenzó a denunciar cualquier intento de delito que se pudiera cometer. Las fotos de supuestos lugares en donde el priísmo realizaría compras de votos o fraudes cibernéticos comenzaron a circular desde antes de que iniciara la jornada electoral, y los bribones de siempre fueron señalados públicamente.
Esta vez los duranguenses no estuvieron dispuestos a vivir la misma experiencia del año 2010 en que por falta de participación ciudadana los priístas hicieron de las suyas y hasta a punta de balazos se robaron las elecciones para imponer al gobernador Jorge Herrera Caldera.
Esta vez ya no. Esta vez los duranguenses dijeron: “¡Ya estuvo!”, tanto en las redes sociales como en las calles de las colonias, los barrios y las comunidades de todos los municipios de Durango, tirando al basurero de la historia 87 años de saqueos, abusos de poder, vejaciones y humillaciones perpetrados por una clase política despótica, prepotente y desenfadada en la que hasta uno de sus integrantes, en la embriaguez del poder y la impunidad, llegó a manifestar: “Soy Dios”.
Menos de 10 horas bastaron para darle la despedida al priísmo, y ahora otro tipo de actitudes diferentes a la soberbia tendrán que tomar los que ya se van, pues no en vano el ahora gobernador electo de Durango, José Rosas Aispuro Torres, durante su campaña electoral manifestó que no le va a temblar la mano para castigar a quienes hayan lesionado los intereses de la ciudadanía, y los duranguenses le creyeron y le creen porque esto de la política no es un juego, es cosa seria.
Hoy, por mucho que digan, muy malas cuentas dejan los que ya se van. Dejan a un Durango más empobrecido, más desolado por quienes eligieron abandonar sus lugares de origen para irse porque ya no les quedaba de otra para sobrevivir; dejan a un Durango con más desempleo, con más deuda pública, con cero transparencia y una carga brutal de impunidad, pues durante estos últimos seis años la sociedad duranguense lo mismo tuvo que padecer el saber que en su capital le habían regado cientos de cadáveres en fosas clandestinas que acudir a pedir justicia a una Fiscalía obsoleta, que no resuelve el 90% de las averiguaciones que le solicita la ciudadanía.
De igual manera, los duranguenses han tenido que soportar al presidente de un Tribunal Superior de Justicia que ha permitido de manera sistemática que algunos de sus jueces retuerzan las leyes para perjudicar de manera infame a quienes han tenido el infortunio de cruzarse en sus caminos, así como también han tenido que sufrir las felonías de los diputados de un Congreso local que se han preocupado más por encubrir los saqueos de la clase gobernante que los impuso ahí, que por proteger los intereses de las mayorías.
La inseguridad es otro precio alto que han tenido que pagar los duranguenses en estos 87 años de calamidades y, en el colmo, también han tenido que aguantar a un secretario de Salud pusilánime, que se ha dedicado a encubrir los criminales saqueos que han realizado sus directivos de administración, llevando a esta dependencia a la peor crisis de toda su historia, con carencias de medicamentos y equipo médico que cotidianamente ponen en peligro la vida de los derechohabientes.
Los negocios millonarios privados hechos con recursos públicos del triunvirato insaciable compuesto por el gobernador Jorge Herrera Caldera, su primo Rafael Herrera Piedra y su hermano Antonio, ya son harto conocidos, no solo por la ciudadanía duranguense sino a nivel nacional, y representan quizá la ofensa más ignominiosa pues es inadmisible que en un estado en el que el 80% de la población padece pobreza y pobreza extrema este trío haya acumulado empresas, bienes inmuebles y capitales que ascienden a varios miles de millones de pesos.
Y de la gestión del ex alcalde de Durango, el ahora candidato derrotado Esteban Villegas Villarreal, los duranguenses también tuvieron que soportar robos en despoblado con ese equipo de colaboradores que sin ningún recato dispuso de nuestro dinero y de recursos materiales y humanos del municipio para construir sus casas blancas en las zonas más exclusivas de la capital. Todo esto nunca estuvo bien, y por supuesto que algún día tenía que acabar. Por supuesto que en algún momento de la historia el pueblo de Durango se tenía que fastidiar de tanta infamia.
Después de estas elecciones, la ciudadanía y muchos integrantes de la burocracia oficial comentan que sienten que se han liberado de un peso que traían cargando en sus espaldas, sobre todo estos últimos meses en que ese triunvirato fascistoide y sus principales directivos de todas las dependencias los obligaron a conseguir votantes para que forzosamente emitieran sus sufragios a favor del PRI, con la amenaza de ser despedidos si no obedecían esta orden.
La inminente llegada del centroizquierdista José Rosas Aispuro Torres le significa a esta ciudadanía y a esta burocracia una bocanada de aire fresco que mucho necesitaban luego de las exigencias arbitrarias y violentas de estos dictadorzuelos que lo mismo impusieron a rectores y a parientes como secretarios generales de la UJED que a presidentes de sociedades de alumnos y de organizaciones empresariales, así como también encarcelaron a sus oponentes políticos fabricándoles delitos al vapor con la complicidad deleznable de una Fiscal sin escrúpulos y un presidente del Tribunal Superior de Justicia desaseado en sus quehaceres.
Ahora, al ex senador oriundo de Tamazula y a su equipo de colaboradores les corresponderá sanar todas estas heridas que por supuesto no infligieron, pero que los pondrá a prueba para saber si efectivamente son lo que la ciudadanía espera: el parteaguas de una nueva era que ahora sí incluya a toda la sociedad en un proyecto de gobierno y no sea solamente simple espectadora del enriquecimiento ilícito de sus abyectos gobernantes.
El reto que tiene Aispuro Torres y su futuro gabinete es fuerte ya que tendrán sobre ellos la mirada minuciosa de la ciudadanía que los acaba de elegir y de aquellos a quienes acaba de derrotar y, sobre todo estos, no le van a perdonar que cometa el más mínimo error.
Lo anterior, en corto y a la larga nos beneficia a todos pues se debe suponer que tendremos por fin funcionarios de primer nivel que estarán altamente calificados en las áreas que tendrán a sus cargos y no serán designados por compadrazgos, amiguismos o parentescos detestables.
Por otro lado, esa pluralidad que habrá en el Congreso también es positiva, siempre y cuando esa fracción del PRI actúe, ahora sí, a favor de sus auténticos representados y no en contra del pueblo, como siempre lo ha hecho.
Estos meses, de aquí al 16 de septiembre, que es la fecha en que el nuevo gobierno debe tomar posesión de su cargo, seguramente serán largos para un pueblo que ya le urge deshacerse de una vez por todas del priísmo e iniciar el tan esperado cambio, pero al mismo tiempo serán esperanzadores pues lo que parecía casi imposible ya fue hecho el pasado 5 de junio, por lo que ahora sí la ciudadanía duranguense puede decir en las calles y en las redes sociales: “Ya se van”.