Wolfgang Amadeus Mozart

De la redacción de razacero.

Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, mejor conocido como Wolfgang Amadeus Mozart, nació en Salzburgo, actual Austria, el 27 de enero de 1756, y murió en Viena el 5 de diciembre de 1791. Este gran maestro del clasicismo fue un compositor y pianista, considerado como uno de los músicos más influyentes y destacados de la historia.

Para Franz Joseph Haydn, Mozart era el más grande compositor que conocía en persona. El otro grande, Beethoven, también confesaba su veneración por la figura del músico salzburgués, mientras que el escritor y músico E. T. A. Hoffmann consideraba a Mozart, junto a Beethoven, el gran precedente del romanticismo y uno de los pocos que había sabido expresar en sus obras aquello que las palabras son incapaces de insinuar siquiera.

Son elogios elocuentes acerca del enorme reconocimiento del que gozó Mozart en su época, y que su misteriosa muerte, envuelta en un halo de leyenda romántica, no hizo más que incrementarlo. Genio absoluto e irrepetible, autor de una música que aún hoy conserva intacta toda su frescura y su capacidad para sorprender y emocionar, Wolfgang Amadeus Mozart ocupa uno de los lugares más altos en el panteón de la música universal.

Hijo del violinista y compositor Leopold Mozart, Wolfgang Amadeus fue un niño prodigio que a los cuatro años ya era capaz de interpretar a clave melodías sencillas y de componer pequeñas piezas. Junto a su hermana Nannerl, cinco años mayor que él y también intérprete de talento, su padre lo llevó de corte en corte y de ciudad en ciudad para que sorprendiera a los auditorios con sus extraordinarias dotes. Munich, Viena, Frankfurt, París y Londres fueron algunas de las capitales en las que dejó constancia de su talento antes de cumplir los diez años.

Todos sus viajes acababan siempre en Salzburgo, donde los Mozart servían como maestros de capilla y conciertos de la corte arzobispal. Espoleado por su creciente éxito, sobre todo a partir de la acogida dispensada a su ópera Idomeneo, Mozart decidió abandonar en 1781 esa situación de servidumbre para intentar subsistir por sus propios medios como compositor independiente, sin más armas que su inmenso talento y su música. Fracasó en el empeño, pero su ejemplo señaló el camino a seguir a músicos posteriores, a la par de los cambios sociales introducidos por la Revolución Francesa.

Las obras maestras más destacadas de Mozart fueron: “El rapto del serrallo” (1782) y “La flauta mágica” (1791), partitura con la que sentó los cimientos de la futura ópera alemana, y las tres óperas bufas con libreto de Lorenzo Da Ponte: “Las bodas de Fígaro”, “Don Giovanni” y “Così fan tutte”, en las que superó las convenciones del género.

Viena empezó a cerrarle inexplicablemente sus puertas e inició así un período gris y doloroso que duraría hasta su muerte. Los biógrafos hablan de su excesivo tren de vida, de las costosas enfermedades de su esposa Constance y de las maquinaciones de los músicos vieneses, envidiosos no de su fortuna pero sí de su genio. En la casa de los Mozart se instaló de pronto la mala suerte. El dinero faltaba, los encargos escasearon y el desprecio de los vieneses se redobló. Mozart se enfrentó a la amenaza de la miseria sin saber cómo detenerla.

No hay que olvidar la producción sinfónica de Mozart, en especial sus tres últimas sinfonías, en las que anticipó algunas de las características del estilo de Beethoven, ni sus siete últimos conciertos para piano y orquesta. O sus cuartetos de cuerda, sus sonatas para piano, el inconcluso Réquiem y la Pequeña serenata nocturna.

Su temprana muerte, a los 35 años, y su funeral de tercera sin ataúd, constituyeron, sin duda, una de las pérdidas más dolorosas para la Humanidad, pues hasta la fecha no se sabe a ciencia cierta cuál fue el padecimiento que acabó con la vida de este extraordinario compositor, uno de los genios más grandes de la música de todos los tiempos.