Aispuro ya se va

Las promesas incumplidas, la esposa incómoda y la ambición de poder

La Reflexiva

El principio del fin del aispurismo o crónicas de un gobernador que no fue. A veces victimizarse funciona en el ámbito político, y esto lo sabe muy bien José Rosas Aispuro Torres, quien usó esta estrategia para llegar al poder, prometiendo como buen político, porque bien dicen que el prometer no empobrece, pero Aispuro pasó por alto todas sus promesas quedando en la historia vergonzosamente como el gobernador que detuvo el crecimiento del estado de Durango.

Atrás quedaron los tiempos de ese político que cruzaba calles para saludar, que hablaba con seguridad y que prometía acabar con la corrupción de sus antecesores, y no solo eso, sino hacer justicia y hacerlos pagar por sus saqueos y despojos.

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El gobernador de Durango, José Aispuro Torres, a un año de finalizar su sexenio está dejando a esta entidad hundida en la corrupción y en una de sus peores crisis económicas. El enriquecimiento ilícito de sus familiares y colaboradores cercanos es una ofensa para el pueblo de Durango.

Los ciudadanos de Durango se creyeron el cuento y le dieron el voto de confianza aun cuando muchos advertían de la ambición y carácter de la esposa Elvira Barrantes, la que casualmente tuvo serios problemas de salud en la campaña a la gubernatura en la cual no hizo presencia, factor que benefició al llamado popularmente Güero. Pero luego, milagrosamente se recuperó de un modo sorprendente tomando las riendas no solo del DIF estatal.

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Elvira Barrantes, la esposa del gobernador José Aispuro, soberbia, prepotencia y corrupción. Los sexenios no son eternos y el año que entra tendrá que rendir cuentas ante la ley.

Victimizarse al decir que le robaron la gubernatura en un anterior proceso electoral, señalar la corrupción y nexos delictivos de sus antecesores y prometer ser diferente, ser honesto, llegar con las manos limpias y con la voluntad de trabajar por Durango, acabar con los compadrazgos y dejar de hacer los nuevos ricos de cada sexenio; y pronto, demasiado pronto, se vieron caer esas promesas como naipes en fila.

En el sentir popular quedó aquella promesa que se hizo mediática, la de no correr trabajadores del gobierno estatal. Y no había pasado la primera quincena para cientos de empleados cuando ya estaban siendo despedidos injustificadamente, algunos con más de 20 años de trabajo en las diversas instituciones gubernamentales.

Aispuro no solo no cumplió con una promesa que hizo públicamente sino que hizo lo que ninguno de sus antecesores, quienes solo despedían altos mandos. Él, su esposa Elvira y sus lacayos fueron injustos al correr a duranguenses que se desempeñaban en diversas áreas, desde limpieza hasta altos cargos. Tristes y desilusionados quedaron todos esos trabajadores que inclusive votaron por él porque creyeron que esta vez sería diferente, que se les reconocerían sus derechos, y algunos hasta soñaron con algún aumento salarial, mismo que pedían desde sexenios pasados; no contaban con que este no llegaría, sino que además se quedarían sin su fuente de ingresos. 

Así arrancó el sexenio del Güero de Tamazula, corriendo a cientos de trabajadores, algunos, muy pocos, tuvieron suerte de que su liquidación llegara en un solo pago, pues la mayoría recibió pagos diferidos, injustos y miserables. Se continuó con el mismo discurso por meses: no más corrupción. Incluso algunos personajes del anterior sexenio, no más de dos, con cierto peso político pisaron la cárcel, la cual abandonaron a los pocos meses, siempre justificando el proceso legal a través de ruedas de prensa encabezadas por el asesor jurídico Lic. Galdino Torrecillas, uno de los personajes más obscuros y nefastos de este sexenio, de los que más se han enriquecido de manera ofensiva e ilícita.

Así, desde principios del sexenio comenzó a crecer un rumor, en el gobierno estatal nada sucede sin la autorización de la señora Elvira, “La Gobernadora”, que tiene una persona en cada dependencia que le monitorea quién entra y quién sale; no se mueve nada que ella no quiera. Esta aseveración se fue haciendo cada vez más constante al grado de quejarse amargamente algunos alcaldes, pues no podían hacer obras en sus municipios si no era con los constructores que ella autorizaba, o adquirir insumos si no era con proveedores que ella decidiera, rumor que al final del sexenio parece una verdad inmoral  y dañina que ha hecho de Durango un lugar vejado, lastimado en su economía y con la confianza rota, pues el cambio prometido no solo no llegó sino que el estado fue sometido a un saqueo atroz en sus arcas, donde los beneficiados en muchos casos ni siquiera son de Durango. El dinero se ha ido a otros lados.  

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Galdino Torrecillas, el Consejero General de Asuntos Jurídicos del gobierno del estado de Durango, responsable del despido injustificado de centenares de trabajadores. Ya es un secreto a voces su enriquecimiento ilícito.

El control de la esposa es tal que tiene las manos metidas hasta en los organismos disque autónomos y en los Tribunales, etc., pero el tiempo no perdona, es implacable y, aunque creyeron que iba a ser eterno, el fin del sexenio los alcanzó, y así como ellos acusaron y arremetieron, de igual manera serán señalados y quizá hasta encarcelados.

No se tapa la verdad manipulando y comprando periodistas con el dinero del pueblo,  esta te salta en las calles vacías, sucias, rotas, en los camellones descuidados, en los negocios desiertos, con los empresarios quebrados, en las fuentes de empleo que se perdieron, en las empresas grandes que nunca llegaron. En el desempleo, en los pobres que han aumentado. 

La voracidad ha sido tal que atajaron y anularon el desarrollo de Durango, y no pueden culpar a la pandemia pues esto viene desde que llegaron al poder frenando proyectos que hubieran beneficiado al estado. 

Lejos quedó el simpático Güero, con la cabeza alzada y la mirada tranquila. El pueblo no habla de él, sino de la esposa, la que manda y gobierna con mano dura y con ambición y corrupción desmedida.