Durango: Vividores “izquierdistas”

Norberto Serrano.

 

En anterior número hablamos de Armando Ochoa Serrano, abogado de profesión, oportunista de la política de vocación. El caso de individuos como éste, que no ejercen su profesión, no se sabe si por mediocres o por indolentes, o por las dos cosas, es, por desgracia, de los más socorridos en el mundillo de la política nacional, y una de las razones del mayúsculo desprestigio de los partidos, en este caso del Movimiento Ciudadano, que, como ya es del conocimiento público, nació para seguir la línea de quien es el cacique ahí: el doctor José Ramón Enríquez Herrera, de quien se dice es un peón del ajedrez político de Jorge Herrera Caldera, porque en absoluto le hace ruido, y por lo que dijo de él a poco de haber asumido la gubernatura, luego de un proceso electoral con fuerte olor a fraude: “Ayudémosle a Jorge”.

Armando Ochoa Serrano. La conveniencia antes que la convicción.
Armando Ochoa Serrano. La conveniencia antes que la convicción.

Pues bien, en la misma actual legislatura local está otro vividor que, al igual que Ochoa Serrano, ha navegado con bandera de izquierdista: Sergio Duarte Sonora. Este individuo, dicen los que saben, se vino a vivir a esta ciudad capital a principios de los años noventas, con la misión expresa de hacer crecer y fortalecer a la CCUDEPO, una organización liderada desde Gómez Palacio por Jaime Meraz Martínez, ex militante distinguido, en sus años mozos, del Partido Comunista (PC), pero que, siendo diputado local plurinominal ya por el PRD, acabó entregándose al régimen priísta en tiempos de Maximiliano Silerio como gobernador, a cambio de una concesión de camiones y taxis del servicio de transporte urbano en La Laguna. La idea de Silerio era minar el poder del zar de dicho servicio en esa región: el cetemista Jesús Ibarra Rayas. Como es de suponerse, la jugosa concesión sacó de pobre y enriqueció a Jaime Meraz Martínez.

Cuando llega Duarte Sonora a Durango, entra de inmediato en contacto con Doña Cecilia Valdez de Vela, a quien Meraz delegó aquí la conducción de la CCUDEPO por haber sido su compañera en el PC y por seguir en la lucha social. Como todavía viven personas que por años fueron lideradas por doña Chila, como se le decía y se le conocía, hablamos con algunas de ellas acerca de la relación de la señora con Sergio Duarte, y lo que todas nos dijeron fue que esa relación entre los dos nunca fue buena porque Doña Chila, que había crecido políticamente a la sombra de un luchador social de filiación izquierdista e incorruptible, el profesor Santiago García Minchaca, pronto intuyó que Duarte Sonora venía a Durango no a vivir para la política sino a vivir de la política, que es muy distinto.

Sergio Duarte Sonora. En Durango y en el PRD encontró su minita.
Sergio Duarte Sonora. En Durango y en el PRD encontró su minita.

La primera gran acción social y política de la CCUDEPO, ya con Sergio Duarte compartiendo la dirección con Doña Chila, fue la invasión de un predio por el rumbo del Cerro de Mercado que dio nacimiento a la colonia “Amalia Solórzano”, lo que de suyo es legítimo cuando el Estado no es capaz de atender íntegramente la necesidad de vivienda de las clases bajas. Sin embargo, esta acción reivindicatoria, que arrancó bien, pronto la ensució la corrupción en la que incurrió un señor de las confianzas de Duarte Sonora, de nombre Ramón, al vender más de una vez un cierto número de lotes del predio invadido. Cuando los medios hicieron público este fraude, personas afines políticamente a Doña Chila fueron a su casa en busca de una explicación a esto, que ponía en tela de juicio la honorabilidad de la CCUDEPO. Al preguntársele si la responsabilidad de ese fraude era sólo del tal Ramón, la lideresa, sin titubeo alguno, respondió: “No. Es también de Sergio, porque entre él y ese señor hay valores entendidos”.

No obstante este mal antecedente de Sergio Duarte, que lo inhabilitaba para un cargo en el partido y para un puesto de elección popular, el tipo, luego de un arreglo en lo oscurito con el PT, se hizo de una regiduría plurinominal, misma que desempeñó sin cumplir con la obligación de cotizar para el partido y dedicando parte de su dieta a regresarles su dinero a algunos de  los defraudados por la compra de lotes en la nueva colonia. Seguramente porque  no acabó de resarcirle el daño a todos los agraviados, ya cuando no era regidor pero tenía un cargo en el PRD estatal, fueron por él, a la misma sede del Comité Ejecutivo, dos policías judiciales que traían una orden de aprehensión. No lo detuvieron porque no lo encontraron, y no lo hicieron después por lo que nos dijeron algunos perredistas fundadores: la buena relación que tenía con Ricardo López Pescador, entonces secretario general de gobierno y a quien Duarte conoció cuando ambos eran regidores.

No obstante estos pésimos antecedentes, que en un partido mínimamente decente implican sanciones que van desde la suspensión temporal de los derechos partidarios hasta la expulsión, Duarte siguió sacando provecho de su estratégica posición en un consejo estatal no partidario, sino clientelar, que lo hizo diputado local plurinominal de la sexagésima quinta legislatura, la anterior a la actual (en los 23 años que tiene de existencia el PRD en el estado jamás ha ganado una de mayoría relativa).

Ahí, como consignaron los medios, Duarte tuvo una actuación de lo más gris, y ahí también volvió a faltarle al respeto a su partido al no cumplir con el pago de su cuota, violación estatutaria que ha sido el denominador común de todos los representantes que el PRD ha tenido en el Cabildo y en el Congreso, y que hinca sus raíces en la disfuncionalidad real de los órganos fiscalizadores, el Congreso y el Consejo. Por eso, a un partido que, como el PRD, muy pronto se volvió rehén de vivales de la política, su denominación es un saco que simple y sencillamente no le viene. En Durango, nos dicen los que saben, esa pérdida de rumbo del PRD nace con Efraín Rincón Lira como presidente del Comité Ejecutivo Estatal. Desde entonces, han sido los mezquinos intereses de las partes (los grupos de presión o tribus) los que se han impuesto al todo, que son los supremos intereses de su partido.

Así las cosas, y como acabamos de saber que Sergio Duarte Sonora regresó al Congreso local, ahora como “asesor” de otro diputado perredista plurinominal, Israel Soto Peña, mucho más limitado y mediocre para esa responsabilidad que su hoy manager, lo que podemos decir, a manera de conclusión, es que luchar por adecentar al PRD en Durango es algo tan absurdo como querer enderezar a un jorobado. Por eso, cuánta razón tuvo Adolfo Gilly al renunciar al PRD, a principios de 2006, diciendo que es un partido “que no lucha por nada, ni propone nada que lo identifique como de izquierda”, de lo cual el último y fiel testimonio es el mal llamado Pacto por México de Peña Nieto, concebido y acordado por las cúpulas neoliberales del PRI y el PAN y en relación al cual el PRD jugó el vergonzante rol de furgón de cola de la locomotora prianista o de legitimador de esa trampa política que la reacción ultraderechista le tendió al pueblo desde ese chiquero que es el eufemísticamente llamado Congreso de la Unión.